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Como colaborador de prensa desde hace treinta años y autor de varios libros, aunque estoy favor de los derechos y la protección de los autores, soy totalmente contrario a la práctica y la voracidad de la Sociedad que los gestiona y contrario a todos esos cannon que nos van colocando con el beneplácito del Gobierno. Si fuéramos tan ambiciosos como ellos, podríamos montar una SGPE (Sociedad General de Público Entusiasmado), donde se cobrase a cada artista y a cada autor, un tanto por ciento por emitir y publicitar sus obras.
Los artistas, como los futbolistas, como los políticos, no son nada sin el pueblo que los sigue. ¿Quién levanta los escenarios donde cantan, los campos donde juegan o los parlamentos donde debaten? ¿Los artistas?,¿Los futbolistas?¿Los políticos? NO, el pueblo que los venera como a dioses, el pueblo que se rinde ante su paso, el pobre pueblo sobre el que recaen todos los palos. Por lo tanto, que canten, que jueguen y que debatan, con un sueldo para vivir decentemente, pero que el pueblo recoja beneficios, que paguen al pueblo sus impuestos de acuerdo a lo que suenen, idéntico baremo al que ellos utilizan con nosotros.
Pero el pueblo es masoquista. No contento con promocionarles, encima de rendir alabanzas a su paso, tiene que mantener a esa Sociedad General suya que no entienden que ya pagamos suficientes impuestos y que nuestra mejor contribución es la de lanzar su voz y su creación a los cuatro vientos para que la conozca el mundo.