Es curioso comprobar cómo la vida nos desvela sorpresas que mantiene escondidas en el fondo de un sombrero y del que salen igual que en el cuento de Alicia. Pero en mi caso, y en la hermosa ciudad de Praga, no fue un conejo la sorpresa sino algo mucho más inesperado.
Como les decía al principio, no era exactamente igual. Se trataba de la escultura -también en bronce - de una adolescente en la misma posición de iniciación al salto de la comba.
Ursi realizó hacia los años 60, en escayola la figura de su hija que por entonces contaba cuatro años. Luego -por encargo del Consistorio- vendría a ser la dulce niña que hoy nos hace un guiño de ternura cuando nos cruzamos con ella en el Patio del Castaño y, que en varias ocasiones, personas poco cívicas se empeñaron en no respetar.
¿Se trata de una copia? O, tal vez, ¿se da el caso de creatividad en paralelo, separadas por lugar, tiempo y artista diferente? ¿Puede ser que alguien tomase la foto en Palencia y luego ésta sirvió de modelo al segundo autor?
Como ven, es difícil acertar en la respuesta. Pero a mí me gusta imaginar un desenlace distinto, real o no, da lo mismo y se lo propongo a ustedes: Puede haber ocurrido que dos artistas, que no se conocen, hayan “vivido” un mismo sueño y sintiesen la necesidad de expresarlo creando una hermosa escultura que perpetuase un juego infantil: la comba. Y si añadimos la casualidad que supone la elección de ese hotel en una ciudad como Praga que tiene cientos de ellos, precisamente para que otra palentina, en este caso yo misma, pudiera descubrir la escultura, el misterio está servido. Ocurre muchas veces que donde menos se espera salta la liebre, y ya dice una sentencia popular que la casualidad- al igual que la suerte- es caprichosa y en este caso no cabe duda de ello.
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