En esta ocasión el punto de partida era Espinosa de los Monteros, población burgalesa fundada, probablemente, por los Vacceos allá en el 800 a.C. Desde el pueblo de Espinosa afrontamos las primeras rampas que se sitúan en un desnivel del 13%. Un poco más arriba, durante casi dos kilómetros, el desnivel oscilará entre el 10 y el 16%, pero en ningún momento perdemos las espectaculares vistas con las que nos sentimos compensados cada vez que paramos a tomar un respiro. No era la primera vez que afrontábamos una ruta difícil, una de las más duras de la provincia, dicen que comparable a las famosas Lagunas de Neila. En su cima, los restos de una base militar que el ejército trasladó en 1999 al Picón del Fraile, en Lunada. Muy cerca, los arqueólogos descubren los campamentos romanos que Augusto mandó levantar para sacar a los cántabros de sus refugios.
En todas las salidas, hasta en las más duras, he de mencionar la presencia de Eder, un niño de once años entonces, que hacía las veces de coche escoba, bajando con frecuencia desde la cabeza del grupo hasta donde se encontraban los más rezagados, empujando así, con su vitalidad, el ánimo de todos.
Arriba se va acercando ya el final de nuestro trayecto, adentrándonos en un pequeño bosque y enfilando la última rampa. A nuestra izquierda la ruta que enlaza con el Portillo de la Sía y ya en la cima, se puede contemplar un magnífico panorama sobre el Valle de Soba y los Collados del Asón de la vecina Cantabria.
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