El largo invierno
Pasan los días a una velocidad prohibida. Una de las madejas preferentes que me sirvieron para hilar estos años, fue la de la despoblación, como si aquello pudiera servir para cambiarlo. Porque, aunque escribamos por amor al arte, queremos que se muevan las cosas, que se tome partido por esas causas que inquietan y preocupan.
En el número 12 de Historias de la Montaña Palentina, Eduardo Vielba nos participa el largo invierno del éxodo que tiene lugar entre 1945 y 1975. Treinta años del fenómeno migratorio que en realidad es una vida para los que se vieron afectados, que eran casi todos los pueblos. Es curioso e invita a reflexión el cuadro de evolución demográfica donde, por ejemplo, Celada de Roblecedo, en 1900 , con 800 habitantes, se acercaba en población a Cervera de Pisuerga (1155) de la que hoy depende. En 1930 Barruelo de Santullán con 8695, cuadruplica la población de Guardo y Aguilar, que rondan los 2200. Y es curioso, Brañosera, con 2225 ese mismo año, supera en población a Aguilar y se iguala con Guardo. Hasta Vañes, donde el INE contabiliza 12 habitantes hoy, contaba aquel mismo año con 600.
Es evidente que muchos de sus habitantes tienen que recurrir a otras actividades para mantenerse. Lo viví en casa del abuelo Clementino, oriundo de Olleros de Paredes Rubias, que atendía, ayudado por su familia, una docena de vacas y complementaba su economía como entibador de una de las minas del contorno. No había para todos. No llegaba. Una canción que ahora se repite en todas partes porque la vida ha subido tanto que no puedes relajarte con un sueldo. Lo que sucede décadas más tarde, con la llegada de la industrialización, es la pérdida de un 25% de población en localidades como Celada, Triollo y Santibáñez de Resoba y, al contrario, el crecimiento imparable de Velilla, Aguilar de Campoo y Guardo, que en 1950 alcanzaba la cifra de 7.531, llegando en 1969 a los 10.251 individuos.
Entre 1950 y 1960 en torno a un millón de personas de ambas Castillas, Andalucía y Extremadura abandonan sus hogares en busca de un futuro mejor, abriéndose un agujero que no se cerró nunca. Palencia toca techo en los años 60 con 237.777 habitantes y solo una década más tarde había perdido 35.000 efectivos. El 20 de diciembre de 1968 el Consejo de Ministros autoriza el cierre de las minas con lo que más de un millar de trabajadores perderán su empleo y cerrarán su casas en muchos casos para empezar desde cero la vida.
Es evidente que muchos de sus habitantes tienen que recurrir a otras actividades para mantenerse. Lo viví en casa del abuelo Clementino, oriundo de Olleros de Paredes Rubias, que atendía, ayudado por su familia, una docena de vacas y complementaba su economía como entibador de una de las minas del contorno. No había para todos. No llegaba. Una canción que ahora se repite en todas partes porque la vida ha subido tanto que no puedes relajarte con un sueldo. Lo que sucede décadas más tarde, con la llegada de la industrialización, es la pérdida de un 25% de población en localidades como Celada, Triollo y Santibáñez de Resoba y, al contrario, el crecimiento imparable de Velilla, Aguilar de Campoo y Guardo, que en 1950 alcanzaba la cifra de 7.531, llegando en 1969 a los 10.251 individuos.
Entre 1950 y 1960 en torno a un millón de personas de ambas Castillas, Andalucía y Extremadura abandonan sus hogares en busca de un futuro mejor, abriéndose un agujero que no se cerró nunca. Palencia toca techo en los años 60 con 237.777 habitantes y solo una década más tarde había perdido 35.000 efectivos. El 20 de diciembre de 1968 el Consejo de Ministros autoriza el cierre de las minas con lo que más de un millar de trabajadores perderán su empleo y cerrarán su casas en muchos casos para empezar desde cero la vida.