Vecinos ilustrados, silencio
Fernando Martín Aduriz dejó la presidencia del Ateneo de Palencia en 2020 y dejó también, su colaboración semanal en Diario Palentino. Pero seguiremos disfrutando de los consejos de nuestro psicólogo subiendo periódicamente al blog artículos que no deben morir en las páginas de un periódico.
Tras 18 años, octubre de 2003, esta es mi última columna de ‘Vecinos ilustrados’. Me despido pues, de los lectores de ‘DIARIO PALENTINO’, con quienes he pasado muy buenos ratos imaginando que formaban parte de la opinión pública ilustrada.
Unir vecindad e ilustración ha sido un maridaje extraño, máxime en la época en que una columna periodística viaja por la Red y se torna difícil saber a qué lector se dirige el columnista de prensa. De entrada se supone que a quien lee.
Pero ¿qué es leer? Quizá leer sea leer entre líneas y avanzar una interpretación, pero también llegar inesperadamente a un lugar nuevo, como iluminó Gustavo Martín Garzo, y figura en exordio en el último gran libro de Irene Vallejo, Manifiesto por la lectura.Caligrafías del cuidado.
Al comienzo, algunos me preguntaron para qué escribía. También para quién. Era evidente que no para idiotas. Algunos efectos iniciales me hicieron comprender que aún cuando escribiera de manera altruista, participando como psicoanalista en los asuntos de la ciudad, siguiendo así la orientación de Jacques-Alain Miller, no era amor precisamente lo que iba a obtener.
Sin embargo me equivocaba de plano. Pasado el tiempo, iba a recoger columna a columna fugaces muestras de cariño, de ternura, de agradecimiento. Me ha sido suficiente. Escribir es también pedir. Y lo pedido, en el fondo, siempre es amor. Además, de la disciplina semanal, de esas cinco horas que me ha llevado escribir cada ‘Vecinos Ilustrados’, he salido capturado para la escritura, lo que me absorbe más cada día. Por qué se escribe. Cincuenta escritores es precisamente el título del próximo libro basado en columnas del ‘Palentino’, ya en el regazo de los amigos de mi admirada Revista Litoral. Sin el inteligente maestro Cancho y el respeto del director Santoyo no hubiera resistido tantas semanas, tantos años. Mi homenaje con ellos, a los que se agotan a diario por sacar un periódico bajo el aforismo alemán periodístico de La eternidad de un día. Al decir adiós, querido lector de prensa, evoco la defensa de la prensa escrita, a la vez que la sabática necesidad de guardar silencio.
—Analizantes experimentados
Actualización Agosto2025 | 685👀
Margarita Yourcenar
Los escritores mienten, aún los más sinceros
Franz Kafka
"Mi único deseo y mi única vocación, la literatura…detesto todo lo que no tiene que ver con la literatura. Mi nostalgia de la literatura triunfa sobre todo."
Franz Kafka (1983-1924), escritor de Praga, genio, habitual de nuestras referencias, kafkianas o no.
Kafka, no era muy apto para vivir, sólo vivía escribiendo, (Blanchot en De Kafka a Kafka). En su Diario escribe que desistió de casarse por la consideración a mi trabajo de escritor, pues creía amenazado ese trabajo por el matrimonio. Aunque también desvela que le angustiaba y le daba síntomas (insomnio) cuando se acercaba el momento.
Quiso destruir su obra, dio instrucciones, (que su amigo Max Brod nunca cumplió) pero escribió por urgencia vital, no por moralizar. Su vida era escribir. Estudió Derecho, pero ocupó puestos laborales administrativos que le permitieron tener las tardes libres para escribir, etc. Aunque si una noche escribo algo bueno, al día siguiente en la oficina estoy que ardo y soy incapaz de hacer nada a derechas. Incluso escribir un Diario era la prueba de que había vivido, de haber mirado alrededor. Escritura y vida.
Supo escribir una obra única, América, El castillo, El proceso, La metamorfosis. Me gusta especialmente su Carta al padre. En ella está la literatura y una excelente síntesis de las relaciones entre un padre y un hijo, y desde luego el cogollo de la neurosis kafkiana, sólo fijándose en cómo empieza: Querido padre, una vez hace poco me preguntaste por qué te temía, o cómo continúa: mientras por ti no soy capaz de mover un dedo (ni siquiera darte una entrada para el teatro), lo haría todo por mis amigos.
Los estudiosos de Franz Kafka han escrito obras geniales. Me gusta el Kafka de Reiner Stach, pero mucho más el Kafka de Pietro Citati, libro poético y que dibuja a las mil maravillas la unión de vida y obra del escritor checo.
Franz Kafka escribió para engañarse, (en el instante mismo en que engañaba a sus lectores). Escribió para así vivir, organizando su vida para poder escribir. Pero sobre todo para descongelarse, pues pensaba que un libro ha de ser un hacha para clavarla en el mar congelado que hay dentro de nosotros.
Actualización Agosto2025 | 439👀
Ramón Margareto, artista
Cuando esta tarde presente Frenesí en el Auditorio Castilla, lo hará como cinéfilo, amante del cine o director de cine, pero de seguro que también lo hará como artista, pues Ramón Margareto es también pintor, escritor y guionista. Desconozco cuál sería la mejor definición de artista, quizá la de María Moliner: persona que cultiva una de las bellas artes.
Pero prefiero la de Alain de Botton (autor de una obra profunda El arte como terapia) cuando entre una de las funciones del arte establece que es algo relacionado con el recuerdo, esto es, el arte serviría para evitar el olvido, al igual que la escritura, claro. Ya Borges sentenció que solo una cosa no hay, el olvido. Prestarse a no querer saber, a no desvelar lo que no se sabe, parece el destino óptimo de demasiados seres humanos incapaces de despertar en el mundo en el que habitan, nostálgicos de su pasado, de “sus tiempos”. En una palabra, olvidar es una afición muy extendida, que produce un bello sueño. Incluso hay quienes hablan de derecho al olvido. Desde luego, no es extraña aventura terapéutica, muchos se dedican profesionalmente a ello: ayudan a olvidar, a sepultar los recuerdos. Creen, incautos, que es posible. Finalmente, disponemos aún del artista, que se empeña en evocar lo que vivimos, en llevarnos de viaje a su mirada. Y así, Ramón Margareto, consigue su Premio Goya al mejor Cortometraje Documental con el significativo título de Memorias de un cine de provincias. En ese documental el narrador de recuerdos es el propio cine. Convendría no olvidarse de este documental y hablar más de él. Aún más significativo es que Ramón Margareto presente esta noche una película, de la que se pueda conversar después en un coloquio, precisamente en lo que fuera hace muchos años otro cine de provincias, el cine Castilla, escenario como el cine Ortega de sueños, ilusiones y de viajes de miles de palentinos a su memoria oculta. ¡Cuánto debemos al cine! Siguiendo la estela de la mirada del artista parece que estamos en mejores manos que en la de quienes proclaman un lema repugnante: “Olvídate y calla”.
Imagen: Diario de Valladolid
Actualización Agosto2025 | 536👀
Sigmund Freud
Conocer las circunstancias de la vida de un hombre cuando sus obras han pasado a ser tan significativas para nosotros, se pregunta Freud qué sentido tiene. Y piensa que es por el afecto que hacia el escritor tenemos, por lo que nos han aportado sus obras, por conseguir vínculos afectivos entre lector y escritor. En cierto modo ese es el punto central de las columnas periodísticas de este año, de recrearnos en buscar por qué se escribe, qué motivos vitales llevan a un escritor a traspasar la página en blanco, cómo de indisociables son vida y obra en un escritor.
Sigmund Freud (1856-1939) es conocido por ser el primer psicoanalista y por ser una figura universal en la vida intelectual del siglo XX. Pero fue un gran escritor, cuyos textos se leen con sumo placer, incluidos sus historiales clínicos, redactados por la pluma de un escritor laureado en 1930 con el Premio Goethe de Literatura. Para Freud escribir fue básico para comunicar su enseñanza, incluso con el género epistolar que tanto frecuentó. Aprendió castellano de forma autodidacta para poder leer El Quijote, y con un amigo se carteaba representando El coloquio de los perros de Miguel de Cervantes. Es su idea de analizar psicológicamente una obra lo que molestó a algunos como a Jensen, tras comentar y analizar su novela Gradiva. Sus trabajos sobre el dichter, han abarcado desde “Personajes psicopáticos en el teatro” a “El poeta y los sueños diurnos”, y sus escritos y análisis del Hamlet de Shakespeare o del Edipo Rey de Sófocles nos han orientado y permitido conocernos mejor, leer nuestro inconsciente.
Puede resumirse su metáfora del inconsciente en la obra literaria, en la versión final de un poema de Goethe, que Freud evoca al recibir el Premio:
“Lo no sabido por los hombres
aquello en lo cual no repararon,
vaga en la noche por el laberinto del pecho”.
Finalmente, está la notable intuición freudiana al percatarse de que el placer estético que nos proporciona la literatura también viene de que merced a su imaginación literaria el escritor nos permite gozar, sin remordimiento ni vergüenza, de nuestras propias fantasías.
Actualización Agosto2025 | 391👀
Pérez de Diego, médico
Ignacio Pérez de Diego, médico internista, jefe de Servicio de Medicina Interna, exdirector del Hospital San Telmo, viene a esta columna porque representa en el decir de sus pacientes (multitudes), no sólo el buen hacer técnico o profesional, sino el calor humano que transmitían tantos buenos médicos en el pasado, pero sobre todo personifica esa enigmática función de ojo clínico.
Un atesorado bagaje de experiencia juega a favor de quienes como el doctor Pérez de Diego escuchando, descifran los síntomas de un paciente. De acuerdo, eso que se decía antes de que la veteranía es un grado. Sin embargo, lo que natura non da Salamanca non presta, y la noción de ojo clínico implica un saber inconsciente, no una suma de conocimientos. Se pueden tener muchos datos en la cabeza y se han podido leer muchos libros y asistir a muchos congresos, pero cuando hablamos de ojo clínico nos referimos a un terreno donde las fronteras entre el saber, la intuición y eso que llamamos “pensar fuera de la caja” son fronteras difusas. La cum scientia (aplicar la ciencia a lo real) requiere una mediación y ahí el médico juega la partida. ¿Qué médico? Se ha querido diferenciar al médico-técnico (experto en la tecnología y amante del positivismo y la objetiva objetividad) que ve enfermedades y órganos e interacciones, del médico-humanista (experto en leer la subjetividad) que ve enfermos que tienen algo que decir acerca de su enfermedad. Al primer tipo de médico, que se ha impuesto en la época de la masificación sanitaria, donde ya no hay tiempo para saberse las vicisitudes de un enfermo, se le opone el médico que conoce por nombre y apellido a cada uno de sus pacientes, que se sabe su historial clínico de memoria. Eso que se ha terminado de poner de moda, la psicoinmunología, (nuestros estilos de vida repercuten en nuestro sistema inmunológico), se traduce en la práctica en que precisamos de médicos con ojo clínico. Como Ignacio, nuestro palentino vecino ilustrado de hoy, médico que tranquiliza, que lee la subjetividad, que…¡escucha! De los médicos de antes, hoy. Quizá sean así los médicos del futuro, los del ojo clínico.
Actualización Agosto2025 | 546👀
Una locura cualquiera
Recuerdo el día que presentamos en nuestra ciudad el último libro de José María Pérez, “Peridis”, Hasta una ruina puede ser una esperanza. El título del libro hace referencia a una frase de Unamuno, tras su visita al convento caído, antecedente del actual Monasterio de Aguilar, rehabilitado, del que se cuenta la historia en este libro.
De todos los textos de Unamuno, el que más me impactó (tras haber leído en COU su novela llamada Niebla) fue el prólogo que escribió a su Vida de Don Quijote y Sancho. Lo escuché una noche en una campa de la Laguna Negra soriana, de labios de Nube Roja, y desde entonces me ha acompañado como una lectura imprescindible. Este prólogo debía ser estudiado por los agitadores culturales antes de emprender una aventura intelectual. Fíjese el lector cómo empieza: «Me preguntas, mi buen amigo, si sé la manera de desencadenar un delirio, un vértigo, una locura cualquiera sobre estas pobres muchedumbres ordenadas y tranquilas que nacen, comen, duermen, se reproducen y mueren».
Todo el prólogo menciona lo difícil de lanzarse a aventuras, gestas, innovaciones, búsquedas, investigaciones (al estilo del Ich probiere del Nobel Ehrlich), pues siempre que alguien emprende un sueño se topa con el freno de los miedosos, con los estúpidos del protocolo. Peridis sabe de qué hablo, yo también.
En otro prólogo, el de Niebla, Miguel de Unamuno: «He oído también contar de un arquitecto arqueólogo que pretendía derribar una basílica de siglo X, y no restaurarla, sino hacerla de nuevo como debía haber sido hecha y no como se hizo, conforme a un plano de aquella época que pretendía haber encontrado… ¿Plano? Desconocía que las basílicas se han hecho a sí mismas saltando por encima de los planos, llevando las manos de los edificadores. También de una novela…se hace un plano; pero luego la novela…se impone al que se cree su autor».
Creo que la escritura de este libro es eso, una imposición a su autor, Peridis.
Actualización Agosto2025 | 587👀
José Ángel Martín, historiador
Un huerto de delicias cultivaba hasta ahora la ciudad de Palencia, bajo cuyas puertas fluía una fuente abundante. Palabras de un pontífice en 1263 dirigidas a un obispo palentino. Así comienza La primera universidad hispana, libro de la palentina María Jesús Fuente (Cálamo, 2012).
Que nuestra ciudad albergara ese Estudio General de Palencia, primeros estudios universitarios, siempre me resultaron un enigma, más allá del orgullo con que desde jóvenes lo proclamábamos. Al escuchar el año pasado a José Ángel Martín en una conferencia comprendí que alguien se había sumergido en desentrañarlo. Resulta que José Ángel es un historiador especial. Su formación inicial es de ingeniero de telecomunicaciones y labora en I+D, investigando, pero su pasión ha sido desde siempre la historia, y se embarcó en su estudio con esa determinación de los mejores, hasta conseguir ser Premio del Consejo Social de la UNED al mejor expediente en España en la Licenciatura en Historia allá por el curso 2015/16. Con esa brillantez de estudiante se puede confiar en que alguien nos va a decir lo certero de nuestra Universidad palentina del siglo XIII, coetáneo de los estudios de Bolonia y de París, de modo que me apunté de inmediato al curso que dicta este sábado en el Ateneo. El también ateneísta palentino y actual Rector de la Universidad de Salamanca, Ricardo Rivero, me hizo dudar hace poco cuando insinuaba en un comentario no muy claro que la Universidad de Salamanca había sido la primera, cosa que espero me aclare cuando venga a hablar aquí. No obstante la cuestión inquietante es la nota histórica permanente de declive de las cosas en nuestra ciudad, ya desde siglos, su por qué, cómo el destino vio esa pérdida, ese desfallecimiento de un studium general que ha marcado nuestro pasado, y vería distinto nuestro futuro. Nuestro vecino ilustrado de esta semana, ingeniero historiador, científico y humanista, finalista del Premio Jóvenes europeos, Premio Extraordinario de Bachillerato, representa para mí ese aliento del estudioso, el marchamo de aquellos escolares de aquel huerto de las delicias.
Actualización Agosto2025 | 868👀
Enrique Gómez, poeta
Acabo de leer estos días un artículo del poeta, premio Cervantes, Antonio Gamoneda titulado “¿Son malos tiempos para la poesía?”, su respuesta: «no lo creo», y su argumento: «la poesía, ajena al mercado y escasa de funciones externas, es, por ello precisamente, la única actividad que, dentro de las circunstancias, puede escapar al gregarismo».
Pues bien, por esa bies es por la que traigo a la columna a nuestro vecino ilustrado Enrique Gómez, que se dispone estos días a dar un pregón poético con motivo de los sanantolines. Se sabe que el poeta tiene una sensibilidad especial, se sabe que tal como los sinestésicos ve sonidos y huele colores, se sabe que sospecha de que hay metáfora donde otros vemos metonimia y se sabe de su amor por la belleza y musicalidad de las palabras. También, finalmente, se sabe que la poesía no sirve para nada, en términos mercantiles, razón máxima de su utilidad entonces. Pero lo que quizá no sepamos tanto es que los poetas pueden hacernos escapar al gregarismo. Gregarismo sería esa tendencia en los seres humanos a juntarse unos con otros demasiado, a vivir cual rebaño, y terminar pareciéndose tanto que llegan a pensar igual, soñar lo mismo, sentir igual y finalizar haciendo las mismas cosas. Una mirada idéntica sobre el mundo. Pues bien, Gamoneda nos da una pista preciosa, merced a la actividad poética podemos escapar del gregarismo. Encuentro siempre esa nota de originalidad en cada poeta, y quien conoce a Enrique, sabe que si por algo se caracteriza es porque piensa fuera de la caja. Experto en saberes múltiples (pájaros, cerveza artesanal, literatura…), sin embargo conoce muy bien que no es muy original querer ser original, puesto que todos aspiran a ser originales. Pero por ello mismo bien podemos aceptar esta definición de poeta: alguien diferente. Salvo la normal cuota de insolvencias, no corren malos tiempos para la poesía, dirá también Gamoneda. Como conozco algo de su decir, espero con ansiedad el pregón poético de Enrique Gómez. Tanto como esperamos su primer libro.
Imagen: Ateneo de Palencia
Actualización Agosto2025 | 438👀
Antonio Gamoneda, poeta
Escuchamos aquel sábado en nuestra ciudad, y en una ocasión histórica, a nuestro admirado poeta, Premio Cervantes, Antonio Gamoneda. Vino a Palencia a hablar de “Venenos”, pues, erudito como es de tantos saberes, también ha escrito algo asombroso, El libro de los venenos.
En él despliega sus comentarios acerca de la compilación del médico segoviano Andrés de Laguna del códice de venenos de Dioscórides. Leer un libro sobre venenos puede que no tenga demasiada importancia para muchos, salvo maliciosos, pero comprenderá el lector que si está escrito por un poeta, eso cambia. Una muestra, esta confesión del autor al contar cómo ha leído el libro del que es comentador: «…he entrado en el texto con crueldad de enamorado…», tras lo cual, sólo resta leer y leer otra vez esta expresión, para recrearnos tanto en su belleza musical como en la inquietud acerca de lo que puede querer decir “crueldad de enamorado”. Además, su Libro de los venenos deja desde el comienzo la advertencia de que Gamoneda no quiere discutir sobre la clasificación de géneros de la escritura, pues para él todos son “poesía diversamente preparada”. Tesis sorprendente, pero que invitaría a pensar y a debatir a los escritores. Si eso es así, ansío el momento de escuchar de nuevo la voz magnética del poeta que aprendió a leer con un libro de poesía escrito por su padre. Dice la poetisa palentina Amalia Iglesias que leer a Gamoneda es asomarse a abismos interiores, pero que la recompensa es quietud y serenidad. No puedo estar más de acuerdo. Y el lector entenderá entonces por qué prefiero terminar esta columna con poesía de nuestro poeta. Para acercarnos serenidad y quietud. A ver si lo logro. Es una poesía del libro Blues castellano (1961-1966), “Blues del mostrador”.
Llegó con el papel entre las manos
y me miró con sus ojos cansados.
Llegó con el papel y con sus manos
y yo sentí su mirada en mi vida.
Cuando venga otro día con sus manos
y su papel a mirarme en silencio,
espero comprender por qué me mira,
por qué es viejo y es grande y por qué pesan
en mi corazón unos ojos cansados.
Imagen: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
Actualización Jul2025 | 259👀
Ángela González, psicóloga
Me dijeron hace poco por la calle que hacía muy bien escribiendo acerca de los vecinos cercanos, y encima una amiga me convino a dedicar una columna a Ángela González, máxime al escuchar que estas columnas de corta vida pueden un día agruparse en forma de libro. Hete aquí mi respuesta. No ha sido fácil escribir columnas de personas que uno conoce y quiere con locura.
Este año han desfilado por aquí no pocas personas merecedoras de ese título que otorgamos de vecinos e ilustrados. Pues bien, el último día se asoma una vecina palentina del barrio de Corea, palentinista de las que aman la pequeña ciudad en la que han nacido, y a su vez, lectora voraz desde su infancia. Ángela González Delgado estudió sus carreras compaginándolas con el trabajo, con la maternidad y con el apoyo inequívocamente silencioso a cuantos proyectos era embarcada por la fiebre hiperactiva del otro lado de la cama. Como tantas mujeres solidarias. Feminista sin publicitarlo ya desde su EGB en la Aneja, vino a buscarla su profesión de psicóloga en medio de su propio psicoanálisis, y ejerce ese quehacer desde hace años con la solvencia y naturalidad con la que muchas mujeres se ponen a la tarea sin alharacas. Como conozco los efectos de su acción, puedo asegurar al lector que la vecina ilustrada que cierra la edición de estas columnas (al año que viene cambiaré y escribiré sobre escritura y escritores) forma parte de la serie de esas psicólogas que ayudan a la gente sin forzamientos, con cautela y ojo clínico, con más common sense que virtuosismo, y con ese plus que tienen las psicoanalistas féminas de amabilidad y neutralidad benevolente. Cuando a los jóvenes psicólogos y psiquiatras les recomendamos que adopten una posición de desapego frente a sus pacientes y que se olviden de lo que saben, que no importunen, que acojan a cada quien en su diferencia, siempre tenemos clínicos ideales en la cabeza. En mi caso se llama Ángela González, psicóloga y psicoanalista. Vaya aquí mi humilde homenaje a las mujeres luchadoras, guerreras, infatigables. Y buenas.
Poco que valemos
Lo mucho que debemos, lo poco que valemos, la nada de los hombres
Jesús Plaza, panadero
Un panadero de los de antes
Amparo Pajares, interiorista
He dudado en el apelativo de Amparo Pajares, empresaria palentina, diseñadora amable, proyectista soñadora, amiga de mucha gente. Creo que decir interiorista permite más juego del lenguaje, a lo Wittgenstein, pues por un lado nos sitúa ante alguien que imagina el interior del hábitat del otro, pero también ante alguien que sabe traspasar la superficialidad del contacto exterior.
No es posible vivir sin exterioridad. Eso se llama semblante. Nadie puede dejar de actuar, de representarse ante el mundo, de presentarse cual personaje de una novela, la de su vida. Y quien pretende levantar todos los velos y ver qué hay detrás del semblante, se topa con una máscara tras otra. Cuando se pretende trasparencia y acceder a la última verdad de la verdad de la verdad, se produce un baile metonímico infinito. Se sabe que la ausencia de filtro y de respeto a los semblantes produce los mayores desastres. Mejor siempre respeto al semblante de cada actor en el mundo.
No es posible vivir sin interioridad. Se llama tener vida interior. Paul Auster escribió un libro genial hace cuatro o cinco años, Informe del interior, en el que da cuenta de lo acontecido en su interior durante su infancia y adolescencia. Pues eso, que ese informe, escrito para sus lectores en el caso de Auster, pero al menos escrito para alguien, es lo que saben hacer algunas personas que con delicadeza saben traspasar las fronteras de la vida exterior y apelar a esa vida interior.
Es el caso de nuestra vecina ilustrada de hoy, que combina esa faceta de organizadora de interiores, de objetos y sus colores, tamaños y formas, con sus respectivos mensajes ocultos, y en la mezcla con la luz construye un interior que va parejo a una satisfacción…interior.
Quienes como Amparo Pajares estudiaron Arte, historia del arte, suelen ser más sensibles y receptivos a la hora de entender cuándo se está ante una obra de arte, ante ese misterio. Pero no todos lo traducen, en la práctica, en proyectos que hagan más bella nuestra existencia junto a esos objetos que nos miran. Y aún son menos quienes comprenden que no hay adorno que supla la vida interior.
Actualización Jul2025 | 1737👀
Marcelino García Velasco, poeta maestro
Estoy con Gonzalo Ortega, periodista de esta casa, con que falta la edición de una buena antología de las obras de Marcelino García Velasco, poeta palentino, poeta reconocido, poeta ayer homenajeado por toda la ciudad, poeta que porta también un alma de maestro de escuela, aunque podemos ver su bibliografía estos días en la Biblioteca Pública.
Vas hacia lo invisible
y sabes que es real lo que no existe.
Retienes vagamente tus causas y tus sueños.
Dijo ayer Marcelino en sus palabras finales de agradecimiento que «en el hombre todo es infancia», referencia a Rilke. Ahí comprendí esa doble alma de poeta y de maestro que las palabras escuchadas en el homenaje ponían de manifiesto. Escuchábamos a alguien que había sido toda su vida ambas cosas, y además que seguía ejerciendo su magisterio de poeta de otros poeta, (que el partido continúa).
Si en el hombre todo es infancia, si el niño que llevamos dentro no muere nunca, en parte se lo debemos a los poetas, quienes de manera más bella traducen esa verdad, y nos recuerdan esa herida luminosa. Con palabras de Machado: «Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla».
Nadie como un poeta que ha pasado su vida entre niños, para representar mejor esas dos dimensiones. «Maestro de escuela a las horas debidas, y a las no debidas, poeta», son sus palabras, que reproduce Rafael Martínez en el libro homenaje de la Institución Tello Téllez, Razón de mi presencia. Doble vida que no es tal, sino el ejercicio de un sabio desdoblamiento, largamente bien atendido. Para beneficio de un ciudad que ha rendido homenaje a un poeta. Que se sepa.
Actualización Jul2025 | 879👀
Javier Cantera, tintinólogo
Palentino con raíces en Saldaña
Escribe Javier Cantera en el prólogo de un libro que «nos han ganado muchas batallas en nuestra historia geopolítica pero nunca nos ganarán nuestra emoción hacia Palencia», y en el prólogo de otro, citando a Juan de Mairena, «no hay manera de ver las cosas sin salirse de ella, porque toda visión requiere distancia». Un palentino que siente Palencia desde Madrid identifica a nuestro vecino ilustrado.
Que haya elegido situarle como ‘tintinólogo’ y no empresario o psicólogo del trabajo, es porque este palentino de raíces en Saldaña, ya desde muy niño en Madrid, ostenta este título, y debe ser de los pocos españoles que lo portan, además con certificación oficial.
De hecho escribe en su blog que «Para un Tintinólogo declarado como el que escribe, este síndrome le produce siempre una sonrisa explícita. El síndrome Tintín, como el personaje de Herge, se refiere a aquellas personas que irradian su optimismo en su quehacer diario y, con mucho sentido común, expresan los sinsabores de la situación con verbos de acción. Tintín es el personaje que más actúa, hace y piensa en positivo, no deja de intentar las cosas por mucho que oiga ecos de desánimo a su alrededor».
‘Common sense’ frente a sinsabores y desánimo no parece a priori mala fórmula si el sujeto que enarbola esa bandera tiene la sensatez que tiene Javier Cantera, fogueada en años de lucha. Respecto a la irradiación de optimismo no puedo estar más de acuerdo. Aunque se diga que un optimista es un pesimista mal informado, nada han logrado en avances sociales o científicos, nada. No hay un solo punto a favor de ningún pesimista en la historia.
El elogio del optimista más certero lo proclamó Unamuno: «No se comprende aquí ya ni la locura. Hasta al loco creen y dicen que lo será por tenerle su cuenta y razón», dado que el optimista tiene que pelearse con los apagados cantos de los razonadores. Pensar con Montaigne que «todas las cosas tienen su hora, incluso las buenas», es contagiarse de ‘tintinólogos’ cual Javier Cantera.
Quien parece haber seguido fielmente la máxima de Epicuro: «estamos siempre volviendo a empezar a vivir».
Imagen: Javier Cantera, Grupo Blc.
Actualización Jul2025 | +485👀
Fernando Zamora, ‘cirujanopoetapintor’
Al presentar su obra poética cuenta que publica su primer poemario en 1994, cuando “ya era una persona bien vivida”. Se refería a que su obra pictórica y literaria había ido esperando. ¿Esperando a qué? Sospecho que la idea de este palentino, polifacético vecino ilustrado, es que se requiere haber vivido lo suficiente para decir mejor, para expresar mejor, y también para callar mejor. De hecho habla de su poesía como poesía silenciosa.
Quizá tampoco hallemos mejor definición de un cirujano: dícese de aquel cuyo hablar es silencioso. Médico cirujano es lo que Fernando Zamora ha sido en toda su vida laboral. Y seguramente no haya mejor elogio de alguien que decir que es silencioso, lo que cuanto menos quiere decir que no inunda a los otros con su ruido. La sabiduría de una obra artística silenciosa parece estar al alcance de unos pocos. Porque la cuestión perenne es cómo transmitir lo inefable, cómo expresar lo que no va a poder decirse nunca, y cómo fracasar a la buena manera en ese intento de nombrar lo imposible, lo que sabe muy bien tanto el poeta como el pintor. La sucesión de fracasos anima a intentarlo de nuevo, al menos a quienes no se hacen un ‘Bartleby’ y al preferir no hacerlo publican una sola obra, o pintan ‘el’ cuadro, o escriben un único poema. Otro modo de decir esto creo haberlo encontrado en el título de otro libro de Fernando Zamora: “Libro para quemar”. No solo porque es verdad que ha sido una constante la quema de libros, barbarie frente a civilización (cuando quemaron los libros de Freud, éste dijo irónicamente que la humanidad avanzaba pues en la Edad Media le hubieran quemado a él), sino porque el resto, el poso que nos queda tras leer un poema, el saldo que nos llevamos tras contemplar una obra pictórica, es lo genuinamente agalmático, y también, como expresa Fernando Zamora, los libros permiten “sacar las llamas” de allá donde estuvieran. Conocer la obra pictórica y poética de este cirujano de las palabras es la asignatura a aprobar por quienes pretendemos estar cerca de “personas bien vividas”.
Imagen: Fernando Zamora en Carrión digital
El derecho al secreto
Puede que la auténtica base en que se cimentan nuestras libertades sea el absoluto derecho al secreto.
De hecho, de ahí toma su acepción el secretum, de tamizar, de separar, secernere. Es algo que queremos poner a salvo, y que alejamos de las miradas, de los juicios, de las opiniones. Y de los hurtos, porque si confiamos nuestras cuitas en alguien y viola nuestro secreto, sentimos que hemos sido robados, que se han llevado un preciado bien, de un valor incalculable. En la época de la transparencia, de la instantaneidad y generalización de las comunicaciones, pero también en el momento de la máxima vigilancia y del intento de desentrañarlo todo, nunca estuvo más amenazada la figura del secreto. Precisamente quienes tenemos el deber del secreto conocemos lo fundamental que es para muchas personas su inalienable y radical derecho al secreto. Además sabemos que toda familia se funda en su constitución en el secreto, en un secreto que atraviesa a los propios protagonistas, quienes pasado el tiempo desconocen profundamente qué les ha llevado a hacer nacer ese grupo humano. Y a veces mejor no arrojar luz sobre lo que debe permanecer a salvo. No revelar secretos, entonces, debiera de ser un lema ético a transmitir desde la cuna, para preservar la libertad y la civilización. Hay una serie amenazada hoy: el acontecimiento imprevisto, el derecho al fracaso, los enamoramientos improductivos, la poesía, las conversaciones sin fin, el derecho a la soledad, lo inútil con sus misteriosas utilidades, las cartas con sobre y sello escritas a mano, los niños jugando en la calle, el piropo, el respeto a las figuras del saber, guardar las penas en el fondo del morral, y el derecho al secreto. Con todo, lo peor es que sin ese secreto (transitorio) celosamente guardado incluso para uno mismo, apenas podríamos dar un paso. Aunque confesarse la verdad es andar ligeros de equipaje.
Actualización Jul2025 | 380👀
Novelista desprendido
En una primera lectura ya de los primeros capítulos de la última novela de Gustavo Martín Garzo, "No hay amor en la muerte" (Destino, 2017), encuentro el eco de las palabras de aquella magnífica "Carta sobre el poder de la escritura" que nunca abandonara a Jorge Semprún tras serle leída por su amiga Edmonde Vinel: «Nadie puede escribir si no tiene el corazón puro, es decir, si no se ha desprendido lo suficiente de sí mismo».
El ejercicio de novelar, al margen de un oficio, parece requerir de una pérdida personal, la de poder entregar un trozo, ignoto, de uno mismo. Olvidar, olvidarse de uno mismo, aceptar partirse en dos y permitir que se exprese ese otro interior saciado de todas las múltiples lecturas cercanas a la historia que se va a contar. Esa tarea del novelista puede hacer sufrir a quien se resiste a desprenderse, mientras que en los grandes escritores de relatos, como es el caso de nuestro querido Garzo, su mirada está tan inmersa en los personajes y en esa atmósfera que captura al lector, que se puede otear entre líneas al escritor, troceado, pero no sufriente. “Hombres y mujeres guardaban en su interior un cuerpo atado”. Es una expresión que figura en "No hay amor en la muerte" y que explica a las mil maravillas, en diez palabras, toda la larga didáctica que hay que desplegar para explicar a un psicólogo joven el estadio del espejo, por ejemplo, donde Lacan muestra cómo se funda un cuerpo a partir de una imagen ideal unificada de uno mismo, captado en un instante en el reflejo de un espejo, y recibido con júbilo por un ser humano de diez-quince meses, aún dependiente por completo de los cuidados maternos. El cuerpo atado en el interior de hombres y mujeres es una bella metáfora que a su vez evoca otra usada con puntería por Garzo en otro libro: “nuestro cuerpo pertenece a aquel que es capaz de despertarlo”. Entonces si amamos a quien puede nombrarnos mejor, qué decir de lo que hacemos con quien logra despertar nuestro cuerpo, tan proclive él al sueño y al dormitar. Nuestro cuerpo está demasiado atado, pagando demasiadas deudas, y temeroso y asustado de desatarse. Demasiado dormido. El novelista desprendido es el banderín de enganche de tantos y tantos lectores, feroces soñantes de historias, deseosos de ser llevados a mundos trazados por las pasiones, alejados de los tediosos y previsibles mundos circundantes.
Actualización Jul2025 | 285👀