Dice mi amigo Fernando Martín Aduriz en un párrafo que rescato de una de sus columnas del Diario Palentino: “Los que hemos nacido en una ciudad pequeña castellana, en un pueblo pequeño de Castilla, sabemos de sobra que estamos condenados al fracaso más absoluto, porque luchamos contra una despoblación lenta y cruel que asola nuestro paisaje, y que no tiene medicina ni cura.”
En Julio de este año visité el pueblo de Los Llazos donde solo había un vecino, ahora vecina, y me encontré además de ese cambio que ya te impresiona, cuatro casas ahumando y a los vecinos de huebra, limpiando la entrada de la iglesia, reparando las paredes del cementerio, recuperando los pilones y el lavadero, buscando financiación para reconstruir la escuela.
Era el aldabonazo que precisaba mi conciencia para sentir que donde se estaban cayendo las casas por abandono, comenzaba a pergeñarse un pueblo nuevo, que a veces de lo malo sale un cuento que nos abre los ojos, que nos mueve las manos, que la vida se recompone con otras vidas que necesitan ver limpio e iluminado el pueblo que soñaron. Esa puede ser la parábola que se deja entrever en ese acto de asomarnos dos veces, pasados unos años, al mismo lugar. En este caso para bien, en muchos ejemplos que se recitan en esta tanda de artículos, para mal. Luchamos contra la sordera de la administración, contra la actitud y la indiferencia de los propios paisanos que la sufren, contra el tiempo que nos desgasta sin piedad, contra el mundo que libra batallas tan inmensas.
Pero es verdad también, y tengo que decirlo, que hay algo que no puede negarnos nadie. Que a pesar de saber y de asumir todo eso, seguimos luchando, seguiremos luchando mientras nos quede un hilo de vida.
2 comentarios:
Sin que sirva de precedente,querido Froi,me niego a aplicar el adjetivo "condenados" ni a mi ciudad ni a nuestros pequeños pueblos.La única condena es el pasotismo de la grey política que desde hace más de un cuarto de siglo gestiona esta tierra que no levanta cabeza y se conforma con las migajas del mantel.Aquí ,salvo honrosas excepciones ,no salimos a la calle a protestar ni aunque nos cierren la farmacia o las carreteras se caigan a pedazos o las urgencias estén en el quinto pino.Nos conocen al dedillo y saben que no hay unión,solo individualismo .
La única enfermedad que no tiene cura somos nosotros.
Yo me niego a que sea una condena y por eso sigo aquí, pero aquí no cambia nada por todo lo que dices. Todo lo asumimos, que suma en nuestra tabla de valores: reconocerlo, saber que nadie moverá un dedo por cambiarlo y, no obstante, seguir en la boca del cañón esperando un cambio de algo. Que sabemos que no llega, al menos no llegó en nuestra presencia.
De ahi nuestra condena.
Buenos días, querida Marga.
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