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El exilio imposible de Stefan Zweig

Fue poeta, traductor, novelista, biógrafo, 
ensayista, periodista, autor dramático, 
humanista y profundamente europeo.


Beatriz Quintana Jato
Catedrática de Literatura, Miembro de la Institución Tello Téllez de Meneses.

(Dedicado a mi padre, que tanto
me habló de él cuando era pequeña…)


De raza judía, el destino errante de su pueblo se manifestó en él. “Stefan Zweig, ciudadano austríaco acaudalado, judío errante e inquieto, autor increíblemente prolífico, incansable defensor del humanismo paneuropeo, pacifista a ultranza, coleccionista de libros, depresivo, entusiasta del café, simpatizante de los corazones solitarios y temeroso ante la idea de envejecer, coleccionaba partituras de sus músicos favoritos, y fue a la vez el mejor amigo de sus amigos”.

Dos acontecimientos trascendentales le influyeron: la Guerra de 1914, que fijó el rumbo de su vida, y la Segunda Guerra Mundial, que le impulsó al suicidio; entre ambos transcurrió su existencia. Tuvo tendencias depresivas a lo largo de su vida que se fueron intensificando con el tiempo y con el desarrollo de los acontecimientos. Por otra parte, Zweig viajó mucho, quizá buscando algo de alivio a la inquietud que lo atormentaba. Recorrió Europa, Extremo Oriente, Canadá y América del Norte, adquiriendo la gran tolerancia que observamos en sus obras, que por cierto, fueron las primeras en protestar contra la intervención de Alemania en la guerra.

La religión judía no formó parte de su educación, y sin embargo “la libertad de sentirme huésped en todas partes, me ha salvado psicológicamente durante estos tiempos tan duros, y siento con gratitud que es el judaísmo el que ha hecho posible ese sentimiento supranacional para mí”.




Stefan Zweig nació en Viena en 1881 y murió en Petrópolis (Brasil) el 23 de febrero de 1942.

“Nací en 1881, en un imperio grande y poderoso –la monarquía de los Habsburgo-, pero no se molesten en buscarlo en el mapa: ha sido borrado sin dejar rastro. Me crié en Viena, metrópoli dos veces milenaria y supranacional, de donde tuve que huir como un criminal antes de que fuese degradada a la condición de ciudad de provincia alemana. En la lengua en la que había escrito y en la tierra en la que mis libros se habían granjeado la amistad de millones de lectores, mi obra fue reducida a cenizas. También he perdido a mi patria propiamente dicha, la que había elegido mi corazón, Europa, a partir del momento en que se ha suicidado desgarrándose en dos guerras fratricidas”.

Su padre era un acaudalado fabricante textil y su madre procedía de una familia de banqueros italianos; su infancia estuvo llena de control y de restricciones, haciendo sus estudios de Filosofía y Letras sin mucho entusiasmo. La lectura fue convirtiéndose poco a poco en algo fundamental, y en 1901 publicó sus primeros poemas, con influencias de Rilke. En 1913 se estableció en Salzburgo y allí vivió durante veinte años; la casa estaba en una colina y desde allí se veía el monte Berchstesgaden, donde Hitler tendría años más tarde su búnker… Durante la Primera Guerra Mundial, después de haber servido algún tiempo en el ejército austríaco como empleado en la Oficina de Guerra, se exilió en Zurich llevado por su antibelicismo. La historia de sus sucesivos exilios puede resultar esclarecedora para todos los expatriados a lo largo de la historia, incluso y más que nunca, en nuestros días…

“Creí haber cometido un error al educarme en el sentido de lo provisional, pero más tarde, cuando me vi obligado a abandonar todo hogar que edificaba, esa misteriosa sensación vital de no atarse me fue muy útil, porque me hizo más tolerable tanta pérdida y tanta despedida”.

En Zurich entra en contacto con los intelectuales que, como él, se habían refugiado allí de la guerra, asiste al comienzo de los movimientos de vanguardia, y también publica numerosos artículos. Acabada la guerra, volvió a Salzburgo, donde en 1920 se casó con Friderike von Winternitz.
En 1934, y ante el auge del nacionalsocialismo en Austria, decide abandonar su casa y trasladarse a Inglaterra durante un tiempo. Con frecuencia hacía a sus amigos preguntas sobre el avance de los nazis, lo mismo que haría años más tarde en Brasil: “¿De verdad creen que los nazis llegarán aquí alguna vez?...

”Tengo que irme, tengo que salir de aquí…” 
(De lo que se deduce fácilmente lo mucho que le obsesionaba el tema).

En 1938 se divorcia, y un año después se casa con su secretaria, Charlotte Altman (Lotte). En 1935 viaja a Estados Unidos, en medio de una fuerte polémica por su silencio sobre Hitler, a quien se resistía a criticar en público (“Yo no soy político, sólo soy escritor… Nunca hablaría contra Alemania”). Nadie comprendió su drama, a excepción del periodista Joseph Brainin, que escribió de él: 

“Tenía la cara de un hombre desilusionado que intentaba agarrarse desesperadamente al espejismo de una Europa que ya no existía, y que se negaba a llorar y a darla por muerta.”

Debía de ser muy grande su sufrimiento ante el fracaso de su sueño europeísta, y al ver con humillación cómo el nazismo se apoderaba del idioma alemán. Él explicaba que seguía escribiendo en alemán porque “un autor puede dejar su país, pero nunca puede separarse de la lengua en la que piensa y trabaja”. Sin embargo, en el discurso pronunciado en el PEN europeo en América en 1941, dijo estas memorables palabras, que conmovieron a los comensales y dejaron estupefactos a los periodistas:

“Nosotros, los que escribimos en el idioma alemán, notamos una vergüenza secreta que nos atormenta, porque los decretos de opresión están concebidos y redactados en el idioma alemán, el idioma en el que nosotros escribimos y pensamos…. Siento que es mi deber pedir perdón públicamente a cada uno de ustedes por todo lo que hoy en día aflige a sus pueblos en nombre del espíritu alemán”. 

Sus observaciones fueron citadas en titulares y artículos en el New York Times:

“Stefan Zweig se disculpa en nombre de Alemania”.

Hay numerosos testimonios en estos años de su pesimismo y melancolía, que podían presagiar lo que al final ocurrió (

“El mundo que tanto amábamos, ya ha pasado para siempre”.
“No tendremos presente ni tendremos futuro”.

Además, por otra parte, cada vez eran mayores las dificultades para publicar en Alemania (de hecho, no tardarían en ser prohibidas allí sus obras); pudo hacerlo con un libreto de ópera de Richard Strauss, Die Schweigsame (La mujer silenciosa era el título, y a pesar de que Zweig había sido considerado como “no ario”, Strauss lo defendió con valentía y se negó a eliminar su nombre del cartel de la obra, que fue estrenada en Dresde y a cuyo estreno estaba previsto que asistiese el mismo Hitler pero éste se negó a hacerlo.) Después de tres representaciones con gran éxito la obra fue prohibida, e interceptada por la Gestapo una carta de Strauss a Zweig, por lo que aquél tuvo que dimitir del cargo de Presidente de la Cámara de Música del Reich.

En 1935 Zweig vuelve a Viena, donde se ríen de sus temores y presagios; incluso se da cuenta de que mucha gente hace como que no lo ve por la calle, para no saludarlo. Intuye que no volverá, y cuando al irse pasa en tren por Salzburgo, ni siquiera mira desde la ventanilla hacia su antigua casa…

Cae Viena en poder de los nazis, y al poco tiempo recibe la noticia del fallecimiento de su madre.  Se traslada de nuevo a Estados Unidos, y allí empieza El mundo de ayer, libro autobiográfico que se publicó póstumamente en 1944, y que es un canto a la cultura europea, que considera perdida.

Él decía que este libro era un mensaje en una botella al futuro.

Lo escribió pensando que estaba destinado a ser un puente entre generaciones, para informar a los jóvenes sobre un mundo que quizá nunca se pudiera alcanzar más allá de las páginas de sus libros. Encontramos palabras muy duras contra Hitler y lo que significó, testimonios personales, en el fondo este libro es un gran lamento:

“Contra mi voluntad fui testigo de la derrota más terrible de la razón, y del triunfo más desaforado de la brutalidad en la crónica de los tiempos. Nunca una generación ha sufrido semejante caída moral”.

“La realidad inhumana que se desató aquel 13 de marzo de 1938, día en que Austria y con ella Europa, sucumbió víctima de la fuerza bruta, superó mil veces todas mis fantasías…

Catedráticos universitarios debían barrer las calles; religiosos judíos de barba blanca fueron arrastrados hasta los templos por mozalbetes que prorrumpían gritos salvajes, obligados a hacer genuflexiones y gritar a coro : Heil Hitler! Se daba caza en las calles a gente inocente como a conejos, para arrastrarla a limpiar letrinas en los cuarteles; todo lo que la enfermiza y sórdida fantasía del odio imaginaba orgiásticamente durante muchas noches, se realizó con desenfreno a la luz del día. El que irrumpiesen en casas particulares y arrancasen a mujeres temblorosas los pendientes, podía ser copia de lo que había ocurrido durante los saqueos medievales; pero era nuevo el desvergonzado placer del martirio público, los tormentos psíquicos, los vejámenes más refinados. Todo esto está registrado, no por uno sino por miles de los que lo sufrieron, y una época más tranquila y no moralmente cansada ya, como la nuestra, leerá en adelante, con horror, cuántos crímenes cometió en aquella ciudad culta del siglo XX un maniático del odio y del rencor.”

“Porque ése fue el triunfo más diabólico de Hitler en medio de sus éxitos militares y poíticos: este solo hombre logró, mediante la exasperación constante, debilitar todo concepto de justicia”.

“…Escribo estos recuerdos en plena guerra…No tengo a mano, en mi habitación de hotel, ni un solo ejemplar de mis libros, ninguna nota, ninguna carta de amigos… De todo mi pasado no llevo conmigo, pues, más que lo que guardo detrás de la frente. Todo lo demás es, en este momento, inaccesible o está perdido para mí”

El matrimonio pensó en ir a Cuba, y al final se decidieron por Brasil y se instalaron en una casa de la histórica villa de Petrópolis, ciudad en que había construido su palacio de verano el emperador Pedro II. Como consecuencia de la impresión que le produjo el contacto con Brasil, escribe Brasil, país de futuro, canto a aquellas tierras, a las que identifica con el Paraíso. El 28 de noviembre de 1941 cumplió sesenta años y dio órdenes de que no hubiera celebración, ni regalos ni visitas. En los primeros días del 42 escribió a un amigo: 

“Lo que ocurre ahora será útil para la siguiente generación, pero no para la nuestra o para los que murieron y que quizá eran más sabios… Ellos han concluido su vida mientras nosotros caminamos como sombras de nosotros mismos”. 

Zweig preguntó a una amiga si creía que los nazis invadirían Sudamérica. Ella le dijo que sí, sin pensar, y cuando lo miró se quedó conmocionada al ver su expresión, parecía destrozado.
 
“Europa se ha suicidado”, repetía una y otra vez.

En los días anteriores a su muerte, se dedicó a distribuir las posesiones que le quedaban, con la esperanza de que todo lo suyo pudiera ser reutilizado. Zweig donó sus libros a la Biblioteca y a amigos, y envió sus manuscritos a varios archivos fuera de Brasil. Quemó los papeles que le quedaban en una hoguera, y unos días después, el 22 de febrero de 1942, la criada y su marido encontraron los cadáveres del matrimonio tendidos sobre la cama. En la mesilla de noche, unas monedas, una caja de cerillas y un vaso vacío…

Y sin embargo él, que fue el gran biógrafo intelectual, el hombre que cifró la historia de la humanidad en un puñado de momentos estelares, no pudo haber dejado este mundo sin una buena declaración de intenciones. Según una nota que se hizo pública al cumplirse setenta años de su muerte, el 22 de febrero de 2012, redactada en alemán y publicada en Internet por la Biblioteca Nacional de Israel, Zweig explica que dice adiós a este mundo “de propia voluntad y con la mente clara”, y agradece a Brasil su hospitalidad.

“Rehacer una vida pasados los 60, requiere poderes especiales, cuando el propio poder se ha gastado tras años de errar sin hogar. Prefiero, pues, poner fin a mi vida en el momento apropiado, erguido, como un hombre cuyo trabajo intelectual siempre ha sido su felicidad más pura, y su libertad personal, su más preciada posesión en la tierra. ¡Saludo a todos mis amigos! Quizá les sea dado todavía ver la luz después de la larga noche. Yo, demasiado impaciente, me iré antes que ellos”.

Es evidente que su suicidio era inevitable desde hacía tiempo. Lo que sorprende es que pusiera a su mujer en una situación así. El informe del forense explica que ella se suicidó unas horas después que su esposo, y eso abre muchos interrogantes sobre cómo ocurrieron los hechos. Es posible que ella estuviera en el baño cuando Stefan se tomó su dosis mortal sin ella (¿un acto de impaciencia? ¿o de esperanza de que ella se lo replanteara en el último momento?). Lotte, en cartas a su familia, les había comentado el estado depresivo de Stefan, y su postura incondicional a su lado (“lo único que puedo hacer es que me arrastre con él”).  El mismo doctor judío que tradujo la nota del alemán, la compró veinte años después a un policía jubilado, y en 1990 la donó a la Biblioteca Nacional de Israel.

En cuanto a su abundante obra, y como breve recorrido por ella, diremos que como traductor, tradujo cerca de cincuenta obras de autores contemporáneos. Se veía como intermediario entre las distintas culturas, y le gustaba difundir la obra de autores que, como él, transmitían “un pensamiento europeo”.

Como biógrafo adopta una actitud objetiva pero al mismo tiempo se esfuerza por justificar y comprender al personaje que analiza (“me place más entender al ser humano que juzgarlo”). Siempre observamos la simpatía de Zweig por personajes que sufren una vida interior compleja y turbulenta que la sociedad no puede imaginar siquiera. Son historias noveladas (¿ensayos históricos?), en que prescinde de los aspectos físicos y centra su atención en el espíritu.

Destacan entre las muchas biografías que escribió:

💭 La lucha contra el demonio: Hölderlin, Kleist y Nietzsche (1925). El estudio sobre Nietzsche es impresionante por lo bien que ha sabido captar su personalidad y acercarla al lector. Así retrata al protagonista: 

“Bajo las cejas tupidas, una mirada de halcón; cada músculo de su rostro está tenso de voluntad, de salud y de fuerza. Su bigote nos recuerda a un guerrero bárbaro, y anda casi tanteando, como si saliese de una caverna”.

💭 La historia de Magallanes: el hombre y su gesta (1938).

La tesis de Zweig es que Magallanes, hombre leal, valiente, inteligente e íntegro, no pudo ver al final sus esfuerzos coronados por el reconocimiento, porque murió en una refriega con indígenas en las Malucas y porque misteriosamente su diario desapareció, y fue Juan Sebastián Elcano quien se presentó ante el Emperador y ante la sorpresa de los hombres de Magallanes, quien recibió el reconocimiento como el primero que pudo dar la vuelta al mundo.

💭 Erasmo de Rotterdam (1934) es un autorretrato apenas velado que escribe en Inglaterra, y en él destaca el poder de la tolerancia como instrumento principal en el movimiento de ascenso de la humanidad. Pone en boca de Erasmo una frase que él sentía: 

“Es el poder de comprender a la gente, no el poder de dominarla, lo que nos distingue de los simios”.

💭 Casanova (publicado en 1951), nos presenta de forma magistral a este personaje pintoresco, inteligente y de capacidad inigualable para la seducción: 

“ligero como una libélula, vacío como una pompa de jabón… si se encontraran en él tres gotas de sentimiento, no sería Casanova”

💭 Fouché, el genio tenebroso (1929). Decidió escribir sobre este personaje siniestro que fue el jefe de policía de Napoleón, el gran manipulador que abrazaba cualquier ideología con tal de estar en el poder, quizá porque consideraba que es un personaje que por desgracia está presente en todas las épocas.

“Fouché tiene amor propio desmesurado, pero no ansia de gloria, es ambicioso sin vanidad, cede gustoso el brillo de la popularidad. A él le basta con tener influencia, con ser él quien verdaderamente manda sobre quien tiene la apariencia de mando”.

También, entre otras muchas, destacan las biografías de 💭 María Antonieta (1932) y 💭 María Estuardo (1935), una de las más famosas, publicada en alemán y en inglés.

En 1927 publica 💭 Momentos estelares de la Humanidad, sin duda su obra más conocida y traducida. Zweig recoge los catorce acontecimientos de la historia mundial más importantes desde su punto de vista. Trabajó durante veinte años en ella, y era probablemente su obra más querida. Encontramos algunas páginas verdaderamente memorables:

El minuto mundial de Waterloo, centrado en la gran derrota de Napoleón que se debió a una falta de decisión en quien pudo salvarlo todo y todo lo perdió.

Otro momento estelar (El momento heroico) tiene como protagonista a Dostoievski, y capta su condena a muerte y el perdón del Zar cuando estaba a punto de ser ejecutado.

El genio de una noche tiene como protagonista al compositor de “la Marsellesa” en los oscuros tiempos de la Revolución francesa, y nos narra cómo aquella música era capaz de emocionar a todos: 

“…ha sido compuesta para una masa de miles de gargantas, esa ejemplar marcha-canción, ese canto triunfal de muerte, de patria, ese himno de todo un pueblo, el canto de guerra de la libertad”.

Otro momento importante seleccionado, tiene como protagonista al compositor George Friedrich Händel (Resurrección de Jorge Federico Händel ), quien después de serios problemas de salud y tras una increíble recuperación, compuso un oratorio titulado 💭 «El Mesías», en el que puso toda su fuerza y toda su alma.

Esta obra lo salvó, y nunca quiso cobrar nada por esa pieza (“quiero que todo lo que produzca sea para los enfermos y presos, porque yo he sido enfermo y con ella me sané. Y he sido un preso, y por ella me liberté”).

Por último, el relato titulado 💭 La elegía de Marienbad se centra en Goethe cuando a sus setenta años se enamora y se siente rejuvenecer hasta los tiempos del Werther.

Vuelve a escuchar la voz del sentimiento, y durante el trayecto de Carlsbad a Weimar escribe esta elegía, en que describe sus sentimientos (“a partir de él, la poesía alemana no ha tenido otro momento tan grandioso, en que el torrente de sentimientos lo supera todo”).

Entre sus novelas destacan títulos tan conocidos como Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Impaciencia del corazón, o Carta de una desconocida, obra escrita en los años de su primer exilio, y probablemente la más romántica de cuantas salieron de su pluma. Una partida de ajedrez o Novela de ajedrez es una de sus novelas más famosas, sobre la neurosis obsesiva que un hombre desarrolla por el ajedrez durante su cautiverio en manos de la Gestapo.

Aunque Stefan Zweig fue uno de los escritores más conocidos y traducidos entre 1930 y 1940, desde su muerte ha sido gradualmente olvidado.

Y aunque actualmente se han reeditado varias de sus obras, él ha caído injustamente en el olvido, a pesar de ser un referente del exilio por motivos políticos, tan presente por desgracia en nuestros días.


Conferencia para “El Club de Amigos de Alemania” el 15 de abril de 2016.

imagen: De Kunst Salon Pictzner - Dominio público, commons.wikimedia




Sección para "Curiosón"
de Beatriz Quintana Jato.

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