El presente libro, Palencia insólita II, arropado por la editorial Cálamo, que publicó la primera parte, y por la Institución Tello Téllez de Meneses, de la que el autor fue académico, sale a la luz casi como homenaje al cariño que Gonzalo Ortega Aragón demostró por su tierra palentina a lo largo de su obra.
De Gonzalo Ortega Aragón, por amistad vieja y duradera, sé que nació en Cubillas de Cerrato, fue seminarista, más tarde licenciado en Filosofía y Letras y, sobre todo, lector incansable. Con la carrera universitaria y sus conocimientos, entró como periodista en El Diario Palentino jubilándose de redactor jefe.
Marcelino García Velasco
El presente libro, Palencia insólita II, arropado por la editorial Cálamo, que publicó la primera parte, y por la Institución Tello Téllez de Meneses, de la que el autor fue académico, sale a la luz casi como homenaje al cariño que Gonzalo Ortega Aragón demostró por su tierra palentina a lo largo de su obra. Y este prólogo es una deuda que yo tenía con Gonzalo pues el día en que con mi mujer fuimos al Hospital Río Carrión a verle, como nos informaran en recepción que se encontraba en la UCI, subimos para preguntar por su estado, y al no ver a nadie nos sentamos a la espera de encontrar a Dorita, su mujer, o a algún sanitario. Tiempo después salió un enfermero y, al preguntarle, nos informó que había muerto y se encontraba abajo en espera de entrar en el depósito. Allí estaba Dorita. Nos perdimos verlo con vida y fuimos, por desgracia, los primeros en encontrarlo -con frase muy suya- con los pies por delante.
Pero aparte de la persona, en estos momentos lo importante es el libro, póstumo, que prologo. Por El Diario Palentino a lo largo de su vida pasaron excelentes periodistas entre los que destaco a tres: César Muñoz Arconada, de palabra rural, lírica y social, Valentín Bleye, de vena lírica y palentina, y Gonzalo Ortega con voz rural, cerrateña y humorística. Estos tres adjetivos acompañan a su escritura periodística y literaria, y configuran su personalidad creadora, siempre buscando el corvejón de la palabra para entregarla al sendero de la belleza del buen decir, sencillo y trabajado, nunca natural.
Lector empedernido y vocacional, en este PALENCIA INSÓLITA muestra, en el apartado de bibliografía, los libros que ha ido leyendo para encontrar los hechos singulares e insólitos ocurridos en esta provincia recta y vertical de Palencia.
Son 50 relatos los que contiene el libro y en cada uno de ellos nos toparemos con las tres características de su personalidad de escritor. El lenguaje rural dejará caer palabras y dichos arrumbados por haber cedido espacio y lugar al progreso, y ahí están: cagajones, fanegas, cargas, acarrear, alcacer, alcabala, robla, cántara, tahona, igualas, celemines, y tantas otras que muchos lectores tendrán que echar mano del diccionario y que para él eran tan familiares como pan o arroyo. Ay, este lenguaje de hoy, tan vulgar y arrendatario de otras lenguas, que hace palabras de cualquier cosa… Cerrateña porque nos suelta, vallejuelamente hablando suave, todo un soterramiento significativo hasta llegar a la luz que da sentido al decir. Humorística porque los cincuenta acaban con unos renglones a modo de moraleja irónica, sobria y socarrona, por aquello de haber aprendido el lenguaje y el humor en su Cerrato natal donde en sus valles, siempre espesos por culpa de la luz, corta y apretada, los lugareños suelen encender sus charlas con la llama del humor, sencillo y apagado, pero siempre chispeante.
El cogüelmo del libro brota de la necesidad ambiental, de la pobreza material y cultural de sus gentes que hacían desprecios a la higiene como primera razón personal, del brillo de la inteligencia ingénita, nunca nacida de la lectura o del estudio, en una población analfabeta acostumbrada a firmar con el dedo o una cruz. ¿Quién entendería hoy que un pueblo o un barrio o una aldea pagase la labor del maestro con cagajones -de ahí que el hambre que pasaba se hiciera dicho popular y perdurable- que gente de cara dura, numerosa, se colara en los banquetes de boda, tan repetido que, para acabar con este mal, se estableció que la asistencia a los mismos pasase por inscribirse antes y pagar el estipendio marcado, como ocurrió en Castromocho, y que era frecuente en muchos pueblos aunque no haya memoria escrita ni oral? ¿Y quién comprendería que por cuestión de competencia, como en Astudillo, poner una diligencia para llevar a los que iban a Frómista a coger el tren, no cobrar nada por el viaje y dándoles, además, una ración de chocolate, o quién aceptaría en la actualidad que se determinasen las herencias basándose en cumplir las exigencias del testamentario?
El libro está formado por anécdotas insólitas en el discurrir de los tiempos actuales y de acostumbrada existencia en los de ayer y anteayer, y algunas próximas al de hoy, y que el autor escarba en el terreno de la leyenda y de la historia así como en la memoria oral popular, y da fe de que fueron reales pues parten de piezas documentales que constan en libros y archivos.
No es PALENCIA INSÓLITA un libro que se pueda encajar en el costumbrismo porque no incluye maneras de vivir, sino de entretenimiento periodístico en el que algún lector encuentre solaz y sonrisa al conocer hechos que tan se salen de madre que hoy no cabrían en cabeza humana realizarlos. La intención de Gonzalo Ortega es periodística pues sabiendo -como conocía- por lectores de su periódico que lo primero que leían en él eran sus artículos, trataba de entretener a sus seguidores haciéndoles partícipes de lo que él encontraba en sus lecturas.
Este libro, que recoge un anecdotario palentino, no persigue un adoctrinamiento para vivir, el autor y sus contemporáneos, una trayectoria humanamente limpia y recta, sino un paseo histórico y amable de conocimiento sin más. Y como va escrito en un lenguaje limpio y cuidado entrará como un dulzor que acompañe a hechos insólitos de un tiempo finiquitado que el autor y los lectores llevan al deseo de que no se vuelva a repetir.
De Gonzalo Ortega podría decir que era una biblioteca provincial en la que se encontraba todo lo desconocido, o casi, de lo palentino. Nacido en el Cerrato y madurado en la Tierra de Campos, usó un lenguaje propio de las dos comarcas con sus dichos y recuerdos repetidos por venir de hechos sorprendentes, y como biblioteca que fue los conservaba frescos y enteros. Su personalidad, y quiero no equivocarme, fue la de un hombre rural y campesino que vivía en una ciudad a la que amaba y que sabía contar sus cosas sorprendentes.
5 comentarios:
Qué interesante. Marcelino, lo que cuentas y como lo cuentas de uno de los grandes, repleto de humildad que se nos fue en silencio.
Recuerdo a Gonzalo en la redacción del Diario Palentino en su sede de la calle Mayor en la que estaban los talleres, librería, oficinas y redacción. Allí arriba, en un ambiente de café Gijón, en los tiempos casi de la Colmena, estaba Gonzalo, invadido por los humos de su cigarrillo. Un placer era hablar con él, y entregarle mi humilde artículo escrito en máquina de escribir, que después Gonzalo pasaba pacientemente a su Olivetti y bajaba a los talleres para que se insertase en el periódico. Ver a Gonzalo manejar los libracos encuadernados del Diario, para escribir después lo que sucedía en Palencia, hace 100, 75, 50, 25 o 10 años, era disfrutar viendo como Gonzalo la gozaba leyendo y rebuscando aquellos sucesos que luego plasmaba en el periódico.
Mas tarde, en la nueva sede Promecal, de la Calle Mayor, Gonzalo estaba también siempre rodeado de librones de diarios antiguos encuadernados. Allí ya llevaba mis artículos en un disquete, pero siempre, al igual que en la antigua sede, me sentaba un rato a gozar de la palabra de Gonzalo, de su sabiduría y cercanía. Sentía como nos teníamos aprecio mutuo.
En su brillante toma de posesión como Académico numerario de la Institución "Tello Telléz de Meneses", sonaron de su boca las palabras cerrateñas que menciona en este artículo Marcelino. Fue divino escuchar al maestro que salió por la puerta grande, y cortó aquella noche las dos orejas y el rabo, y dio la vuelta al ruedo del bello Salón de Actos del Palacio Prvonicial.
Cuando asistí a su pregón, con motivo de la exposición Expo-Aire, en la Huerta de Guadián, recuerdo que nos deleitó con su palabras, dedicadas precisamente a esa Huerta, al señor Guadián y todos los avatares hasta que procedió a su venta al ayuntamiento. De nuevo
Gonzalo tuvo una tarde triunfal con corte de todos los aprendices y vuelta al ruedo en la Huerta de Guadián, junto a la imponente y bella iglesia románica de San Juan.
Ver su programa semanal Palencia Insólita, como el título de este libo, en Televisión Palencia era disfrutar de esas historias palentinas que tan bien cuenta Marcelino en este artículo, y que solo Gonzalo conocía.
Un placer, querido amigo, haberte conocido, y disfrutado tanto. Supongo descansarás en paz soñando con tu Cubillas de Cerrato, con tu Mazariegos de Campos, o con tu Palencia querida.
Siempre tuve deseos, tras tu muerte, de dedicarte un articulo, lo hago hoy, en este prestigioso Blog.
Nunca es tarde, porque Gonzalo te lo mereces todo.
La columna de Gonzalo era la primera lectura que hacía mi padre cada día. Por sus manos pasaron mis escritos también de la nieve, de la mina, de las historias que le remitía desde San Salvador.
Gracias, Marcelino, por esta semblanza que es un pequeño y justo homenaje a la figura de Gonzalo Ortega.
Leo con curiosidad e interés estos comentarios culturales y elogiosos de brillantes palentinos de nuestro pasado inmediato, tras verme inducido a este Curiosón por mi amigo el plumilla (como yo le llaamo) Alfonso Sanramaría.
Gusta siempre, aunque se sea flojo lector, reconocer méritos y valores de humildes personajes vecinos y cercanos de nuestro terruño y comarcas provinciales y así admirar desde sus legados escritos el valor, la pibreza y la riqueza cultural de nuestro acervo. Y al hilo de este preámbulo me permitosolicitar que de entre tantos plumillas como observo haber en nuestra Palencia querida, alguno/s se dugnen elogiar,como de otros,porque a mi se me echa a daltar, la figura otro esforzado y brillante escritor, poeta y periodiata de Diario Palentino, Dn. Antonio Álamo Salazar.
Y se lo pido a tantos miembros de la I. Tello Téllez como a cualquier espontáneo escritor y admirador de la obra de Alaml Salazar.
Y desde aquí lanzo un mensaje a nuestras autoridades del área cultural para incitar a la revalorización y puesta en escena de personajes y obras dignas de admiración olvidadas en alguna estantería de alguna biblioteca municipal o provincial.
Y sin más dilación presento sobre la mesa el poema que tanto impresionó mi vida desde la adolescencia, Crucifixión de Castilla del libro de poemas del mismo nombre de Dn. Antonio Alamo Salazar. Y desde estas líneas reto a la concejalía de cultura a valorar la puesta en valor de ese poema de Alamo y si procediera requerir de cargos, formaciones e instituciones locales y orovinciales para dar vida desde la versión musical de éste y otros textos y poemas admirables de nuestra riqueza culrural.
He dicho, por enésima vez y ahora en foro más amplio e influyente como me oarece Curiosón.
Jesús José Sangrador Lechón
(en homenaje a don Antonio y al interés de nuestras autoridades por y para el disfrute de "su pueblo". )
Pido disculpas por las precipitadas erratas o faltas derivadas de precipitada y espontánea actuación escrita.
Gracias!
Se me olvidó incluir en mi peculiar biografía sobre Gonzalo Ortega Aragón, sus escritos semanales, tan poculares y leídos recogidos con el popular nombre de "La Solana". Allí Gonzalo se expresaba con toda sus sabiduría, cultura y humildad, además de demostrar que conocía los parajes y paisanajes de todas las comarcas de nuestra provincia.
Me sorprende Jesús José Salvador Lechñon, con esta parrafada en honor del gran Gonzalo. Me sorprnede, Magister, que sea la primera vez que firmas con tu nombre y apellidos, bienvenido al paraiso de las letras, de los paisajes, capitales y pueblos que aparecen en Curisoón. Gracias en nombre de Marcelino y de Froilán por este estenso comentario. Pasaó bien.
Antonio Álamo tiene un Curisoón, inserto en la Madeja, la columna de Froilán de Lózar en Diario Palentino, y en este Curison.
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