Las contradicciones
Nacido en el seno de una familia tradicional burguesa, Azorín fue el mayor de nueve hermanos.
Estudió bachillerato en el colegio de los Escolapios de Yecla, datos que ya refleja en sus dos primeras novelas, de contenido autobiográfico.
Cursa derecho en Valencia donde se interesa por el Krausismo y anarquismo y se entrega a febriles lecturas literarias y políticas. Empiezan sus pinitos periodísticos. Usa los seudónimos de Fray José, en La Educación Católica de Petrer, Juan de Lis en El Defensor de Yecla etc. Escribe también en El Eco de Monóvar, El Mercantil Valenciano e incluso en El Pueblo, periódico de Vicente Blasco Ibáñez. Casi siempre hace crítica teatral de obras de fuerte contenido social (elogia las obras de Ángel Guimerá y Benito Pérez Galdós o el Juan José de Joaquín Dicenta) y ya refleja sus inclinaciones anarquistas. Traduce el drama La intrusa de Maurice Maeterlinck, la conferencia del francés A. Hamon De la patria o Las prisiones del príncipe Kropotkin. En 1895 Azorín publica dos ensayos, Anarquistas literarias y Notas sociales, en las que presenta al público las principales teorías anarquistas.
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Ha escrito un filósofo que ni la contradicción es señal de falsedad, ni lo es de verdad la contradicción. Todo cambia en la vida; nada hay más contradictorio que la vida. A los veinte años, en plena ardorosa mocedad, pensamos de una manera; pensamos de otra cuando la edad ha ido transcurriendo y los entusiasmos se han enfriado. La experiencia del mundo enseña mucho; una ilusión que se realiza es un cambio que se opera en nuestra manera de ser. La ingenuidad no resiste al tiempo, la experiencia se va formando lentamente de desengaño. ¿Y cómo pudiera pensar lo mismo un hombre experimentado, que conoce los hombres, y que ha sufrido, que un mozo que se lanza a la vida lleno de fe, inexperto y candoroso? Si cambia sensibilidad, ¿cómo no ha de cambiar de pensamiento? No pasa día que no traiga una rectificación a nuestro juicio. Sólo los insensibles permanecen iguales. Lo que por nuestros ojos pasa, va dejando un sedimento de ideas, de juicios, que se renuevan a lo largo del tiempo. La naturaleza en cuyo seno nos movemos, va renovándose, cambiando. ¿Y pretendemos que en medio de esta renovación universal, formidable, sea siempre una y la misma esta cosa tan sutil, tan delicada, tan etérea, que se llama el pensamiento? No reprochemos a nadie ni sus contradicciones ni sus inconsecuencias. No nos atemoricemos cuando nos reprochan a nosotros. Obremos en cada momento según lo que estimemos oportuno, benéfico y justo. Un eminente hombre de estado -D.Antonio Maura- ha dicho en un discurso:
"Las contradicciones, cuando son desvergonzadas mudanzas de significación por interés, por ambición, por una sordidez cualquiera, son tan infamantes como los motivos del cambio: pero yo os digo que si alguna vez oyese la voz de mi deber en contra de lo que hubiere con más calor toda mi vida sustentado, me consideraría indigno de vuestra estimación, y en mi conciencia me tendría por prevaricador, sino pisoteaba mis palabras anteriores y ajustaba mis actos y mis deberes".
No se puede expresar con más energía y exactitud una alta norma de vida.
Autor: Azorín
Publicación: Diana Revista Universal Ilustrada
Director y Administrador: Eduardo de Ory
Cádiz | 10 Diciembre 1909