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Al compás del viejo tren

Al compás del chacachá
de aquel viejo tren de la Robla


Cómo no guardar en la memoria, aún en nuestros días cuando viajamos ya en AVE, el sonido tan exclusivo y peculiar de aquel viejo tren de La Robla de finales de los años 60, aquel clásico chacachá-chacachá-chacachá, machacón por demás y suspendido en el tiempo y en el espacio; con sus característicos vagones y sus asientos de madera que tanto llamaban la atención.


Tren de La Roba | @mundoferroviario

Al hilo de ese curioso chacachá, se perpetuaba un tiempo en el que, con procedencia fija de León y destino final en la estación de Bilbao a la que arribaría al cabo de unas cuantas horas de peregrinaje por su particular camino de hierro, a eso de media mañana este viejo tren llegaba ceremonioso y renqueante, y con un marcado retraso ya asimilado por la costumbre, hasta la estación de Guardo y luego de Santibáñez de la Peña, en nuestra Montaña Palentina, donde un nutrido grupo de estudiantes –unos niños todavía en aquel entonces-, esperábamos expectantes su llegada, pendientes de nuestro más próximo destino en el internado de los frailes alemanes sito en la localidad de Cervera de Pisuerga; en lo que para nosotros representaba ya el último tramo del viaje de aquel día. Pues en cuestión de escasas horas, contando con el consabido retraso que de común arrastraba, aquel viejo tren nos conduciría por aquellas vías hasta la estación de Vado-Cervera; donde nos esperaba ya el autobús que, en cuestión de minutos, nos acercaría hasta la misma puerta del Colegio; en aquellos densos y dilatados años de nuestro tiempo de internado. Y es que el viaje a bordo de aquel viejo tren, del que, como chavales que éramos, nos llamaba la atención una infinidad de cosas, en aquellos años resultaba ya una pequeña odisea en sí misma el viaje, surgiendo de pronto su estampa de entre la espesura del bosque para atravesar a continuación por un paisaje montañoso a uno y otro lado de las vías. Y siempre acompañándole su constante y cansino chacachá. Nos subíamos al tren y, de entrada, nos sorprendían ya los propios asientos, elaborados totalmente en madera, y enfrentados uno a otro a lo largo de los diferentes vagones. También, los paisajes tan espectaculares y cambiantes por los que se atravesaba y la propia locomotora en sí, que arrastraba con marcada pereza aquel viejo tren de cada día, un tanto cansada y renqueante ya al llegar a la estación. Y el hecho curioso que tanto nos llamaba la atención, de que el revisor del mismo para pasar de un vagón a otro y controlar los billetes de los viajeros, tuviese que salir al exterior del tren asido a la propia puerta por su parte externa. Y que luego, cuando en el colegio nos pasaban aquellas viejas películas del oeste, el tren que casi siempre aparecía en ellas, atravesando renqueante también aquellos paisajes tan espectaculares y llenos por igual de bandidos y forajidos a la carta, nos resultaba de un parecido increíble para con nuestro tren de la Robla. E incluso llegábamos a pensar si aquel tren de la pantalla, no sería en realidad nuestro viejo tren de la Robla que tan cercano teníamos. Entretanto, y a punto ya de concluir el viaje, de pronto, un profundo y continuado pitido del tren al doblar una de las últimas curvas del recorrido, parecía romper por unos instantes la monotonía de aquel repetido chacachá y nos anunciaba que estábamos llegando a la estación de destino.

Fin del viaje, pues, para nosotros; y comienzo de otra aventura dentro del propio internado; si bien muy diferente, más prolongada en el tiempo y añorando en muchos momentos el día, empero todavía muy lejano, en el que, con inmensa alegría por nuestra parte, se produjese el viaje de vuelta hasta nuestras casas a bordo de otro tren del mismo estilo de aquella vieja Robla de entonces.

 

Para saber más, en Curiosón:
¬ El Ferrocarril de La Robla | Jaime García Reyero | +8220👀
¬ El Tren minero de La Robla | Alfonso Santamaría | +1188👀






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6 comentarios:

FGC dijo...

Ah, qué tiempos aquellos, los de los viejos trenes, a mí al menos me alegraban el viaje con su lento caminar por las vías, disfrutando del paisaje. En verdad era toda una odisea, pero yo los añoro por los recuerdos que me traen a la mente, era entonces cuando todos mis conocimientos del paisaje de España los hacía a través de la ventanilla del tren hasta llegar al destino cuando iba de punta a punta de España, todo el día empleaba, yo guardo un buen recuerdo, porque no es sólo el viaje sino las historias que hay detrás.

Alfonso Santamaría Diez dijo...

Qué interesantes recuerdos de tu niñez en los años 60 de tus viajes en este mítico tren camino del internado, en el que los retrasos estaban a la orden del día, y todo llamaba tu atención en este recorrido, desde los bellos paisajes hasta la locomotora y vagones, en el trayecto desde Guardo o Santibáñez de la Peña hasta la estación de Vado-Cervera.

Herminio Revilla Fernández dijo...

La primera vez que yo subí a el tren de la Robla y de niño fue de Salinas a Cervera. La segunda ya fue de Aguilar a Palencia que fue para hacerme mi primer D.N.I Jamás olvidaré aquel día, fue una gran experiencia, paraba el tren tirado por locomotora de vapor en todas las estaciones que había a lo largo de la provincia. Recuerdo de ver gentes en todas las estaciones, se veía vida por todos los pueblos. Gracias por vuestro interesante reportaje. Un

Javier Terán dijo...

Me alegro, Paqui, Alfonso y Herminio, que mi relato os haya suscitado viejos recuerdos del primer viaje en tren que cada uno realizó, y de ese mundillo exterior que envuelve siempre al tren y a aquellos lugares por los que pasa. En mi caso, fue éste que aquí relato mi primer viaje en tren, también, y con ese motivo que escribo. Muchas gracias por acercaros a mis líneas. Saludos.

Julián González Prieto dijo...

Me ha resultado muy evocador lo que escribes sobre este pequeño tren, con centenario muy reciente. Tengo a mi vista su paso y suelo utilizarlo con frecuencia. Me has hecho recordar, como bien dices, de cuando era de madera, como mi querido Tren Burra. Y de cuando mi antigua docencia en Santurce y cortejaba a Mila, un par de veces vine en él desde Bilbao. Y también, tras nuestro matrimonio y viajábamos en nuestras excursiones por la ribera del Torío. Me ha hecho mucho bien tu escrito. Gracias, Javier

Javier Terán dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Julián. Y me alegro por esos recuerdos tan bonitos que te han regresado leyendo mi relato. Siempre el tren nos sugiere y nos evoca aquel primer viaje que realizamos subidos en él y observando con una cierta sorpresa cómo a través de las ventanillas del mismo pasaba el paisaje a nuestro alrededor. Una cierta magia creíamos tenía todo aquello, que nos cautivaba. Saludos.

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