Andre Curry es un joven padre que vive en Chicago con su pequeña hija. Cuando la beba, como él dice, lo “golpea” el decide castigarla. O al decir de una amiga suya, “jugar” con la niña. ¿Y cómo lo hace? La ata de pies y manos y la amordaza (quizás para evitar que ría de felicidad con el nuevo juego de su padre). Pero esto no es lo extraño. Enfermos hay muchos. Es necesario saber distinguirlos y atenderlos. Lo más difícil de entender es que gente que se supone estar “en su sano juicio”, como las autoridades policiales, judiciales y demás funcionarios competentes estén “investigando” el caso mientras Curry continúa teniendo la custodia de la niña.
Luego, como en tantos otros casos, si la niña aparece muerta, las autoridades acotarán que la situación era imprevisible. En el mejor de los casos, la pequeña crecerá en ese ambiente de extrema crueldad y tortura y aunque no aparezcan signos de violencia física en su cuerpito, los moretones psicológicos irán creciendo por dentro. De adolescente, quizás sea delincuente, drogadicta o logre suicidarse. Tal vez tenga éxito en formar una familia más enferma que la de ella. Pero todos dirán que tuvo una niñez “normal”. Como la de cualquier otro niño.
Por suerte, en este caso, al padre se le ocurrió subir a su cuenta en Facebook, la fotografía de su hija amordazada y atada de pies y manos, comentando: “Esto es lo que pasa cuando mi bebé me golpea de vuelta”. La buena salud mental de los usuarios lectores “levantó la perdiz” inundando de quejas la página de la red social. Ahora, al menos, se está investigando. ¿Será esto una garantía para que la infante deje de sufrir torturas y sea debidamente atendida? No, por supuesto que no. Lamentablemente, todavía vivimos en una sociedad en la que las tragedias deben primero ocurrir para que luego nos compadezcamos.
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