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Lugares de la montaña palentina

Mi evocación de este lugar se remonta a la niñez, cuando el abuelo Clementino uncía las vacas, echaba la cuba al carro, me izaba sobre el pescante y con una vara de avellano cruzada sobre los hombros, caminando delante, me llevaba a por vino a la Venta de Urbaneja.


Del libro de Froilán De Lózar
"Ver dos veces las cosas"




Hace unos años, en la Venta de Urbaneja, coincidí en casa de unos familiares de mi esposa con los responsables de Adempa. La venta estaba llena de visitantes, este es un hábito envidiable heredado de quienes desde primeros de siglo adquirieron el edificio, manteniendo vivo el noble lema que guió a los venteros de la zona: acoger a los caminantes, rociarles de buen vino, haciendo olvidar por unos momentos a quienes allá se detienen, las penas y presagios que a todos los humanos nos entrega de cuando en cuando el mundo. La fotógrafa Piedad Isla inmortalizó el lugar en verano y en invierno, contemplándose al fondo de corrales y viviendas “Peña Tremaya”, muy cerca de las aguas cristalinas del Pisuerga, muy próximo al molino de Sopeña, donde un bohemio alienta todavía a los pies de esta mole de leyenda. En la parte vieja del piso superior, mirando a Cantamuga, seguramente que pasó muchas tardes de evocación Aquilina de la Hera, cuyos padres regentaron la Venta de Santa Lucía, en Vañes, anegada después por el pantano Requejada. De allí bajaron a Cervera de Pisuerga e hicieron del restaurante “El Resbalón” una de las mejores cartas de presentación de la villa.

Esta Tierra, en la que todavía laten esos enigmas viejos, de la que pende un poso histórico del que nunca se ha hablado, tiene rincones de silencio tan preciosos, que sólo quienes hemos vivido en contacto con ella, podemos hablar de ella con esa profundidad en la que tanta gente que apenas nos conoce de paso o de lectura no creyó. Mi evocación de este lugar se remonta a la niñez, cuando el abuelo Clementino uncía las vacas, echaba la cuba al carro, me izaba sobre el pescante y con una vara de avellano cruzada sobre los hombros, caminando delante, me llevaba a por vino a la Venta de Urbaneja. Aquella era una estación llena de gentes que venían desde los más alejados pueblos, primero a por el vino que se traía de León, Valladolid y Palencia; después a por el vino que resultaba de la mezcla con los vinos de Almorox, lugares de “El Tiemblo”, San Martín de Valdeiglesias o Cadalso de los Vidrios, pueblos situados a la altura de la montaña, vinos gaseosos riquísimos que se convierten en “aguja” al mezclarlos con los vinos de nuestra zona, que tienen una acidez fija. Hoy he vuelto a la Venta. Entre los visitantes ya digo que se encontraba gente que hoy se afana en promocionar la historia de la montaña. Gentes que han venido de lejos, que han dejado el oficio de la ciudad, que saben que el futuro no se gana con nuestro recuerdo, sino con nuestra presencia. Entonces, en medio de la conversación, una frase me dejó pensativo: “Queremos potenciar la imagen de esta Tierra bajo un único lema: “La montaña palentina”. Es decir, que quedan obsoletos otros términos como “el norte palentino”. Y sí, he de confesar que tiene su importancia el lema. Algunas personas se compran un libro porque el título les ha parecido sugestivo. Mucha gente alquila una película porque la fotografía de la portada les ha impactado. Después, el interior es otra cosa. La montaña palentina, vista hoy desde este marco entrañable de la “Venta”, conserva ese sabor especial de las antiguas piedras. Acaso no lo diga todo el nombre, pero la gente viene, la gente vuelve, la gente empieza a conocerla y como el vino que antaño los venteros mezclaban para darlo fuerza, así también se mezclan nuestras gentes con las gentes de fuera y sin miedo al futuro que presagian los libros, juntos recorren las entrañas de esta divina Tierra.

Imágenes para esta promoción de JOSÉ LUIS ESTALAYO



VER DOS VECES LAS COSAS
Un canto a esta tierra

2 comentarios:

Constitución y los niños dijo...

Nunca me olvidaré aquellos crudos inviernos llenos de nieve en que quizás la necesidad nos obligaba ir a Cervera de Pisuerga. En la Venta Urbaneja había una subida infernal, ya desaparecida, imposible de sortear para llegar a los pueblos del valle de los Redondos. Esto nos obligaba a llegar a la venta Urbaneja caminando sobre la nieve para esperar al autobús de Duque y llegar a Cervera. Muchas horas nos pasamos en dicho lugar, como muy bien nos recuerda Froilán el lema era "acoger a los caminantes", tomando buenos vasos de vino tinto, los mayores claro está, para endulzar la vida y entrar en calor. Por la expresión en el rostro veíamos que era uno de los mayores placeres que les regalaba la vida.

Froilán De Lózar dijo...

Aquello que vivimos, amigo José Luis, nos curtió de algún modo y aprendimos a valorar lo poco que tenímos, que era todo.
Es un regalo Ver de nuevo la historia por esas cortinillas del recuerdo.
Un abrazo muy grande, querido y entrañable amigo.

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