En Aragón se habla mucho del proyecto de hacer navegable el Ebro: este año se han practicado algunos estudios por dos ingenieros, ingleses por supuesto. Los periódicos locales comparan el asombro de los campesinos al ver a estos individuos con el que ocasionaran Don Quijote y Sancho en los mismos parajes con su aventura de la barca encantada. Mucho se ha discutido también la comunicación entre Lisboa y Toledo utilizando el Tajo. Este gran río, de que todos hablan porque en su desembocadura se halla emplazada la capital del reino donde se produce el vino de Oporto, es tan poco conocido en España y fuera de ella como el Niger.
En Talavera sus aguas fueron teñidas, con sangre de valientes y alegremente reflejaron el brillo de las bayonetas triunfantes de Inglaterra; desde aquí se desliza, bajo los ruinosos arcos de Almaraz, hacia la desolada Extremadura en una corriente tan serena como el azul del cielo que le sirve de dosel, pero bastante fuerte aún para forzar los montes de Alcántara. Allí está el puente de Trajano, que merece hacer un viaje de cien leguas para verle. El resiste la corriente impetuosa en este punto y une las peñascosas gargantas; grande, sencillo y sólido, descuella como el esqueleto del dominio romano con toda la sensación de soledad y magnitud y el interés de lo pasado y lo presente. Tales son los hermosos paisajes que hemos contemplado y diseñado; éstas, las dulces aguas en que hemos mitigado nuestra sed y refrescado nuestros miembros. ¡Qué austero, qué solemne, qué emocionante es el Tajo de España! No hay ningún comercio establecido por medio de él; ningún buque inglés ha civilizado sus aguas como las de otros ríos de Francia y Alemania. Sus rocas han presenciado batallas, no escenas pacíficas; han reflejado castillos y prisiones, no almacenes o muelles; pocas ciudades se han edificado en sus orillas, como en las del Támesis y el Rin; es un río verdaderamente propio de España, el país del aislamiento y la soledad. Sus aguas no tienen barcos, sus orillas carecen de vida, nunca el hombre ha puesto la mano en sus ondas ni ha esclavizado sus saltos, libres e independientes.
Es imposible leer la maravillosa descripción del Danubio, de Tom Campbell, antes que su poesía fuera enturbiada por el humo de nuestros ubicuos barcos, sin aplicar sus líneas al salvaje Tajo:
«Yet have l loved thy wild abode,
unknown, unploughed, untrodden shore,
where scarce the woo man finds a road,
and scarce the fisher plies an oar;
for man's neglect 1 love thee more,
that art nor avarice intrude
to tame thy torrent's thunder shock,
or prune the vintage of thy rock,
Magnificently rude!»
Imagen: De Adolfobrigido - commons. El puente de Ajuda (en portugués Ponte da Ajuda) está situado sobre el río Guadiana, entre los municipios de Olivenza (España) y Elvas (Portugal).
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