“Corría el mes de Julio del año 1969…..”
Me presta iniciar este escrito como, mediado el siglo pasado, nos comenzaban los cuentos e historias a los chiguitos palentinos. El 11 de Julio se cumplieron 52 años de un hecho inolvidable cuando, de sobremesa en la Calle de las Monjas -ya no vivíamos en la de San Juan-, en nuestro primer televisor en blanco y negro vimos aparecer las imágenes del último viaje del Tren Burra. Su edad no era para morir pues sólo tenía 85 años y para un tren eso no es nada. Le sabíamos muy enfermo y en su batallar con camiones y coches había perdido. Apenas brillaba cuando lo utilizaban para filmar algunas escenas de películas del Oeste. El reportaje reflejaba sus últimos momentos y nos provocó abundantes lágrimas, a mi madre y a mí. Muchos eran los recuerdos y mucho lo que perdíamos. Mayor hubiera sido la emoción si mi recordado padre, ya fallecido, nos hubiera acompañado. Su vida estuvo totalmente dedicada al entrañable trenín. En 1911, con 17 años, comenzó a trabajar poniendo traviesas en el ramal de Palencia a Medina de Rioseco y, puesto en circulación, fue uno de sus primeros fogoneros, después maquinista y conductor del primer automotor a gasoil. Me hace feliz saber que fue muy querido y conocido por las buenas gentes del tren y por los lugareños como “El señor Julián, el maquinista”. Muchos han sido los testimonios personales que me lo han confirmado. Y me honra recordar que me conocieron como “Julianín, el hijo del maquinista”. La biografía del entrañable trenín es corta. Su nombre era “Ferrocarriles Secundarios de Castilla” y en 1884 comenzó a circular entre Valladolid y Medina de Rioseco. En 1912 inició su rodadura entre Palencia y Medina de Rioseco. Y en 1915 se puso en marcha de Medina de Rioseco a Palanquinos. Siendo tan breve su biografía su vida fue muy intensa, pues su lento rodar y su inconfundible traqueteo, renqueante y resoplador, dejando atrás el inolvidable penacho humeante, proporcionó mucha vida al ancestral Aratoi vacceo, corazón de Tierra de Campos, contribuyendo a sacarla de su secular aislamiento.
Grande es su anecdotario, relacionado con su proverbial lentitud. Se ha hecho consustancial a su nombre el bajar a coger uvas o para otros menesteres y montar a la carrera, especialmente en conocidas cuestas. ¡Cuántos viajes inolvidables, felices encuentros y tristes despedidas tuvieron lugar en sus andenes! Son muchos los recuerdos que me vienen a la memoria. Uno pudo ser vital para nuestro tren: “Corría la triste postguerra… Cuando tres amigos: El ministro del Aire de Franco, General Kindelán, el gobernador de León, D. Carlos Pinilla, y el alcalde de Valencia de Don Juan, D. Luis García, tenían completamente planificado el unir el aeródromo militar de La Virgen del Camino con el de Villanubla y el Tren Burra con su hermano, El Hullero, que va hasta Bilbao." Todo estaba listo para la firma final en el Consejo de Ministros pero, unos días antes, el general Kindelán “se esquinó con Franco”, según mi muy fiable informador. El Caudillo le destituyó y se fue al traste el proyecto, que hubiera supuesto la vida para el tren. Sólo me queda “Lo que aún puede ser”, para seguir teniendo memoria del entrañable Tren Burra, aparte de algunas recuperadas estaciones y la reconversión en Vía Verde del ramal palentino y otras partes de sus tramos para cicloturistas y caminantes. Y está pendiente la feliz idea de las Diputaciones de León y Valladolid de convertir, también en Vía Verde, el largo tramo de Medina de Rioseco a Palanquinos. Todo es merecedor de especial agradecimiento por los que estamos muy unidos al tren, siguiendo lo “De bien nacidos es ser agradecidos”. Espero que estas sentidas líneas hayan servido como mi penúltimo homenaje al querido Tren Burra, Secundario o Charango, que fueron sus nombres. Bien merecido tiene un homenaje institucional. Que así sea.
Una historia de Julián González Prieto
© CURIOSÓN
8 comentarios:
Bonita historia.....gracias por recordarnos un poco lo de este tren burra que tanta gente de esa época le ayudo en ir y venir a sus diferentes destinos.
La vida te va sorprendiendo de camino con estos recuerdos que son memoria viva del pasado más reciente. Es un placer disfrutar de los recuerdos de Julián que, desde León, ha vuelto a casa.
Naturalmente que mis propias vivencias durante sólo diez años junto a la iglesia de S. Miguel y la Compañia; aunque fueron muy felices y supusieron no sólo el inicio de esta familia, no me permitieron conocer personalmente el "Tren Burra" pero sí que escuché y viví el cariño y la añoranza del mismo. No mes extraña nada, ya que teniendo estas preciosas experiencias y anécdotas de Julián, que nos recrea en su precioso libro; uno se deja mecer en los mas maravillosos sueños de aquel tiempo tenue,dulzón "bajo la luz de membrillo"
Por ejemplo esta narración del "Último viaje" está llena de ternura y resulta tan cercana y entrañable que uno vive el dolor de una pérdida absurda y todavía reparable. Gracias .
Bonita y curiosa historia para mantener en la memoria.
Muchas gracias por compartir.
Me presta escribir un comentario sobre la noticia de la muerte del Tren Burra, de “lento rodar e inconfundible traqueteo, renqueante y resoplador, dejando atrás el inolvidable penacho humeante “. El Trenín se despidió en blanco y negro de Palencia y de la Tierra de Campos, hace 52 años, cuando contaba 85 años. Su muerte y funeral provocó llantos y rabia en Julianín y su querida madre. El Sr. Julián, su padre, fue el alma del Trenín, desde que puso las traviesas en las que se asentaron los caminos de hierro, por los que circuló el Tren Lento. Bien merece el Sr. Julián, fogonero y maquinista, una placa en su memoria, una calle en Palencia, en Rioseco, o en Medina, como mítico personaje del Tren Secundario.
En la Tierra de Campos aún se recuerda al maquinista Sr. Julián, y a su hijo Julianín, que acompañó a su padre en los viajes del Charango, un Trenín que comunicó a los pueblos perdidos y les sacó del aislamiento, les abrió a la prosperidad, fue testigo de historias, recuerdos y vivencias que darían para escribir enciclopedias.
Es testigo Julianín de la reconversión de los tramos en vías verdes y paseos, y opina que le falta al Trenín un merecido homenaje institucional. ¿Dónde hay que firmar?.
Me siento especialmente contento por la acogida que está teniendo mi modesto homenaje al Último Viaje del entrañable trenín.
Y muy agradecido a Luis, Froilán, los José Carlos y Alfonso, por el especial afecto que le mostráis, en vuestros comentarios. También a mi persona y a la de mi recordado padre.
Mi Vuelta a Casa, de la mano de Froilán y su Curiosón, me está resultando muy grata. Gracias
Recuerdo una de mis primeras excursiones ciclista de niño el ir a ver rodar una película de vaqueros por la Treinta desde mi Grijota natal. Fue un buen motivo para romper los límites topográficos impuestos por la autoridad paterna. Nunca más volví a verlo, no así la vía y los puentes y pasos para los caminos agrarios, cuando acompañé a don Cándido a llevar una potra a compartir el tiro harando en una finca por aquellos lares.
Después la vida me llevó por otras España y a mi regreso me veo paseando el bici por donde antaño hubiera traviesas.
Qué no hagamos lo mismo con nuestro Canal de Castilla, envidia inexplorada de tantos turistas y admiradores de monumental obra.
"Desde mi ventana el mar no se ve pero en el andén de la estación, oleadas de gente que el tren deja y se lleva, desde mi ventana puedo yo ver. Hay gente que ríe, que llora y, que por igual, se abrazan tanto si dicen adiós como si dicen hola"
No me canso de contemplar la vista que describo y en la retina de mi niñez perdura el recuerdo de la Estación Pequeña de Palencia para coger ese Tren Burra que, en sus asientos de madera y con su traqueteo, me llevaba a Villarramiel donde mi abuelo esperaba con el carro y la mula para cubrir el resto del trayecto hasta mi destino.
Gracias por acercarme a tan bonitos recuerdos.
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