Pasados los años, porque la memoria se va acopiando de otros datos, o porque comienzan las lagunas y te olvidas por momentos del nombre de las cosas, de las herramientas que manejas a diario; como te olvidas del nombre de las personas con las que hacía mucho tiempo que no te encontrabas, de la misma forma te olvidas también, un poco, de tu madre, que era, como la de cada uno, la mejor madre del mundo.
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Josefina Rodríguez Simal |
Yo la recuerdo feliz, no digo que fuera la más feliz aquellos días, porque es muy difícil medir los sentimientos, pero, en mi memoria, siempre veo su cara sonriente, su ánimo despierto para cualquier eventualidad que surgiera, manejando con tino aquellas jornadas tan largas, a medida que el Parkinson tejía sobre ella una especie de tela de araña que poco a poco iba reduciendo su movilidad, que incluso la paralizaba durante horas, acabando la jornada extenuada por completo. Era conocedora de su suerte y, temprano, en cuanto despertaba y se vestía, buscaba el camino del monte para respirar, para asomarse al sol, para coger cuanto pudiera de aquel aire, para alargar la vida, y pensar, y sentir, y soñar. Nunca me lo confesó pero estoy convencido de que pensaba con mucha intensidad en el precioso privilegio de estar vivos, y la oportunidad que le daba cada jornada para seguir soñando. Sabes que serán apenas unos días porque la vida es un instante de nada, que los avances no fueron suficientes, y para que no te embargue la negatividad, deducir si acaso que estás a un punto de dejar el infierno que aquel mal te depara. Yo describo en la novela Castilla la última de sus luchas, increíble que un cuerpo tan menudo resoplara como el volcán más grande, involuntariamente. Tenías la sensación de que se movía toda la casa. Jamás vi un desaliento en ella, ni una mala cara, ni una queja, ni un desplante. Jamás le oí decir, esto que me ha tocado, me está matando. Se evidenciaba en su rostro la tremenda fatiga, los temblores, el dolor, la pérdida del gusto y del olfato, la sudoración excesiva…, notas que fui dejando caer en un cuaderno a medida que avanzaba la noche.
Sólo le cayeron dos lágrimas fugaces cuando le dije que volveríamos a vernos cuando se recuperara. Ella sabía de sobra que allí terminaba su viaje.
LA MADEJA
Cada viernes en la tercera de Diario Palentino
6 comentarios:
La lectura de la Madeja de hoy, me trae recuerdos de mi madre, que falleció un 5 de abril del año 2015, Sábado Santo., día en el que le falló su corazón y murió en soledad, pero sin enterarse, estaba planchado, se sintió mal, y lo dejó todo en busca de refugio en su querido sofá, no le dio tiempo a sentarse, apoyó su cabeza en el asiento y se durmió para siempre.
Fue sin duda la mejor madre del mundo, como bien dice Froilán de lo que es cada madre para uno.
Afortunadamente sigo teniendo a mi madre, pero comparto la idea de que son un pilar que sostienen todo, la casa, las penas, las alegrías y decepciones, tan pequeñas pero volcanes con fuerza, esa es la palabra, fuerza a pesar de todo. Entrañable narración.
Querido amigo Froilán: Qué hermoso homenaje dedicas a tu madre. Más y mejor no se puede decir. Lo sabía de cuando leí tu Castilla, pero has vuelto a emocionarme. Los que tenemos un poco de fe sabemos que, por tanto y tanto, nadie mejor que ellas, nuestras madres, son merecedoras de esa Paz, tan anhelada por todos, que seguro disfrutan. Bien haces por recordarla feliz.
Que guapa es mi madre, digo es porque aunque se fue hace 21 años su alma sigue viviendo entre nosotros, yo me acuerdo prácticamente todos los días de mi vida.Gracias hermano por este sentido homenaje hacia ella.Su lucha y su valentia frente ala enfermedad siempre serán un ejemplo de vida para nosotros.
Bonito homenaje, Froilán, el que haces a tu madre en este corto artículo, pero que abarca mucho; porque mucho es el cariño que ellas nos han profesado siempre, mucho es lo que las debemos y mucho es también lo que las echamos en falta. Siempre nuestras madres en el recuerdo. Un abrazo.
Agradecido por vuestros comentarios y visitas.
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