¿Qué es, metafísicamente, el clasicismo? Decantarse deliberadamente del caos, de sus atractivos y de sus turbias orgías; abrazar y hacer carne nuestra todo lo que tiene forma, rehusando lo que no la tiene, o lleva trozos informes del caos en su forma incipiente; recrearse ante lo que es, y mantener a prudente distancia lo que está haciéndose; complacerse en la claridad, no en la ambigüedad y en el equívoco; darse límites y medidas para así detener la invasión de la jungla; arrancar de la naturaleza un bloque de mármol y hacer de él una columna, una estatua. La dinámica del clasicismo es este movimiento del espíritu yendo del caos a la forma, al número, a la clasificación, a la inteligencia.
Controlar el caos. Sin renunciar a la profundidad, aceptar las apariencias. Y, ¡quién sabe! quizás las apariencias, las superficies, las formas son lo único profundo. Porque, ¿qué es la llamada interioridad de las cosas sino entraña inquietante confusión, infierno y caos? Tocar las dulces epidermis, las arrugas de la realidad, complacerse en las formas, en los sonidos, en las palabras -todo esto es vivir, y aceptar el vivir y penetrarse del vivir; y conocer vitalmente, por encima del secundario conocer científico.
Quiere decir clasicismo acercarse cada día más a la expresión, no de las disonancias y de los raros sucesos, sino de los estados de armonía y de logrado equilibrio. Sólo estos enarbolan la duración, la superioridad y la sinsigne visibilidad del ejemplo; sólo estos suscitan la incitación; sólo estos estimulan y crean renacimientos efectivos. Así, los antiguos para nosotros; y así, nosotros para los que vendrán.
Clasicismo quiere decir elección de una determinada tradición humanista: quiere decir elección de una filosofía de la historia, cimentada por la experiencia, es decir, por el excepticismo, y que se esmera en servir la más alta memoria y practicar los más claros ejemplos de nuestra humanidad occidental. A nuestro movimiento le daría un nombre: Realismo humanista.
Juan Esterlrich
(Traducido del catalán por E.H.)
Ágora
Albacete, primavera de 1934
No hay comentarios:
Publicar un comentario