“Los hijos de los reyes, deben haber tales amas que tengan abundante leche y que sean bien cumplidas y hermosas y de buen linaje y de buenas costumbres, si tuvieren abundancia de leche y fueran bien cumplidas (físicamente perfectas) criarán a los niños sanos y recios. Y si fueren hermosas y apuestas las amarán los que crían y recibirán mayor placer cuando las vieran y se dejarán criar mejor y más amorosamente y con mansedumbre que es la cosa de la cual los niños necesitan para crecer mejor”. Sabias palabras de Alfonso X, atento a la gobernanza de su reino y, sin olvidar la importante tarea como padre: rodear al futuro rey de seguridad y medios para que, en época de muerte infantil elevada, el heredero de la corona, llegase sano a la edad en la que iba a convertirse en rey.
El período de lactancia duraba, más o menos, hasta los 18 meses, a veces, llegaba a dos años. Y, normal entonces, la atención o dádiva que la nodriza, por su buen hacer, recibía al término de la importantísima tarea. Así queda reflejado en diplomas y documentos. Cuando el infante crecía la persona, para acompañarlo y enseñarle buenas maneras, urbanidad en la mesa, conversar en público, respetar normas establecidas, aprender a leer, indispensable para conocer el Salterio y el Libro de Horas se elegía, también, cuidadosamente. Buen principio para quien, cumplida la edad, sería rey y ejemplo para súbditos.
Imagen: Luis XIV con su ama de cría
Charles Beaubrun, pintor francés
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