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Cañón de Río Lobos, paraje natural

Una forma distinta de recorrer el Cañón de Río Lobos





Alfonso Santamaría Diez
Sección de RUTAS en Curiosón


El Cañón de Río Lobos, puede que sea como dicen uno de los lugares más bonitos de España. Lo compruebas cuando te adentras en esta reserva natural que transita por espacios de provincias limítrofes, como Burgos y Soria, en medio de bellas sierras, entre ellas la de la Demanda, Urbión y Cebollera, que nos llevan a disfrutar en sus 25 kilómetros de una naturaleza única y pura de unos parajes con encanto especial. Todo es bello en este cauce de un río seco la mayor parte del año, lugar de paso de peregrinos a lo largo de los siglos.


El río Lobos se bautiza en Pinilla de los Barruecos (Burgos), y desemboca en el río Ucero, río de la localidad soriana del mismo nombre. El Cañón que forma el río es un paraje muy conocido por las rutas de senderismo y por su ermita románica templaria, situada en un privilegiado pedestal entre rocas, que me recuerda a la ermita palentina de Vallespinoso de Aguilar. Las distintas rutas transitan por terreno llano, siguen el curso del río, pero hay sendas circulares que remontan las laderas del cañón, con subidas empinadas, difíciles, con magníficos miradores que hacen que te olvides del esfuerzo.
 


El recorrido del río

No es fácil ver correr las aguas del río Lobos, si no ha llovido de forma frecuente y abundante, porque la mayor parte del año el río está seco, desde Hontoria del Pinar hasta las proximidades de la mítica ermita soriana de San Bartolomé. Este placentero paseo discurre entre espectaculares farallones que alcanzan alturas superiores a los 200 metros, farallones que con el paso de los siglos evolucionaron y cambiaron el paisaje para dar paso a una diversidad arbórea destacable, como los chopos y sauces que crecen junto a nenúfares, juncos y espadañas, alimento de culebras y víboras, ranas y lagartos.

Un canto divino te acompaña cuando caminas por la orilla del río, es el sonido agradable del agua que conquista y consigue que te aísles de los problemas diarios porque la voz del río que te llena de placer, durante ese fácil recorrido con amplios meandros que invitan a observar el caudal, el paraje y todo aquello que rodea a este cañón, incluida la vegetación y la observación del buitre leonado.
 


Entre farallones

Caminar entre farallones es disfrutar de nuevas sensaciones. Quien camina por el cauce seco del río se siente río, se siente agua, al tiempo que camina y eleva la vista a los cielos del cañón, para ver los caprichos de la naturaleza, acercarse a cuevas, simas y sumideros, además de una amplia variedad de follaje y especies arbóreas. Caminar entre tomillos, espliegos o aliagas, que decoran este árido suelo, es sentir en exclusiva la grandeza de una naturaleza oculta, bella, virgen, que llena tus sentidos de placer. No vas a encontrar ni desniveles ni dificultad alguna en este paseo tan satisfactorio para los sentidos.

El Puente de los Siete Ojos

Se trata de un puente imponente del siglo XVIII, con una longitud de 1000 m, para hacer frente a un cauce fluvial por el que en todo el verano y parte del otoño no discurre una sola gota de agua. Este puente es el punto de partida de la marcha corta, de unos 12 kms. La otra marcha, la más larga, de unos 25 kms, parte de la localidad burgalesa de Hontoria del Pinar y recorre todo el cañón hasta llegar al Puente de los Siete Ojos, con el mismo recorrido que la primera y el mismo final en las inmediaciones de la ermita.
 


Cuando el río está crecido

Precisamente este día que fui al Cañón del Río Lobos, encontré el río crecido y con exceso de agua, lo que impide patearlo por su cauce. El paseo se limita a seguir la orilla, hasta que el paso se hace imposible. No se puede cruzar por las grandes piedras y losetas preparadas para alcanzar la otra orilla y seguir el curso del río. Es entonces cuando, si quieres hacer la ruta y seguir el camino, debes subir por empinadas sendas marcadas con hitos de piedras. Hay sendas demasiado ocultas, perdidas y poco transitadas. Difícil empresa cuando vas mentalizado para hacer un recorrido llano, y tienes que salvar un duro ascenso que acelera el corazón. No es fácil la subida, menos mal a las paradas que te permiten volver la vista y contemplar el espectáculo de un Cañón que dominas desde arriba hasta que consigues coronar y pisar en lo más alto de los farallones.

Vistas increíbles desde los farallones

Una vez que asciendes por esas rampas a más de 200 mts. del cauce del río, ya estás en los cielos de esta Reserva Natural que te permite descubrir otro Cañón de Río Lobos, ese que sobrevuelan los buitres leonados. Todo es espectacular desde aquí arriba mientras caminas por parajes vírgenes y te topas con bosques de robles, salpicados de encinas, sabinares divinos, hierbas de todo tipo y olorosos tomillos. Te desvías del cañón y penetras en el bosque, no te puedes descuidar porque en un minuto puedes perder el rastro del grupo, y quedarte aislado sin comunicación y sin rumbo, sin brújula que te lleve, ni teléfono que te auxilie.

Estar allí arriba permite descubrir un paraje divino, que te aísla del mundo y del ruido, solo el sonido del canto de los pájaros se escucha, solo temes a la lluvia, mientras aprecias rastros y destrozos de jabalíes, pasos de corzos, huellas y excrementos de lobos y otros depredadores, pero te sientes tan seguro allá arriba que solo las nubes producen temores. Caminar entre tomillos, espliegos o aliagas, que decoran este árido suelo, es sentir en exclusiva la grandeza de una naturaleza oculta, bella, virgen, que llena tus sentidos de placer.
 


Un hábitat único

Por estas cimas y montes perdidos solo transitan y viven jabalíes, zorros, conejos y ardillas que se pasean entre sabinares, cipreses, pinares y robledales y pisan olorosos tomillos, espliegos y aliagas. Es primoroso encontrarte con líquenes y extensas alfombras de musgo y disfrutar de un espectáculo divino que te aproxima a la naturaleza virgen.

Caminar por sendas

Una vez que sales del bosque caminas por sendas que vienen y van y se cruzan, te sientes libre de bosques y follaje. Transitas en busca de un merecido premio al término de este bello paseo, que tiene un fin divino, cual es la visión y el encuentro desde el cielo con la ermita de San Bartolomé y esas imponentes paredes que escoltan el cañón, frente a la ermita, la Cueva Grande y sus pinturas rupestres.  Otra gruta es la Cueva de los Candelones, en la que las estalactitas crecen hacia los lados.
 


La ermita

Descender entre las rocas hasta los pies de la ermita es disfrutar de un espectáculo de aplauso, mientras sientes que contemplas un paraje único que posee una belleza insuperable. Difícil encontrar mejor final y meta a un recorrido extraordinariamente bello. Parece que la ermita templaria de San Bartolomé y el Cañón de Río Lobos lo hicieron durante la noche para nosotros.


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8 comentarios:

Manelbry dijo...

He recorrido este cañón dos veces, ya hace tiempo…y tu crónica me ha servido para rememorar la espectacularidad del paisaje así como la quietud, paz y silencio que se palpa en ese peculiar paraje. Una ermita de S. Bartolomé, único resto de un antiguo cenobio que te traslada a otros tiempos. Tiempos convulsos donde para buscar la paz interior era necesario retirarse lejos de los grandes caminos y de la civilización. El lugar es algo mágico… Magnífico reportaje Alfonso.

J. Javier Terán dijo...

Extraordinario reportaje sobre esta Ruta del Río Lobos, Alfonso; tanto en el aspecto narrativo de lo que te encuentras en el camino, como con esas fotografías tan a pie de ruta con las que nos deleitas en tu crónica. Resulta espectacular, desde luego. Yo recuerdo que estuve por esos parajes hace muchos años y me encantó. Saludos.

Herminio Revilla dijo...

Preciosos y misteriosos lugares que la propia naturaleza fue creando a través de los tiempos. Aunque nuestro amigo Alfonso nos lo describe con todo tipo de detalles, bien merece la pena perderse por aquellos lugares un día de primavera y disfrutar también de una buena ración de lechazo. Gracias por tus amplios y detallados comentarios.

FGC dijo...

Realmente impresionante lo que nos describes hoy, un bellísimo paisaje cárstico fruto de la erosión del agua sobre la piedra caliza y la formación del consiguiente cañón o garganta del río Lobos en las estribaciones del Sistema Ibérico, un paisaje excepcional que según lo narras parece que estuviéramos allí mismo, sintiendo todas esas emociones, esas dificultades que hacen que sean las nuestras al leerlo. Tienes esa capacidad con el lenguaje, hacer que vivamos y sintamos lo que nos cuentas, con detalles, además, de la flora y fauna que por allí abunda, que es muy rica y variada. Además de poder apreciar la belleza del paisaje, así como su diversidad geológica y de flora y fauna, nos mencionas, como gran colofón a una jornada senderista, esa belleza arquitectónica, como si de un premio al gran esfuerzo se tratara, (al menos para mí, que me encanta el románico), la ermita de San Bartolomé, completamente fusionada con el paisaje, una ermita de transición al gótico, otra belleza, esta vez humana, que complementa la belleza natural. No se me ocurre un paraje más adecuado para retirarse del bullicio y buscar esa paz y tranquilidad que ofrece este entorno y que tanto necesitamos hoy en día. Por otra parte, se puede apreciar, por las espectaculares fotografías que aportas, que lo disfrutaste mucho, que estuviste muy bien acompañado y que fue una experiencia inolvidable, digna de un artículo como este. Enhorabuena y gracias por hacernos disfrutar también.

Froilán De Lózar dijo...

Un bonito paseo que me devuelve al verano de 2022, cuando en compañía de Arantza y con lluvia, llegamos al puente los siete ojos, justo la mitad del recorrido. Fue un fin de semana largo en Soria, aunque nos quedó pendiente la segunda parte, desde el puente hasta la ermita de San Bartolomé. Me lo apunto. Gracias, Alfonso, por este bonito reportaje.

Alfonso Santamaría Diez (Autor) dijo...

Respondo a los cinco comentarios de un trabajo que he llenado de poesía, de un lugar que recomiendo visitar. Lo recomienda Manelbry, que con mi Crónica ha rememorado sus visitas al Cañón y el disfrute de su magia, así como el encuentro de la paz interior. A Javier Terán le gustan el reportaje, mi relato las espectaculares fotografías de un lugar con encanto. Herminio Revilla recomienda perderse por el Cañón de Río Lobos y admira mi descripción del paraje. A FGC le impresiona lo que describo, le parece estar allí mismo en esa garganta excepcional y siente mis emociones, y “esas dificultades que hacen que sean las nuestras al leerlo”. Aprecia además mis fotografías y siente como disfruté de la visita a este mágico Cañón. Gracias amigos.

José Antonio Marcos dijo...

Un comentario breve sobre esta crónica. Cada lectura que leo, de verdad, invita a conocerlo, y si ya lo viste, seguro que has quedado mucho por ver. Yo no lo conozco ¡habrá que preparar las botas!.

Otra cosa...
yo diría
"es prosa"
y POESÍA.

¡Qué bien describes, Alfonso! Sólo le falta al escrito ponerle una música de fondo o mejor... el susurro del agua.

Alfonso Santamaría Diez (Autor) dijo...

Amigo José Antonio tienes que ir a conocer el Cañón del Rio Lobos, en el que el susurro del agua es la mejor música que allí se puede escuchar, cuando el río enloquece tras las lluvias. Prepara las botas y la familia y no dudes recorrer esta Cañón mágico, que es a la vez prosa y poesía

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