debajo de una encina reposaba pacífico y tranquilo.
Desde su dulce estancia miraba agradecido
el bien con que la tierra premiaba sus penosos ejercicios.
Entre mil producciones hijas de su cultivo,
veía calabazas, melones por los suelos esparcidos.
(Decía entre sí mismo) ¿por qué la Providencia
puso a la ruín bellota en elevado y preeminente sitio?
¡Cuánto mejor sería que, trocando el destino,
calabazas, melones y pepinos pendiesen de las ramas!
Bien oportunamente al tiempo que ésto dijo,
cayendo una bellota, le pegó en las narices de improviso.
¡Pardiez!, prorrumpió entonces el labrador sencillo;
si lo que fue bellota, algún melón hubiera sido,
desde luego pudiera tomar a buen partido
en caso semejante quedar desnarigado pero vivo.
Aquí la Providencia manifestarle quiso
que supo a cada cosa señalar sabiamente su destino.
A mayor bien del hombre todo está repartido,
preso el pez en su concha y libre por el aire el pajarillo.
1 comentario:
¡Ay esos alejandrinos, pardiez!
El hombre puede ser muy arrogante, soberbio e ignorante: cierto. Mas ¿podemos asegurar, sin que nos tiemble mano o voz, que el mundo está bien hecho? Mejor aún: ¿que responde a un proyecto divino?
Publicar un comentario