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Viaje al corazón de La Pernía

Gonzalo Alcalde Crespo

Escritor y Académico palentino



Es uno de los parajes mas bellos y acogedores de La Montaña Palentina, ya que por su ubicación privilegiada en la parte más septentrional de la cabecera montañosa palentina, goza de todos los modelos de paisaje y geografía, que en esta parte de la Cornisa Cantábrica, se pueden admirar y contemplar. Para aproximarnos al corazón de "La Pernía", lo mejor es que nos lleguemos a la villa y cabecera de término municipal: San Salvador de Cantamuda. Antes, a mitad de camino habremos dejado atrás la Venta Morena y en la misma entrada a San Salvador, veremos la Venta Campa, La Taba y la Casona, buenos puntos para acceder a un buen refrigerio matutino o donde plantearnos ubicar el "campamento base" para esta correría que aquí vamos a proponer, porque en ninguna de estos sitios, nos faltará alojamiento y buena comida. Para acceder al burgo antiguo de San Salvador, tendremos que atravesar su puente medieval sobre el río Pisuerga (donde dice la leyenda que justifica el nombre que lleva el pueblo, que "la muda cantara") y sin haber llegado a su puebla histórica, nos sorprenderá la grácil fábrica de su iglesia parroquial, uno de los edificios señeros del románico palentino montañés. Su airosa espadaña la identifica y la hace destacar sobre el paisaje del entorno. Se dice, que fue iglesia de un antiguo monasterio y que tuvo categoría de colegiata, fechándose su edificación a finales del siglo XII. El Rey Alfonso VIII, la puso bajo la protección de los obispos palentinos, para los cuales creo el Condado de Pernía, cuyo titulo ostentaron los prelados palentinos, hasta épocas recientes. De esa época y otras posteriores, todavía se conserva el rollo o "picota" jurisdiccional, en medio de la plaza del pueblo, así como dos soberbias casonas blasonadas hidalgas.

Lebanza y la Abadía de Lebanza, distan dos y tres kilómetros de San Salvador de Cantamuda. El Cueto de Polentinos ( 1.681 metros), Montejerino ( 1.502 metros) y Peña Carazo ( 2.012, metros), las dejan sumidas en una cerrada vallejera, donde la naturaleza derrocha galanura, a cuyos paisajes agrestes pone el diminuto y recogido caserío del pueblo de Lebanza una nota de color y pintoresquismo. Su casco urbano, es un bello rincón con excelentes muestras de la arquitectura tradicional más vernácula de la montaña palentina. El actual edificio de la Abadía de Lebanza, nada tiene que ver, según parece, con el originario del siglo X, que fue fundado por los condes Alfonso y Justa (año 932), los mismos que fundaron la joya mozárabe de Santa María de Lebeña, en el vecino valle cántabro de Liebana. Todo esto nos hace suponer, que en el antiguo solar que hoy ocupa la actual abadía, existió una más antigua mozárabe del siglo X; con los restos de la cual, y ya en el siglo XII, el obispo don Raimundo, primer conde episcopal de La Pernía, reedifico otra románica, de la cual solamente han quedado algunos capiteles que hoy se conservan, en el Fogg Art Museum de la Universidad de Harvad (Cambridge) Massachusetts (EEUU). Lo que hoy observamos allí, es fábrica del siglo XVII en estilo neoclásico y hasta tiempos recientes se utilizó, como Seminario Menor, dependiente del Obispado de Palencia.



Por encima del pueblo de Lebanza y atravesando el Portillo o Collado de la Matora , en una travesía solo recomendada para montañeros andarines, se pude dar vista y descender a una de los rincones humanos más bellos del valle de Pernía: Lores. Acogedor y bien recuperado núcleo urbano, donde se esta haciendo todo lo posible por devolver a su casco urbano, todo el aspecto tradicional de la buena y bella arquitectura popular, que existía en la Montaña Palentina. Destacan en él algunos rincones llenos de sabor tradicional, así como su iglesia parroquial que domina al pueblo desde una pequeña loma y la diminuta y recogida ermita advocada a San Roque, en el centro del pueblo.

Si desde Lebanza, optásemos por volver a San Salvador de Cantamuda, muy cerca de él, encontraremos el somontano pueblecito del El Campo, dominando la depresión que organiza el río Pisuerga a su paso por las campas de San Salvador. Un kilómetro adelante, cerca de la Venta Urbaneja a los mismos pies de la Peña Tremaya ( 1.432 m.), la desviación para acceder al ya descrito pueblo de Lores o al valle cerrado de Redondo, artesa natural por la que discurre el río Pisuerga, que en él nace y de él hace su cuna. Cerca del Molino de Sopeña, el acceso al pequeño rincón de Los Llazos, más adelante Tremaya, cuya puebla se asocia con la pirámide calcárea que le presta nombre, sobre la cual existió un castillo, desde el cual se conformó la vieja leyenda de la fundación de San Salvador:

Los Llazos miraba al frente
junto al peñasco Tremaya
y allí cerca los tres barrios
de Redondo contemplaba.


Adelante de Tremaya, avanzando por encima de la margen derecha del Pisuerga, los hoy dos Redondos: San Juan de Redondo y Santa María, aunque la misma leyenda habla de tres:

En medio Santa María,
San Juan a la bajera,
y por cima San Martín
que después se despoblara.


Dos bellos reductos humanos, cuyo origen se remonta a los primeros tiempos de las repoblaciones: campos rotundos, cotos redondos. De los que muy posiblemente fue origen, el desaparecido Monasterio de Santa María de Biarce, del que únicamente quedan sus escuálidas ruinas a los pies de las enhiestas Peñas del Moro y el nombre del arroyo que los baña: Rubiarce. Desde el último de los pueblos Santa María de Redondo, se puede penetrar dentro del Valle de Redondo, recomendando - especialmente - que la visita se realice andando, para mejor disfrutar de uno de los reductos naturales de mayor valor ecológico de la Cornisa Cantábrica. Sus bosques, cuajados de riquezas faunísticas y botánicas, se instalan dentro de unos marcos paisajísticos idílicos y autóctonos, escasamente maltratados y bien conservados. También podemos aprovechar la excursión para acercarnos a visitar la Cueva del Cobre o Fuente Cobre, el Sumidero del Sel de la Fuente y el Circo glaciar fósil de Covarex, a los mismos pies de Valdecebollas.

Saldremos del Valle de Redondo, por el mismo camino que entramos y seguiremos la ruta hasta el confín geográfico de la provincia. En la ruta atravesaremos los pueblos de Areños y Camasobres, habiendo dejado a un lado la desviación a Casavegas. Plácidas aldeas, todas estas, tendidas sobre los bucólicos praderíos entresacados a las laderas y los montes próximos. Cresteras calizas, nos cierran amenazantes el horizonte y sin darnos cuenta entraremos en el estrechamiento de las Hoces de Piedrasluengas, tajo abierto en uno de los cordeles calizos que desciende de la blanca pirámide de Peñabismo (1.735 m .), que soberbia y altanera, se mira en el bello rincón de Piedrasluengas: pueblo, "puerto" y mirador sobre el Valle de Liebana, en cuyo fondo - en días claros - se nos representara toda la grandeza del macizo de los Picos de Europa.

Mientras estemos distraídos, sobrevolando imaginariamente, con nuestra vista sobre el profundo Valle de Liebana; a nuestra espalda, los negros paredones, del "tocón geológico" de Peña Labra (mojón de Castilla) ( 2.020 m.), nos observara, escoltado un poco más allá por sus compañeros montanos de Pico Tres Mares (2.175 m.), Cuchillón ( 2.172 m.) y Cueto Mañinos ( 2.100 m.). Toda una columna vertebral serrana, que separa la provincia de Palencia, de la vecinas tierras cántabras del Alto Campoo.

© Gonzalo Alcalde Crespo
Reportaje fotográfico: José Luis Estalayo
En las fotos, lugares de La Abadía de Lebanza, El Carazo y Peñas del Moro
Otra entrada en curiosón de Gonzalo Alcalde: Vitruvio

2 comentarios:

Unknown dijo...

Preciosas fotos de un, aún más, precioso paisaje...
Me he ido imaginando el trayecto según, y tal y como, lo iba contando tu amigo Gonzalo, sin verlo me he sentido fascinada... gracias Froi por traernos alguno de los maravillosos rincones de tu tierra, besotes y linda semana, ¿recuerdas que escribo en WordPress? te invito a visitarme también allí,

Alfonso Santamaría dijo...

La figura de Gonzalo Alcalde Crespo es alargada, no hubo nadie que conociera la provincia como él, y de escribir de forma tan bella este viaje suyo al corazón de La Pernía. Gonzalo, que pena, no ha tenido el reconocimiento a su valía, de un todoterreno que dominó la arqueología, que sabía de tradiciones y costumbres, de cánticos, panderetas y dulzaina. Que fue capaz de hacer un inventario de todos los monumentos de Arquitectura Civil, que vivió la espeleología y nos dio a conocer la arquitectura hipogea de las bodegas de Astudillo. Que formó su propio equipo de investigación y triunfó divulgando las comarcas naturales de la Montaña Palentina, además de inventar esta denominación, Montaña Palentina, que tanto se utiliza ahora. Se agotaron varias ediciones de sus meritorias publicaciones lo mismo ocurrió con sus Rutas por la Montaña Palentina y sus Rutas y senderos.
Cuando me miras, Gonzalo, con esa mirada limpia, me apena la injusticia que se ha hecho contigo.

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