Arando estaba el buey,
y a poco trecho la cigarra,
cantando, le decía:
-¡Ay!,¡ay!¡ Qué surco tan torcido has hecho!
si no estuviera lo demás derecho,
usted no conociera lo torcido.
Calle, pues, la haragana reparona;
que a mi amo sirvo bien, y él me perdona
entre tantos aciertos un descuído.
¡Miren quién hizo a quién cargo tan fútil!
¡Una cigarra, al animal más útil!
Mas ¿si me habrá entendido
el que a tachar se atreve
en obras grandes un defecto leve?
1 comentario:
Muy interesante.
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