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Así viví la visita de los Reyes a Brañosera
El lunes he vivido un momento histórico que no olvidaré. Los Reyes Don Felipe y Doña Letizia han visitado Brañosera para presidir el acto de celebración del 1.200 aniversario del Fuero de Brañosera, considerado el primer Ayuntamiento de España gracias a su Carta Puebla del año 824.
📍 Brañosera, Montaña Palentina | 3 de junio de 2025
JOSÉ LUIS ESTALAYO
A pesar de tener contacto directo con el alcalde, Jesús Mediavilla, no fui informado de que era necesario inscribirse previamente, no solo para subir al autobús desde Barruelo de Santullán, sino también para acceder a las conferencias que se celebran en una carpa instalada en el pueblo. Lo intenté por varios medios, incluso, caminando, pero los controles fueron muy estrictos. Cuando ya quedábamos muy pocos esperando, conseguimos finalmente llegar a Brañosera. Justo a tiempo: los Reyes llegaron al filo de la 1 de la tarde y nos saludaron con una cercanía y una generosidad que les honra. Fue un momento breve pero muy especial.
Mientras los veía acercarse, me vinieron dos recuerdos muy vivos:
🟡 El primero, de hace muchos años, cuando el Rey tenía solo nueve años. Yo vivía entonces en Huaraz, una ciudad en los Andes peruanos, y formé un pequeño equipo de fútbol con niños de su misma edad. No tenían uniformes, así que escribí al entonces Príncipe Felipe. Un mes después, aquellos niños estaban orgullosamente uniformados. Fue un gesto que nunca he olvidado.
🟡 El segundo, en México, donde visité a una niña que estaba gravemente quemada y llevaba mucho tiempo hospitalizada. Le pregunté qué le gustaría hacer en la vida, y me respondió: “Ver a los Reyes”. Conseguimos que fuera recibida en el Palacio de la Zarzuela. Recuerdo el momento con una emoción difícil de describir: la Reina se agachó para saludar a la niña, y esta, con toda la inocencia del mundo, le preguntó: ”¿Dónde está la corona?” Tal vez ella pensaba en los Reyes Magos… Fue un instante de ternura pura.
Actualización Sep2025 |💥+818👀
Aquel ingrato momento de un amigo
Adriano Domínguez era mi amigo, y me dolió la noticia. Adriano Domínguez era mi admirado amigo y cuando un amigo mío es maltratado me indigno, grito, me rebelo, y escribo. Adriano llevaba unos meses en León, después de una desafortunada caída que le impidió seguir disfrutando de su apartamento en Madrid y de todo lo que la capital implicaba para él: allí estaban sus amigos, sus compañeros de profesión y sus recuerdos más queridos.
León lo acogió con cariño porque un hijo suyo eminente volvía a sus raíces. Su estancia en una flamante Residencia para Mayores de la capital leonesa era todo lo agradable que pueden serlo estos lugares, -melancolías y silencios, pasos lentos y días que se suceden con la esperanza de ver aparecer en el umbral de la puerta a alguien que ayude a desperezarse de la monotonía…
La soledad en esos lugares es lo más terrible, pienso yo; y, si como él, se goza de la más absoluta lucidez, pues peor.
Allí había encontrado una amistad entrañable, con la que compartía charlas y atardeceres, paseos y recuerdos…
El tiempo transcurría más acogedor, pero a alguien no le pareció bien y se encargó de separarlos. Y de forma injusta y cruel, se les prohibió sentarse juntos a la hora de comer, y luego, le fue comunicada a mi amigo la irrevocable resolución de que tenía que abandonar la Residencia… Vamos, que lo echaron como a un perro, a él, a una de las figuras más eminentes que ha dado León, a quien deberían agradecer los leoneses horas y horas de magistrales interpretaciones haciendo revivir en escena pasiones, amores y muertes en nuestro teatro y en nuestro cine.
Intervino en más de 130 películas, figuras míticas como Olivia de Havilland, Lee Remick, Brigitte Bardot o Alfredo Kraus fueron sus compañeros y amigos (una no se cansaba de oírlo cuando nos contaba anécdotas de su vida brillante con aquella memoria portentosa, y su voz suave y contundente a la vez…)
Pues bien, a él, a mi amigo Adriano Domínguez le echaron de la Residencia “por problemas de convivencia”, según se quiso justificar. Pero por debajo subyace la verdad, y la verdad tiene nombres concretos: egoísmo, inexplicables intereses, injusticia y crueldad con una persona que dio todo lo mejor y entonces no puede defenderse, y lo peor de todo, ingratitud… Viene a mi memoria la imagen de Miguel de Cervantes, quien en sus últimos años vivía con gran pobreza y abandono, a pesar de ser conocida su figura internacionalmente. Pues bien, cuando fue visitado por un embajador francés, éste quedó perplejo al ver su situación y se preguntó cómo era posible que un hombre como aquel “no estuviera protegido del erario público, y con todo tipo de honores”. Sobran los comentarios y los símiles.
Allí había encontrado una amistad entrañable, con la que compartía charlas y atardeceres, paseos y recuerdos…
El tiempo transcurría más acogedor, pero a alguien no le pareció bien y se encargó de separarlos. Y de forma injusta y cruel, se les prohibió sentarse juntos a la hora de comer, y luego, le fue comunicada a mi amigo la irrevocable resolución de que tenía que abandonar la Residencia… Vamos, que lo echaron como a un perro, a él, a una de las figuras más eminentes que ha dado León, a quien deberían agradecer los leoneses horas y horas de magistrales interpretaciones haciendo revivir en escena pasiones, amores y muertes en nuestro teatro y en nuestro cine.
Intervino en más de 130 películas, figuras míticas como Olivia de Havilland, Lee Remick, Brigitte Bardot o Alfredo Kraus fueron sus compañeros y amigos (una no se cansaba de oírlo cuando nos contaba anécdotas de su vida brillante con aquella memoria portentosa, y su voz suave y contundente a la vez…)
Pues bien, a él, a mi amigo Adriano Domínguez le echaron de la Residencia “por problemas de convivencia”, según se quiso justificar. Pero por debajo subyace la verdad, y la verdad tiene nombres concretos: egoísmo, inexplicables intereses, injusticia y crueldad con una persona que dio todo lo mejor y entonces no puede defenderse, y lo peor de todo, ingratitud… Viene a mi memoria la imagen de Miguel de Cervantes, quien en sus últimos años vivía con gran pobreza y abandono, a pesar de ser conocida su figura internacionalmente. Pues bien, cuando fue visitado por un embajador francés, éste quedó perplejo al ver su situación y se preguntó cómo era posible que un hombre como aquel “no estuviera protegido del erario público, y con todo tipo de honores”. Sobran los comentarios y los símiles.
Actualización Sep2025 | +210👀
Como en Canarias
Llevo cuarenta y cinco años colaborando en prensa. Y se va acercando el momento de cerrar esta madeja definitivamente. Aunque ya he tenido sonoros tirones de orejas por los colaboradores de este diario, no han faltado felicitaciones de amigos desde todos los ámbitos, sin imaginar que esto fuera como un cumpleaños o un aniversario de bodas.
Lo cierto es que, los compañeros de la empresa de deporte donde he trabajado los últimos quince años, que son como hijos para mí, decidieron hacerme una despedida. ¡Te vamos a llevar a Canarias! No, olvidaros que yo no voy a ningún lado. Comemos en algún sitio, vamos a bailar al Moma y con eso ya me doy por satisfecho. Que va. Ellos a lo suyo. Tú prepara la maleta con algo de ropa, coge un bañador y allí ya tendremos lugares para comer y bailar. Yo intuía que aquel viaje no iba a producirse, pero algunos son muy traviesos y no las tenía todas conmigo. Ahora ya saben que las despedidas se celebran lo más lejos posible, y aunque les dejé claro que yo no era un muñeco, ellos siguieron amenazándome a diario con un viaje. El 12 de abril, un sábado cualquiera, yo me levanté a las nueve como cada día de mi nueva vida, bajé a desayunar y después me fui a hacer mi paseo diario de 5 kilómetros, que es lo que me mantiene en forma. A las 14, cuatro compañeros a la puerta de casa. Coge la bolsa que nos vamos. No tengo ninguna bolsa. En San Mamés, después de sortear a otro grupo que venía con una pancarta para desearme buen viaje, bajamos al andén y cogimos el autobús al aeropuerto. No lo tenía claro, porque me dijeron que otros dieciséis compañeros viajaban con nosotros. La duda crecía porque me iban ofreciendo rutas por Canarias y centros de ocio para los cuatro días. Pero bueno, se arrepintieron y nos apeamos en la Plaza Moyua, porque llegaba la hora de comer y ahí quedó el sueño tan amenazante de Canarias.
Por qué les cuento esto. Pues sencillo. Estamos hartos de ver cada día puñaladas, muertes sin sentido, odio por doquier, rivalidad política. Y esto me pareció la gloria. Llegar a Indautxu y encontrarme a mogollón de amigos y compañeros fue mejor que cualquier viaje a ningún sitio. Allí estaban los que se fueron a otras instalaciones, los que cambiaron de trabajo y quienes siguen en Azkuna actualmente. Ya se pueden imaginar ustedes la sensación tan placentera encontrarte con tantas personas que te valoran y te quieren. Quiero desde esta madeja dar las gracias por tanto cariño, por tanta amistad, por tanto amor. Es evidente que os quiero un montón. Sois mis hijos. Perdonar los días que no estuve a la altura. A vuestro lado he vivido los mejores momentos y así no cuesta ir a trabajar. Que os quiero, coño. Que sois el mejor equipo que uno podría tener. Que la vida sin estos detalles no tendría aliciente. Gracias.
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Ocio es liberación
No leo revistas del corazón. No me interesan. Cada uno tiene su modo de entretenerse o de utilizar el tiempo libre, de ocio, suele decirse en lenguaje más o menos coloquial.
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Retrato | Francisca González del Castillo |
Nunca tuve mucho, pero tanto mi marido como yo, por fortuna supimos aprovecharlo bien. No hace falta decir que en la variedad está el gusto, ni que cada persona es libre para hacer de su capa un sayo.
Ocio es liberación. Hubo veces que lo cambié por trabajo y digo trabajo real y cansaba pero la paz que sentía luego era tan grande que merecía la pena. Uní ocio/viajes, ocio/aprendizaje, ocio/patear rutas, ocio/conocer ciudades, ocio/aprender, ocio/escribir, ocio/leer cuanto pude y puedo, ocio/ordenar espacios que luego ocupo con otras cosas que me gustan. Ocio/mantener unidas a un grupo de personas durante la pandemia y en los días que van transcurriendo, salvo dos buenas amigas que se fueron sin permiso al viaje del que es imposible volver. Lo hago mediante llamadas al móvil, mensajes y llamadas de teléfono -cuando la voz no se me convierte en hilo delgado o afonía duradera y persistente- a pesar de ir a clase con Sara -una excelente profesional- que debe sentirse frustrada pues ella pone todo el interés para que yo, al menos, me pueda defender, con algo de ese don divino de la palabra hablada. Un regalo, que se toma vacaciones sin permiso; me pasó por la emoción una gran pérdida; forma en la garganta un muro infranqueable a pesar de que tomo infusiones, miel con limón y haga que, la hierba del cantor, haciendo ese ruido tan tonto allá en el fondo de mi garganta, logre pocos avances.
A pesar de mis aficiones que van desde el ganchillo, punto, frivolité, encaje de bolillos o labores de lagartera y para esas no se necesita hablar, y tampoco ahora practico. Como tampoco navego por paraísos-bosques de Internet, salvo cuando necesito información o buscar algún dato. Será porque las redes sociales me huelen a sacrificio como las redes que en Villagarcía de Arosa, al volver de la pesca los hombres, ellas, repasaban para tenerlas prestas para que de mañana, el marido, saliese de nuevo a la mar y no se escapara ni un pez. Leo que en España los jóvenes navegan por las redes y un 1,5 % está enganchado. China, Taiwán Y Corea nos ganan. Ojalá no nos igualemos.
El viento idiota de Peter Kakdheim
¿Cambiaría algo nuestra vida si volviésemos a vivirla? Esa es la pregunta que se me ocurre después de meterme de puntillas en la vida de Peter Kakdheim, autor de un solo libro: “El viento idiota”, editado en España por Planeta, donde cuenta cómo se dejó llevar por el huracán de las drogas al inicio de una carrera prometedora como autor y editor. Licenciado en Literatura Inglesa por la Universidad de Dartmouth (Estados Unidos), este admirador de Roberto Bolaño se murió de repente el último viernes de octubre mientras recitaba un monólogo en la sala Cronopios de la ciudad condal, la que iba a ser su primera actuación en público y en español.
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Peter Kakdheim | @Mané Espinosa | |
Pero eso de morirnos, que nos puede pasar a cualquiera, cualquier día, por muy despistados que estemos viendo ingenuos pasar la muerte de otros, es una verdadera putada cuando habíamos encontrado la puerta de salida y el mundo esperaba con cierto interés una historia de verdad entre tanta mentira.
Un hilo de la madeja
Todas las pandemias dejan un lastre inmenso de damnificados. Miles de personas que caminan sin rumbo, rotos todos los hilos que les mantienen atados a la esperanza y donde se hace necesario recibir ayuda de almas caritativas, que las hay, menos mal, que se vuelcan con las causas ajenas, como enfrentados y contrarios a toda esa farándula televisiva donde van desfilando a diario personajes variopintos a cambio de un contrato millonario y sus huestes millonarias de seguidores.
La madeja de la pobreza no tiene fin. Tiras de ella y vuelve a llenarse con historias que te ponen los pelos de punta. Pero como no te ha tocado a ti y tienes mucha prisa en seguir caminando mientras puedas, porque el tiempo es una lucha que tenemos perdida, enseguida se queda esa madeja en el olvido, entre el montón, allá, tirada. A nosotros no nos interesa demasiado que se repita de contínuo esa cantinela de penurias, que bastante tenemos con lo nuestro. Que nada nos impida seguir nuestro camino, que es un camino lleno de beneplácitos, de aplausos, de triunfos. "Nosotros lo que queremos es brindar y basta ya de quejas y miserias".
Somos tan chulos que creemos que las madejas no se agotan nunca, que la vida no pasa como un rayo, que hay madeja para toda la vida, que a las madejas no les pilla el virus, que las madejas buenas no traen hilos terciados. Después de esta pandemia, un millón de personas están a punto de ingresar en esa madeja de los cuatro millones que viven de milagro, en la más absoluta de las miserias, con escasas ayudas, sin espectadores ni premios que compensen la hambruna. Y aunque no quieras, con el avance de la tecnología te llegan al correo cada día peticiones de firmas y aporte de dinero para gente que sufre desahucios, gente que pide comida, un techo para pasar la noche. Las cifras de quienes buscan alimento y cobijo crecen alarmantemente y recuerdo la premonición que hizo un vagabundo en una cadena de televisión: “¿Es que ustedes no lo ven? En un futuro próximo, mucha gente vivirá en la calle”. Nadie medianamente cuerdo, ni palpándolo, se da por enterado que pendemos de un hilo de esa madeja, que todo está contado, que no necesitamos equipaje, que nos sobra casi todo, que hoy estamos y mañana no estamos.
La tragedia de los faquires
💭 Impresiona el documental de Tamara García, y oír los relatos de ilustres y pioneros montañeros de la época.
25 años haciendo bolillos
Desde siempre había deseado aprender a hacer bolillos. Mi origen galaico y el haber escuchado de pequeña el sonido rítmico e incitante de los bolillos, sin entender muy bien su significado pero sintiendo una especie de fascinación cuando veía a aquellas mujeres sentadas con ellos, horas y horas, creo que tuvo mucho que ver en ello.
Los avatares de la vida me trajeron a Palencia, y aquí, por esas cosas caprichosas del destino, alguien me dijo que se podía aprender a hacer bolillos en unas clases patrocinadas por el Ayuntamiento, y allí me fui… Desde el primer día –y ya hace unos cuantos años de esto-, me encontré con un grupo de mujeres acogedoras y amables, comprensivas con mi falta de tiempo, con mis prisas y mis ausencias.
Esas mujeres, de varias generaciones, hacen arte con sus manos y lo proyectan con cariño en sus seres queridos: “estos guantes para la boda de mi hija, este pañuelo para mi sobrina, aquel pañito para una amiga…” Con sus manos y su ilusión, fabrican alegría y dan mucho de sí mismas. Ahora que formo parte de ellas, veo que estas clases son una forma admirable de conservar una hermosa tradición y de unir, además, a varias generaciones de mujeres que tenemos en común el activo movimiento de nuestras manos y la charla animada o el silencio mientras trabajamos. Pero hagamos un poco de historia y remontémonos al origen del encaje de bolillos, que se fija a mediados del siglo XVI y se disputan su origen venecianos y flamencos; aunque también se sabe que a finales del siglo XV ya se realizaban estas labores en varias localidades españolas, y es casi seguro que su procedencia fuesen los conventos de monjas. España, Italia y Flandes, se disputan, pues, el gran honor de haber inventado el encaje de bolillos. A partir del siglo XVII esta tradición se extendió rápidamente por toda Europa, teniendo su máximo esplendor en las golas o gorgueras, cuellos, vuelillos de bocamangas (“puñetas”), cortinajes, y también en las maravillosas mantillas de blonda, hechas de bolillos, que estuvieron de moda en el siglo XVIII. La palabra “ENCAJE” aparece documentada en la primera mitad del siglo XVI, y significa “labor tramada, encajada entre dos telas”. En España, hasta los años cincuenta era frecuente enseñar estas técnicas a las niñas en las escuelas, aunque el aprendizaje se hacía en el propio hogar y pasaba de madres a hijas. La actividad, como ahora, se hacía en común, en la calle cuando las temperaturas lo permitían, y era un lugar de encuentro y un pretexto de charla para las mujeres. El sonido de los bolillos cuando se trabaja con ellos es claro y limpio, con un suave ritmo interno que me encanta… Acabemos con una definición que me parece muy acertada: “El encaje de bolillos es una de las expresiones más bellas del arte decorativo y también es una muestra de la mentalidad más refinada que ha presentado hasta ahora la historia social” (C. Carlier).
Imagen:
De User: Blahedo - commons
Actualización Agosto2025 | 569👀
Cada vez más indefensos, cada vez más solos
No podemos estar más de acuerdo. Y aunque en el "Semanal", donde lo publica habitualmente, seguro que ha recibido miles de lecturas, no está de más repetirlo aquí para que ninguno de nuestros seguidores y amigos se lo pierdan. Tal vez de tanto repetirlo quede el mensaje de que estamos solos e indefensos frente a tantos políticos como pregonan cada vez que se convocan elecciones su intención de conducirnos a una felicidad que solo logran a medias y a escondidas para ellos.
Miro alrededor y me pregunto cuánto va a durar. Durante cuánto tiempo los vecinos del barrio, la gente trabajadora y de condición modesta, y sobre todo los de más edad, podrán todavía situarse ante esos tres rostros amables, conocidos, en los que confían para gestionar sus cuentas. La rapacidad y codicia de las grandes firmas bancarias, su despiadada búsqueda ciega de beneficios a toda costa, lleva tiempo liquidando estas pequeñas sucursales, esos reductos donde la humanidad todavía es factor decisivo. Donde el cliente encuentra un rostro, una conversación, un consejero y a veces un amigo.
Cada vez que se saluda con trompetazos la fusión de dos grandes entidades bancarias, la experiencia hace que te preguntes cuántas sucursales sacrificadas significa eso, cuántos empleados van a ir a la calle, cuántos abuelos se quedarán sin su Pepe, sin su Paco, sin su Manolo. Cuántos clientes serán condenados a peregrinar a otra oficina lejana hasta que también ésa sea clausurada, al servicio de caja que ya cierra ¡a las 11,30 de la mañana! y pronto será inexistente, al frío cajero automático, a la comunicación bancaria que te informa de que en adelante no habrá más comunicaciones por correo, y avisa al pobre abuelete de que si no aprende a manejar claves, contraseñas y aplicaciones de un teléfono móvil de última generación, o si no tiene un nieto o un hijo que sepan moverse por Internet y se ocupen de eso, en adelante lo va a atender el banco de Rita la Cantaora.
Es asombroso el silencio cómplice de los medios informativos, incluso la sumisión de los clientes, ante la impunidad con que los bancos reducen gastos y procuran mantener intactos sus beneficios. Siempre fue así, por supuesto; nunca una entidad bancaria buscó el bien de la humanidad. Tales son las reglas, y se aceptan. Pero la actual falta de pudor, el modo infame con que, pretextando facilitar el servicio, acorralan a quienes no tienen más remedio que confiarles su dinero, tiene cada vez menos límites. En esta España donde el expolio sistemático por parte de Hacienda impide a un trabajador guardar en su casa el dinero que gana y pagar con él lo que desee, donde hasta sacar dinero de la propia cuenta bancaria y dárselo a un hijo se ve penalizado con impuestos, donde no sólo no cobra intereses el depositario, sino que pronto deberá pagarlos para que le ingresen la nómina, donde se obliga a usar tarjetas de crédito y operar vía Internet con el riesgo y la vulnerabilidad que eso implica, donde ningún banco se compromete a reembolsar el total de una cuenta corriente cuando todo se vaya al carajo, la indefensión de los usuarios es total y la impunidad de las entidades, absoluta. Nadie les pone límites, nadie les para los pies, nadie los obliga a garantizar servicios elementales, atención razonablemente humana, seguridad operativa para quienes, privados de otra opción, se ven obligados a confiarles sus ahorros.
Tal es el triste presente, y todo indica que irá a más. A peor. Atados a una madeja de contraseñas, toques en móviles, aplicaciones que convierten en un calvario lo que antes se solventaba en una sucursal mediante un rato de espera, un papel y una firma, obligados a moverse por un mundo virtual que ni conocen ni les interesa conocer, millones de abuelos, y no tan abuelos, miran hoy desconcertados la pantalla de un teléfono móvil con las siglas de un banco a cuyos accionistas, gerentes y técnicos, ajenos a la realidad inmediata de la vida, les importan literalmente un carajo. Y que, para más recochineo, te tutean en sus comunicaciones en plan compadre y oye, chaval, como si alguna vez hubieseis tomado copas juntos. Los hijos de la grandísima puta.
Actualización Agosto2025 | +489👀
Lo mejor de ‘XL Semanal’
Imagen
Imagen: Pumar59
Arturo visto en Marca
Cálido homenaje a la mujer palentina
Entre las homenajeadas, nuestros colaboradoras Beatriz Quintana Jato y Carmen Arroyo.
Goce
Usamos en castellano la noción de goce igualándola a la de placer
Tristeza
De todas las malas artes que solemos desplegar con los niños, pocas como las de sustraerles el encuentro con la tristeza para llevarlos de viaje una y otra vez exclusivamente a los barrios de la alegría, tanto que produce vergüenza esta exaltación al disfrute permanente, a la fiesta perpetua, a la ausencia de la verdad completa de la vida, sin calcular el daño que, a la larga, así infligimos.
“¿Por qué todo ser excepcional es melancólico?”, en el Problema XXX ya Aristóteles formuló la pregunta por la tristitia y su observación de que era habitual para las personas eminentes, los grandes hombres. Pero deberíamos reclamar ese derecho a la tristitia para todos, respetar su llegada, no siempre oportuna, aceptar sus meandros, sus exaltaciones. Sin exagerar, claro, para evitar que los tristes profesionales terminen por idolatrar ese estilo de acometer la existencia.
Las personas tristes a su pesar lo tienen crudo cuando quieren explicarse. Pues no siempre se ve claro el motivo, e incluso, la causa aparece como inexistente, no se encuentra con facilidad la razón de atravesar un período de tristeza en su vida, especialmente si la fortuna sonríe en todos los campos, como si la tristeza razonable sólo pudiera hacer acto de presencia cuando la vida golpea.
Tal y como mostrara Freud con el ejemplo de aquellos que “fracasan al triunfar”, la tristeza aparece en ocasiones tras demasiados logros, al finalizar un proyecto, o simplemente al llegar a la meta, haciendo buena así la tesis de Kavafis de que el camino es lo más importante del viaje a Ítaca, y nada de prisas: “Llegar allí es tu destino. Pero no tengas la menor prisa en tu viaje”. De otro modo se termina, tristemente, amando la tristeza. Lo que al niño le enseña el encuentro con la tristeza es humildad, y fortaleza psicológica para el futuro.
Las personas tristes a su pesar lo tienen crudo cuando quieren explicarse. Pues no siempre se ve claro el motivo, e incluso, la causa aparece como inexistente, no se encuentra con facilidad la razón de atravesar un período de tristeza en su vida, especialmente si la fortuna sonríe en todos los campos, como si la tristeza razonable sólo pudiera hacer acto de presencia cuando la vida golpea.
Tal y como mostrara Freud con el ejemplo de aquellos que “fracasan al triunfar”, la tristeza aparece en ocasiones tras demasiados logros, al finalizar un proyecto, o simplemente al llegar a la meta, haciendo buena así la tesis de Kavafis de que el camino es lo más importante del viaje a Ítaca, y nada de prisas: “Llegar allí es tu destino. Pero no tengas la menor prisa en tu viaje”. De otro modo se termina, tristemente, amando la tristeza. Lo que al niño le enseña el encuentro con la tristeza es humildad, y fortaleza psicológica para el futuro.
Actualización Agosto2025 | 622👀
Mejor no Comprender
Tiempo limitado
El tiempo va deprisa, pero hay edades en las que no te detienes a pensar en eso. Steve Jobs, cofundador y presidente de Apple, que murió en 2011, lo sabía bien y nos dejó una máxima: "Tu tiempo es limitado, así que no lo malgastes viviendo la vida de otro… ¡Vive tu propia vida!" Es normal que cambien en muchos aspectos las ciudades y los pueblos, que tengas la sensación, a medida que vas cumpliendo años, de que todo empeora, que nadie se preocupa de nadie, por más argumentos de solidaridad que se vengan esgrimiendo estos días.
Al hilo del futuro de los pueblos, nada en el horizonte que nos haga albergar esperanzas y, mucho menos, a la salida de este túnel. Me refiero a un cambio, a un empujón en los servicios, a una puesta a punto de todo aquello que quedó a medias antes del confinamiento. Aunque somos conscientes de que tampoco sirve para nada, tapados como estamos por los problemas acuciantes en los que el país amanece envuelto, después de esta tercera guerra mundial que tanta desolación nos ha dejado. Tenemos que levantarnos y empezar otra vez desde abajo, desde cero. Y somos conscientes que no tenemos fuerzas, que somos cada vez menos, que siempre hay cosas por encima de lo nuestro, que ya no queda tiempo.
Eso es lo que me contaban de manera distendida algunas de mis lectoras en Aguilar, hablando de la última novela publicada. Que la narrativa estaba bien pero que tenía que seguir adelante hablando de estos lugares, que todo se estaba poniendo cada día más cuesta arriba, que la Sanidad estaba mal allí mismo, en uno de las villas más grandes, que no había manera de que las autoridades volvieran los ojos para hacerle frente de verdad y de pleno a este mal de la despoblación que nos está atacando. Cuantas verdades te cuentan las personas que viven aquí, cuánto se callan que podría ayudar a abrir puertas si se conociera, cuánto se olvidan preocupados en ir tapando las heridas que no se vieron antes y que ahora no se verán hasta que no tengamos un antídoto para exterminar esta pandemia.
Actualización Agosto2025 | 510👀
LA MADEJA
Cada viernes en la tercera de Diario Palentino
Desesperante soledad
A mi tanto vaivén me tiene desconcertado. Es sabido que a medida que vas cumpliendo años, el tiempo pasa más deprisa. El tiempo cura más que el sol y el tiempo lo cura todo, dicen. Aprovecha el tiempo que vale el cielo, afirma otro refrán, pero lo cierto es que, mientras todo eso sucede, el tiempo pasa y, pasa rápido y, por más que estés documentado, te descoloca la velocidad a la que pasa todo.
Vives en un momento donde todo se hace deprisa, donde a casi todo se le pone cortapisas, donde todo el mundo piensa que su razón es la que vale. Llega un momento en la vida de todos, en el que piensas que estás de más, que sobras, y por si me faltaban respuestas, hace unos meses me quedé de piedra cuando, hablando de la vida con una mujer muy puesta en ella, que apenas ha estrenado la jubilación, me soltó de repente: Yo quiero morirme. “Aquí ya hice mi papel y el mundo está muy mal, hay mucho odio acumulado, mucha injusticia, demasiada tensión.” Y se conoce que, al ver mi cara de sorpresa, insistió, “te estoy hablando en serio, yo no quiero ver más calamidades”.
Mientras me entretengo en darle forma a esta biblioteca/museo en el corazón de Pernía, repaso aquellas notas que proyectaron este esfuerzo: los lectores de cada día, el diario que me dio el espacio para exponer la historia, la vida de tantas personas a las que conocí, la historia de tantos paisanos a los que no conocí, pero que me ayudaron a recoger con todo lujo de detalles el devenir que ya pronosticaban ellos, afanados en la recolección o mientras echaban una partida de cartas en aquella dichosa Venta Campa.
Yo creo que nadie en su sano juicio, estando bien de cuerpo y alma, quiere morirse porque el mundo va mal. El mundo ha ido mal siempre y debe ser de cobardes abandonarlo cuando vislumbramos tanta indiferencia y soledad en cien metros a la redonda. Porque, eso es, en buena medida, lo que nos sugiera ahora mismo, a nuestra edad, el mundo en que vivimos.
Actualización Agosto2025 | 1.386👀
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