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Refranes-Del-Quijote
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Para el amor y la muerte no hay cosa fuerte
Esta verdadera igualdad ante la ley, la explica Sancho, como no lo hicieran ni el mejor filósofo, ni el mejor orador de la democracia.
Tan presto se va el cordero como el carnero
Nada vale que los médicos adelantados desde las alturas del ministerio y de la ciencia moderna hayan declarado guerra a muerte a los reyes, a la tisis y a Dios.
El hombre pone y Dios dispone
En éste, además de reconocerse y acatarse la intervención divina, se reconoce y afirma la libertad humana negada asimismo por más de cuatro pelafustanes y más de cuatro filosofastros de los que más libertades se toman y vocean.
«Ocho días, o diez ha, hermano murmurador, exclama Sancho, que entré a gobernar la ínsula que me dieron, en los cuales no me vi harto de pan siquiera un hora: en ellos me han perseguido médicos, y enemigos me han bramado los huesos, ni he tenido lugar de hacer cohechos, ni de cobrar derechos: y siendo esto así, como lo es, no merecía yo, a mi parecer, salir de esta manera; pero el hombre pone y Dios dispone, y Dios sabe lo mejor y lo que le está bien a cada uno:
—Cual el tiempo tal el tiento.
—Nadie diga desta agua no beberé.
—Donde se piensa que hay tocinos no hay estacas.
—Dios me entiende.
En la Gitanilla usa también Cervantes este adagio. Algunos dicen propone en lugar de pone, y en la Colección de Zaragoza se usa del plural en lugar del singular, diciendo con menos elegancia:
—Los hombres ponen y Dios dispone.
AI freír de los huevos lo verá
Al ver Sancho a don Quijote hecho una furia por lo de la cabeza del gigante y lo de la trasmutación de la princesa Micomicona, le dice así:
«Vuestra merced se sosiegue, señor mío, que bien podría ser que yo me hubiese engañado en lo que toca a la mutación de la señora princesa Micomicona, pero en lo que toca a la cabeza del gigante, o a lo menos a la horadación de los cueros, y a lo de ser vino tinto la sangre, no me engaño, vive Dios, porque los cueros allí están heridos a la cabecera del lecho de vuesa merced, y el vino tinto tiene hecho un lago el aposento: y si no, al freír de los huevos lo verá, quiero decir que lo verá cuando aquí su merced del señor ventero le pida el menoscabo de todo.»
Con este refrán se amenaza, anunciando las malas consecuencias de una acción que por de pronto parece no tenerlas.
Generalmente se dice:
—Al freír será el reír.
En las colecciones del Marqués de Santillana y de Zaragoza leemos:
—Al lavar de los cestos haremos la cuenta.
Cuando los argonautas revolucionarios nos trajeron el vellocino de oro, y lo que es más, la honra, los incrédulos al tener que tragarse aquel ardiente y patriótico grito de entusiasmo que resonó en todos los ángulos de la Península, se contentaban con hablarnos del lavar de los cestos y del freír de los huevos. Será lo que tase un sastre. Pero ¿Qué sastre?
El mal que se vaya, el bien que se venga
Paréceme sumamente oportuno el dar comienzo á los refranes del Quijote con este pequeño prólogo con que Sancho Panza encabeza las consejas.
En el Quijote de Avellaneda se leen los dos siguientes, demasiado picaresco el segundo:
—Érase que se era, en buen hora sea, el mal que se vaya, el bien que se venga.
—Érase que se era, que en buena hora sea, el bien que viniere para todos sea, y el mal para la manceba del abad, y calentura para la amiga del cura, dolor de costado para la ama del vicario, y gota de coral para el rufo sacristán; hambre y pestilencia para los contrarios de la Iglesia.
Actualización Sep2025 | +205 👀
Los Refranes del Quijote
A cada puerco le llega su San Martín
Don Quijote, al ver en una imprenta de Barcelona como estaban corrigiendo un libro titulado La segunda parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal, vecino de Tordesillas...
"Ya yo tengo noticia de este libro, dijo, y en verdad y en mi conciencia, que pensé que ya estaba quemado y hecho polvo por impertinente; pero su San Martin se le llega, como a cada puerco: que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables, cuanto se llegan a la verdad, o a la semejanza della, y las verdaderas tanto son mejores, cuanto son más verdaderas: y diciendo esto, con muestras de algún despecho se salió de la imprenta.»
La Colección del Marqués de Santillana dice:
—Para cada puerco hay su San Martin.
La de Zaragoza y la de Núñez:
—A cada puerco su San Martin.
Los Refranes glosados:
—A cada puerco viene su San Martin.
O Iriarte:
—A cada puerco le viene su San Martín.
No hay plazo que no llegue, dice también la Colección de Zaragoza, y la Academia añade: ni deuda que no se pague.
La Colección del Marqués de Santillana dice:
—Para cada puerco hay su San Martin.
La de Zaragoza y la de Núñez:
—A cada puerco su San Martin.
Los Refranes glosados:
—A cada puerco viene su San Martin.
O Iriarte:
—A cada puerco le viene su San Martín.
No hay plazo que no llegue, dice también la Colección de Zaragoza, y la Academia añade: ni deuda que no se pague.
Actualización Sep2025 | +182👀
Los Refranes del Quijote
Un abismo llama a otro
Verdad terrible, y verdad revelada a grandes y pequeños por el autor mismo de toda verdad. Roque Guinart es quien nos la recuerda al describir a Don Quijote los percances de la vida cantonal, y las causas que le habían movido a declararse independiente.
«La vida le debe de parecer al señor don Quijote la nuestra, nuevas aventuras, nuevos sucesos, y todos peligrosos: y no me maravillo que así le parezca, porque realmente lo confieso, que no hay modo de vivir más inquieto, ni más sobresaltado que el nuestro. A mí me han puesto en él no sé qué deseos de venganza, que tienen fuerza de turbar los más sosegados corazones. Yo de mi natural soy compasivo y bien intencionado; pero, como tengo dicho; el querer vengarme de un agravio que se me hizo, así da con todas mis buenas inclinaciones en tierra, que persevero en este estado a despecho y a pesar de lo que entiendo: y como un abismo llama a otro, y un pecado a otro pecado, se han eslabonado las venganzas de manera, que no sólo las mías, sino las ajenas tomo a mi cargo; pero Dios es servido de que aunque me veo en la mitad del laberinto de mis confusiones, no pierdo la esperanza de salir a puerto seguro.»
Actualización Sep2025 | +145👀
Los Refranes del Quijote
Quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda
En la verdad que este refrán tan sencillamente nos enseña, está fundado el sacramento de la Penitencia.
Y con perdón de los señores protestantes y librepensadores, me atrevo a asegurar también, porque así me lo enseña la Iglesia, ya que no el refrán, que quien a Dios no se encomienda, yerra y no se enmienda. Véase sino lo desalmados y sobre todo lo tercos que vamos siendo los españoles, desde que hemos dado en la flor de encomendarnos a la ciencia, sin encomendarnos a Dios. No debía de pertenecer á esa nueva raza de españoles el buen "Sancho, puesto que con las lágrimas en los ojos, y con voz dolorida decía a su señor: «Señor mío, yo confieso que para ser del todo asno, no me falta más que la cola: si vuesa merced quiere ponérmela, yo la daré por bien puesta y le serviré como jumento todos los días de mi vida. Vuesa merced me perdone y se duela de mi mocedad, y advierta que sé poco, y que si hablo mucho, más procede de enfermedad que de malicia; mas quien yerra y se enmienda, a Dios se encomienda.»
Avellaneda usa también una vez este hermoso adagio.
—Malo es errar, y peor perseverar.
—El que hace en yerro y pudiendo no hace más, por bueno le tendrás;
—El mal huso, quebrarle la pierna;
—El mal huso, quebrarle la hueca;
—Quien así vence, a nadie teme;
—Quien sus vicios no doma, daño con sus manos toma ;
—Quien sufrió, venció;
—Quien sufrió y calló, venció lo que quiso.
—A pecado nuevo, penitencia nueva.
«No tornes a esas pláticas, Sancho, por tu vida, dijo don Quijote, que me dan pesadumbre: ya te perdoné entonces, y bien sabes tú, que suele decirse:
—A pecado nuevo, penitencia nueva.
Este refrán no hay duda de que está fundado en los más sanos principios de la ciencia de penar.
No lo trae el Diccionario de la Academia ni recuerdo haberlo visto citado en ninguno de los preámbulos del señor Martos pero se halla consignado en la Colección de Zaragoza. Cervantes no lo usa mas que en el pasaje transcrito.
El diablo es sutil
No me consta que nadie haya calificado de refrán esta frase tan vulgar y otras semejantes, e ignoro el porqué, puesto que encierra un principio de los de más trascendencia.
—El diablo es sutil
y que,
—El malo todo lo malo ordena
y que,
—El diablo todo lo añasca
y que,
—El diablo no duerme
se explican perfectamente infinidad de cosas, que de otra manera no podríamos explicarnos. Va de retro: no sea que luego viniese Covarrubias a decirme que «el término diablo traen en boca algunos desalmados, por tenerle en el corazón, y que es el bordoncillo de cuanto hablan.»
Véanse algunos pasajes del Quijote en que Cervantes le da vueltas a la verdad del adagio, o lo que sea, con la oportunidad que acostumbra. «También la hallé yo (la maleta), respondió el cabrero, mas nunca la quise alzar ni llegar a ella, temeroso de algún desmán y de que no me la pidiesen de hurto: que es el diablo sotil, y debajo de los pies se levanta al hombre cosa donde tropiece y caya, sin saber cómo ni cómo no.»
— «Quién sabe si el diablo, que es sutil y mañoso, querrá engañarme ahora con una dueña, lo que no ha podido con emperatrices, reinas, duquesas, marquesas ni condesas» — «El malo que todo lo malo ordena, y los muchachos que son más malos que el malo, dos dellos traviesos y atrevidos se entraron por toda la gente, y alzando el uno de la cola del rucio, y el otro la de Rocinante, les pusieron y encajaron sendos manojos de aliagas.»— «Ordenaron pues la suerte y el diablo, que no todas las veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros Yangüeses.»
—«Los criados de don Luis aguardaban el fin de la plática del Oidor, y la resolución de su amo, cuando el demonio, que no duerme, ordenó que en aquel mesmo punto entró en la venta el barbero ¿A quien don Quijote quitó el yelmo de Mambrino.» —«Así que, yendo y viniendo días, el diablo que no duerme y todo lo añasca, hizo de manera que el amor que el pastor tenia a su pastora se volviese en omecillo y mala voluntad.»
Son muchísimos los refranes en que el diablo toma una parte muy activa, bien que los más de ellos ninguna relación tienen con la materia de esta sección. Aun cuando no vengan del todo a pelo, por su antigüedad acreditada merecen un recuerdo los siguientes :
—El demonio a los suyos quiere.
—El diablo no es puerco, y gruñe.
Más vale vergüenza en cara, que mancilla en corazón
La enamorada Altisidora; que estaba rabiando por darle música al ingrato don Quijote, instada por su amiga Emerencia a que cantase en tono bajo y suave, diciéndole que si la Duquesa las sentía le echarían la culpa al calor, responde con estas palabras:
«No está en eso el punto, o Emerencia, sino en que no querría que tal canto descubriese mi corazón, y fuese juzgada de los que no tienen noticia de las fuerzas poderosas de amor, por doncella antojadiza y liviana; pero venga lo que viniere, que más vale vergüenza en cara que mancilla en corazón.»
—Más vale rostro bermejo que corazón negro
Este refrán con el que manifestamos que más vale desahogar el corazón manifestando los afectos que lo atormentan, que no devorarlos en silencio, no difiere del siguiente que se lee en la Colección de Zaragoza, y que fácilmente pudiera confundirse con el anterior:
—Más vale vergüenza en cara, que dolor en corazón.
La vergüenza, puesta en su punto, es una cosa muy excelente, y por esto se dice que Do no hay vergüenza no hay cosa buena, y se hace burla de los que no la tienen, ni aun de lo malo, con tal que lo consideren provechoso o gustoso , diciéndoles:
—Quien no ha mesura toda la villa es suya.
Lo que más importa es portarse como Dios manda, y por este motivo los adagios que nos aconsejan obrar bien o huir del mal abundan tanto, que con ellos pudiera componerse fácilmente un pequeño catecismo de moral cristiana. Agrupemos aquí algunos de los más importantes y vulgares:
—Haz bien y no cates a quien.
—Haz mal y guárdate.
Estos se hallan en el Quijote de Avellaneda, y en casi todas las colecciones. También se dice:
—Haz bien y guárdate.
para significar la frecuente ingratitud e Injusticia de los hombres. En la Colección de Zaragoza los dos refranes componen uno solo que dice:
—Haz bien y no cates a quien, haz mal y guárdate.
—Obrar bien, que Dios es Dios.
—Vivir bien, que Dios es Dios.
—Haz buena harina, y no toques bocina.
—Hacer bien nunca se pierde.
—Quien bien siembra, bien coge.
—Quien Hembra virtud coge fama.
—Al buen varón, tierras ajenas su patria le son.
—Mancebo me fui y envejecí, mas nunca al justo desamparado vi.
—Aquel sabe, que se salva, que el otro no sabe nada.
—No tomes espanto sino del pecado
—No hay manjar que no empalague, ni vicio que no harte.
—Quien mal anda, mal acaba.
Este lo usa Cervantes en el Persiles.
—Quien con mal anda, con mal acaba.
—Quien en mal anda, en mal acaba.
—Quien malos pasos anda, malos polvos levanta.
—De tales bodas, tales tortas.
—De tales hodas, tales costras.
—De rabo de puerco, nunca buen virote.
—Quien hienda echa en la coladera, hienda saca de ella.
—Quien siembra espinas, abrojos coge.
—Tras el vicio viene el fornicio.
—Do tu padre fue con tinta, no vayas tú con quilma.
—Malo es Pascual, mas nunca le falta mal.
—Al que mal vive, el miedo le sigue.
Aunque la traición aplace, el traidor se aborrece
Quién no recuerda, al oír este adagio, el hermoso desenlace de La "Vida es sueño".
Y Segismundo le contesta:
La torre; y porque no salgas,
Bella nunca, hasta morir
Has de estar allí con guardas;
Que el traidor no es menester,
Siendo la traición pasada.
El bueno de don Pedro Calderón de la Barca con esta salida de tono deja frío al espectador y al pobre soldado bullanguero le deja como quien ve visiones. Un autor moderno; respetando más la verdad real, hubiera premiado al soldado con un grado de comandante, el pueblo le hubiera aclamado, la patria agradecida hubiera inscrito su nombre en una lápida de alabastro, blanco como la nieve , y la música del regimiento le hubiera dado una magnífica serenata. No creo que el señor Ayala, por mucho que admire al gran dramaturgo clerical, hubiese tratado al de la torre, de la manera que éste le trata, o le trata Segismundo.
El Cautivo del Quijote después de referir el ataque de la Goleta y el Fuerte por los turcos, moros y alárabes de toda la África , cuenta de este modo la muerte de Pagaa de Oria, caballero del hábito de San Juan: «Lo que más hizo lastimosa su muerte, fue haber muerto a manos de unos árabes de quien se fio, viendo ya perdido el Fuerte, que se ofrecieron de llevarle en hábito de moro a Tabarca, que es un portezuelo o casa que en aquellas riberas tienen los ginoveses que se ejercitan en la pesquería del coral, los cuales alárabes le cortaron la cabeza y se la trajeron al general de la armada turquesca, el cual cumplió con ellos nuestro refrán castellano: que aunque la traición, aplace, el traidor se aborrece: y así se dice que mandó el general ahorcar a los que le trajeron el presente, porque no se lo habían traído vivo.»
El genuino texto del adagio es el de las colecciones de Zaragoza y del Comendador, adoptado por la Academia
—La traición aplace, mas no el que la hace.
Iriarte dice, mas no quien la hace.
En la citada Colección de Zaragoza hay otro adagio idéntico al anterior en el fondo:
—Pagas al señor de la traición, mas no la del traidor.
También se dice:
—Pagas al señor del chisme (o del chiste), mas no del que le dice.
En el Diálogo de las lenguas se consigna aquel otro tan vulgar de,
—A un traidor, dos alevosos.
Allá van leyes do quieren reyes
Otro que tal. La democrática Teresa Panza, penetrada de que el condado de su hija ha de ser su perdición, dice a Sancho : «Siempre, hermano, fui amiga de la igualdad, y no puedo ver entonos sin fundamentos
Doña Rodríguez al oír cómo don Quijote aseguraba a Sancho que las dueñas condesas servían a reinas y emperatrices, habló de esta suerte: «Dueñas tiene mi señora la Duquesa en su servicio, que pudieran ser condesas si la fortuna quisiera; pero allá van leyes do quieren reyes, y nadie diga mal de las dueñas y más de las antiguas y doncellas.»
El sobrebarbero, al ver estupefacto cómo el sufragio universal declaraba unánimemente que la albarda era jaez, y no albarda, y que en consecuencia le decía don Quijote que había alegado y probado muy mal de su parte, exclamó al punto: «No la tenga yo en el cielo, si todas vuestras mercedes no se engañan, y que así parezca mi ánima ante Dios, como ella me parece a mí albarda y no jaez: pero allá van leyes... y no digo más: y en verdad que no estoy borracho, que no me he desayunado, si de pecar no.»
Las tres cuartas partes de los ciudadanos españoles decimos lo mismo que el sobrebarbero; la albarda nos parece albarda; pero allá van leyes y no digo más. Y tampoco estamos borrachos.
Por de contado que este refrán figura en todas las colecciones. Para acomodarlo a las necesidades de los tiempos modernos, debería invertirse de la manera que lo hace Teresa Panza:
—Allá van reyes do quieren leyes.
Que vale tanto como decir:
—Allá van reyes do quieren diputados, o do quieren generales, o do quieren tertulias, o do quieren logias.
Si es cosa de que los reyes deban darse por definitivamente borrados del mapa-mundi, podrá decirse de aquí en adelante:
—Allá van leyes do quieren votos.
Voto a tal, voto a cual, el que más vota y más grita y más pega, si a pelo viene, es el que más razón tiene. Mas para contrarrestar el bárbaro despotismo del refrán, tenemos a la mano los españoles otro adagio con el cual se puede salir de los mayores apuros y compromisos en que las descomunales leyes ponen a un hombre de bien, y es aquel que dice:
—Hecha la ley, hecha la trampa.
El que tiene el padre alcalde, seguro va a juicio
Cervantes no concluye el refrán, dándolo por muy sabido, como puede verse en el pasaje transcrito en el número 208, que es el único en que lo aduce.
—Quien tiene el padre alcalde, seguro va a juicio.
La Academia suprime el artículo, y antepone el vocablo padre al verbo, diciendo:
—Quien padre tiene alcalde.
Es refrán muy castizo, y todos los empleados, cesantes y aspirantes lo saben de memoria desde niños. Los padres alcaldes de los tiempos liberales son los diputados, los partidos, y sobre todo, la famosa mano oculta que los mueve y dirige. Los truchimanes que andan muy enzarzados en expedientes y litigios procuran no echar en saco roto el adagio, tomando una parte muy activa en el movimiento electoral.
Si da el cántaro en la piedra o la piedra en el cántaro, mal para el cántaro.
Si los soldados andan buscándoles cosquillas a los capitanes (que en llegando a generales suelen tenerlas malísimas), mal para el cántaro; si el pueblo soberano anda buscando el pelo al huevo, es decir, al gobierno, mal para el cántaro; si el trabajo á cada triquitraque anda a la greña con el capital, mal para el cántaro.
—Cuando el pelo enrasa y el raso empela, con mal anda la seda.
Y que
—Al cabo de los años mil torna el agua a su cubil.
La verdad de estos dos últimos refranes, no la destruirán las Sectas, ni la Internacional, ni los fusiles y filósofos prusianos por mucho que madruguen. Por más que la piedra nos parezca ahora el imperio prusiano, no hay tales carneros. Los emperadores y reyes revolucionarios son el cántaro: la verdadera piedra es el Papa. Tu es Petrus.
Este es otro de los cuatro refranes que se ofrecieron á Sancho, y que luego él mismo interpreta, pero el sentido de este le parece tan claro que no requiere interpretación ninguna , pues, como él dice:
—Lo de la piedra en el cántaro un ciego lo verá.
Don Quijote alude claramente a él en las siguientes palabras que dirige al escudero: «De todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado, y de caballero a escudero: así que desde hoy en adelante nos hemos de tratar con más respeto, sin darnos cordelejo, porque de cualquiera manera que yo me enoje con vos, ha de ser mal para el cántaro: las mercedes y beneficios que yo os he prometido, llegarán á su tiempo, y si no llegaren, el salario a lo menos no se ha de perder, como ya os he dicho.»
La lección del Comendador griego, copiada por Iriarte, no vale tanto como la de Cervantes que es la que adopta la Academia. El Comendador dice:
—Si la piedra da en el cántaro, mal para el cántaro, y si el cántaro da en la piedra, mal para el cántaro.
La Colección de Zaragoza lo varía de este modo:
—Si la redoma da a la piedra, o la piedra a la redoma, mala para la redoma.
Otro refrán nos advierte que Siempre quiebra la soga por lo más delgado, y el autor del Diablo Cojuelo lo modifica diciendo:
—Siempre quiebra la soga por lo más forastero.
Don Quijote alude claramente a él en las siguientes palabras que dirige al escudero: «De todo lo que he dicho has de inferir, Sancho, que es menester hacer diferencia de amo a mozo, de señor a criado, y de caballero a escudero: así que desde hoy en adelante nos hemos de tratar con más respeto, sin darnos cordelejo, porque de cualquiera manera que yo me enoje con vos, ha de ser mal para el cántaro: las mercedes y beneficios que yo os he prometido, llegarán á su tiempo, y si no llegaren, el salario a lo menos no se ha de perder, como ya os he dicho.»
La lección del Comendador griego, copiada por Iriarte, no vale tanto como la de Cervantes que es la que adopta la Academia. El Comendador dice:
—Si la piedra da en el cántaro, mal para el cántaro, y si el cántaro da en la piedra, mal para el cántaro.
La Colección de Zaragoza lo varía de este modo:
—Si la redoma da a la piedra, o la piedra a la redoma, mala para la redoma.
Otro refrán nos advierte que Siempre quiebra la soga por lo más delgado, y el autor del Diablo Cojuelo lo modifica diciendo:
—Siempre quiebra la soga por lo más forastero.
De hombre arraigado no te verás vengado
El oro es oro, y la fuerza fuerza, por más derechos inviolables que en los más flamantes pactos federales se registren y consignen. Siempre tendremos, puesto que así lo reconoce y confiesa mi amigo particular el ciudadano Pi y Margall, el más autónomo de los autónomos, que las leyes de la guerra no son las leyes de la paz.
El segundo de los pasajes del Quijote insertos en el núm. 207 es el único en que se cita este refrán, y lo cita Sancho, apoyándose en la autoridad de una agüela suya.
La Colección del Marqués de Santillana dice:
—De ome heredado non te verás vengado.
Y la de Malara:
—De hombre heredado, nunca te verás vengado.
Así en esta colección como en la de Núñez se lee también, "De hombre reglado", y la de Valles dice regalado en vez de reglado. La Academia adopta la lección de Cervantes.
El siguiente:
—Al hijo del rico no le toques al vestido.
Pagan justos por pecadores
De tejas abajo así sucedió, sucede y sucederá siempre; porque la justicia humana es, como Maritornes, tuerta de un ojo y del otro no muy sana, cuando no ciega, y ciega voluntaria, que es lo peor de todo.
«Aquella noche quemó y abrasó el Ama cuantos libros había en el corral y en toda la casa, y tales debieron de arder, que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió su suerte y la pereza del escrutinador, y así cumplió el refrán en ellos, de que
—Pagan a las veces justos por pecadores.
En aquella filípica que la desenvuelta y discreta Altisidora dirige al caballero de la Triste figura, una de las maldiciones que le echa es la siguiente:
«De ese Sancho tu escudero
Las entrañas sean tan tercas
Y tan duras, que no salga
De su encanto Dulcinea.»
«De la culpa que tú tienes
Lleve la triste la pena;
Que justos por pecadores
Tal vez pagan en mi tierra.»
En el primero de estos dos ejemplos Cervantes califica de refrán esta frase, y como tal está contenida también en la Colección de Zaragoza. La Academia no puede negarle este título sin incurrir en contradicción, puesto que ella misma nos dice que el refrán Arde verde por seco, equivale exactamente a, Pagan justos por pecadores.
De la misma manera que el anterior, deploran y censuran las frecuentes injusticias de los hombres los adagios siguientes:
—Uno come la fruta aceda, y otro tiene la dentera.
—Unos tienen la fama, y otros cardan la lana.
—Quien no puede dar en el asno, da en la alharda.
—De que no pueden al asno, tórnanse a la alharda.
A quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga
Denota este proverbio la disposición a conformarse con los decretos de la Providencia, sea cual fuere el éxito de nuestras pretensiones y deseos.
Con este oportuno campanillazo y con no menos desenfado y brío que el que en ocasión análoga demostró el bizarro republicano Pavía, capitán general de Madrid, cerró de golpe y porrazo aquella tempestuosa sesión, la más tempestuosa que jamás se haya visto ni oído en esta bendita tierra que tan buenos garbanzos y tan buenos nabos produce.
En aquel lance del desafío con el lacayo Tosilos, al ver que éste se allanaba a tomar por consorte a la hija de doña Rodríguez, dijo también don Quijote: «Pues esto así es, yo quedo libre y suelto de mi promesa: cásense en hora buena, y pues Dios nuestro Señor se la dio, San Pedro so la bendiga.»
Por último, al caballero de la Blanca Luna, a aquel que había de dar fin a sus andantescas aventuras, en el mismo instante de aceptarle el desafío, con ánimo resuelto le dirigió don Quijote las siguientes palabras: «Tomad pues la parte del campo que quisiéredes, que yo haré lo mismo, y a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga.»
He preferido esta última lección por ser la más corriente y la adoptada por la Academia.
En el Persiles usa también Cervantes este refrán, diciendo, como en los dos primeros de los citados pasajes,
—A quien Dios se la dio.
Otros, en lugar de San Pedro, dicen San Antón se la bendiga.
Desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano
«Quiero decir, que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de como suelen salir los gobernadores de otras ínsulas.»
Esto dijo Sancho al despedirse de los funcionarios públicos de la ínsula, y esto mismo repitió, puesto de rodillas ante el Duque y la Duquesa, al volver de su gobierno: «Yo , señores , porque lo quiso vuestra Grandeza, sin ningún merecimiento mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la que entré desnudo y desnudo me hallo, ni pierdo ni gano.»
Al despedirse de ellos, vuelve a las andadas: «En efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo de él, y así podré decir con segura conciencia, que no es poco: desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano.»
Del mismo refrán se había valido para expresar lo poco que le importaba que el maestro Elisabat y la reina Madasima hubiesen estado o no amancebados. Finalmente, al ver que los envidiosos historiadores traen su honra aquí y allí, barriendo calles, hace las siguientes reflexiones: «Y cuando otra cosa no tuviese, sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí, y tratarme bien en sus escritos; pero digan lo que quisieren, que desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano; aunque por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren.»
Con unas cuantas docenas de docenas de Sanchos, quedaba arreglada España en un abrir de ojos.
Esto dijo Sancho al despedirse de los funcionarios públicos de la ínsula, y esto mismo repitió, puesto de rodillas ante el Duque y la Duquesa, al volver de su gobierno: «Yo , señores , porque lo quiso vuestra Grandeza, sin ningún merecimiento mío, fui a gobernar vuestra ínsula Barataria, en la que entré desnudo y desnudo me hallo, ni pierdo ni gano.»
Al despedirse de ellos, vuelve a las andadas: «En efecto, yo entré desnudo en el gobierno y salgo desnudo de él, y así podré decir con segura conciencia, que no es poco: desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano.»
Del mismo refrán se había valido para expresar lo poco que le importaba que el maestro Elisabat y la reina Madasima hubiesen estado o no amancebados. Finalmente, al ver que los envidiosos historiadores traen su honra aquí y allí, barriendo calles, hace las siguientes reflexiones: «Y cuando otra cosa no tuviese, sino el creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí, y tratarme bien en sus escritos; pero digan lo que quisieren, que desnudo nací, desnudo me hallo, ni pierdo ni gano; aunque por verme puesto en libros y andar por ese mundo de mano en mano, no se me da un higo que digan de mí todo lo que quisieren.»
Con unas cuantas docenas de docenas de Sanchos, quedaba arreglada España en un abrir de ojos.
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