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Sinesio Delgado

🎭 Sinesio Delgado, la lucha de un hombre singular


🎭 Vida y obra del ilustre palentino que fundó la S.G.A.E.


“Toda mi vida ha sido después aquel estreno turbulento y tumultuoso. La Prensa atacándome con furia, las turbas alborotadas en las calles; las personas graves tomándome ojeriza como cabeza de botín, combatido incesantemente por el temporal y zarandeado en plena vorágine (...) Yo cometí una falta, una tan sólo, que no le cabe a nadie en la cabeza: hacer el bien a los demás, dejando la hacienda propia por cuidar la ajena”.



En 1878, con motivo de la representación de su obra La Cruz del puñal en Valladolid y los desórdenes públicos a que dio lugar, escribió el autor estas tristes palabras, ilustradoras como pocas de lo que fue la inmensa aventura de su vida.

Efectivamente, su vida estuvo llena de avatares e ingratitudes, aunque por encima de los hechos importantes que realizó, resalta su extraordinaria personalidad de luchador activo y tenaz, con gran capacidad de persuasión y buenas dosis de altruismo. Fue un hombre idealista y valiente, romántico, trabajador, y, además, un gran artista.

Sinesio Delgado nació en Támara, pequeño pueblo palentino, en 1859. Hijo del médico del pueblo, su destino parecía irremisiblemente ligado a la sustitución del padre algún día.

Sin embargo, aunque a los diecinueve años había acabado los estudios de Medicina, fue la Literatura la que acaparó su atención; ya en la Facultad Sinesio se distinguió por su gran facilidad en componer versos, escribiendo composiciones festivas y alguna obra teatral. (Precisamente el estreno de una de ellas, antes mencionada, un drama en endecasílabos y redondillas cuyo asunto no será capaz de recordar pasado el tiempo, ocasionó graves desórdenes estudiantiles en Valladolid, y provocó la detención del propio Sinesio como responsable indirecto de los mismos).

El fortuito encuentro con Vital Aza y Ramos Carrión, animándolo a ir a la capital, fue determinante en su vida. Efectivamente, una vez conseguido el permiso paterno para seguir estudiando la carrera de Derecho en Madrid, Sinesio llega a la capital en octubre de 1880, y allí desarrollará su actividad periodística y literaria a partir de entonces.

Comienza a colaborar en el “Madrid Cómico”, conociendo al dibujante Ramón Cilla, que será su amigo inseparable durante muchos años. Cilla dibujaba en la primera plana de la revista una caricatura del personaje de mayor actualidad. En 1881, en el número 73, podía verse la caricatura de Sinesio, con un pie de Vital Aza que decía:

“Joven escritor, ya brilla.
Y en pos de la gloria va.
Ya está cerca de la orilla.
¡Llegará!”



Pero al suspender el periódico su publicación en verano, Sinesio atraviesa una serie de penurias económicas en pequeños trabajos mal pagados (colaboró, por ejemplo, en una revista taurina de la que le echaron al comprobar que escribía sus crónicas sin asistir a las corridas). Cobraba tarde y mal, y en alguna ocasión sólo conseguía sellos de correos usados que luego vendía a los estancos, hasta que se vio obligado a vender su capa por un duro para invitar a cenar a sus amigos, y volvió a Támara con la amargura del fracaso.

Sinesio Delgado

Sin embargo, nuevas ilusiones y proyectos le llevan a Madrid de nuevo, gracias a la ayuda económica de un amigo que acababa de recibir una herencia importante.
Una vez en la capital, resucitó el “Madrid Cómico” y figuró al frente del mismo durante quince años, retirándose ante la competencia de revistas ilustradas como “Blanco y Negro”. Como periodista destacó por su independencia y ecuanimidad, así como por el respeto que siempre mostró hacia las personas que criticaba.
A partir de entonces, otra sería su tarea: la creación de la Sociedad de Autores.
Cuando en 1898 intentó poner en marcha la idea, la mayoría de autores tenían como administradores de los derechos de reproducción de sus obras a las casas editoriales, que les prestaban dinero sobre ellas con intereses muy elevados, o compraban sus derechos totales por cantidades muy pequeñas.
Florencio Fiscowich era el director de una de las principales casas editoriales, y al darse cuenta de la importancia de los archivos de los autores musicales, fue visitando uno por uno a los compositores en activo y comprándoles los derechos de copia y reproducción de sus obras, con lo que habría logrado quedarse con todo de no ser por Ruperto Chapí, que se dio cuenta de su maniobra y se negó a vender.

Existían entonces la “Sociedad de Autores, Compositores y Editores de Música” y la “Asociación Lírico-Dramática”, que agrupaban a los autores para defender sus derechos. En esta última fue nombrado secretario Sinesio, e intentó que los autores se administrasen por sí mismos, sin intermediarios. Permaneció solo hasta que un día se presentó un autor para quejarse de que su casa editorial le había negado un anticipo a cuenta de su liquidación trimestral, y ante la indignación de sus compañeros, a Chapí se le ocurrió la idea de quedarse todos con Sinesio. Y así en junio de 1899, reunidos ante notario, entre otros, Vital Aza, Ramos Carrión, Chapí, Arniches y el propio Sinesio, fundaron la Sociedad de Autores.

Se desató entonces una verdadera batalla legal con Fiscowich, al intentar conseguir los materiales que obraban en su poder, y para Sinesio las cosas empeoraron cuando la tos ferina atacó al mayor de sus hijos y tuvo que llevárselo al Norte para evitar el contagio. Pero al recibir un telegrama de Madrid urgiendo su presencia se le planteó la duda, por un lado su hijo enfermo y el peligro de contagio a los demás; por otro, la vida de la Sociedad... Acudió a la llamada y logró solucionar las cosas, pero el mismo día en que Fiscowich firmaba, moría su hijo... Años más tarde se arrepentirá con amargura de esta decisión. Cuando todo parecía resuelto, se desató una dura campaña de Prensa contra la Junta Directiva y en particular contra Sinesio, quien a pesar de resistirse durante un tiempo a hacerlo, tuvo al final que dimitir de su cargo. Después de su retirada la gente se dio cuenta de lo mucho que se le debía y los mismos periódicos que le habían atacado pidieron su vuelta, pero no volvió.
Cuando en 1922 la Sociedad termina de pagar sus deudas, Sinesio se invita a sí mismo a un curioso banquete, escribiendo entonces palabras verdaderamente emotivas:

“Solo estoy, nadie me acompaña. Sin embargo, al alzar la copa de agua medicinal en mi mano temblona, sinceras lágrimas de emoción y de alegría ruedan por las arrugas de mi rostro hasta perderse en la barba blanca, y el corazón palpita con el ímpetu de los años mozos, como si me rodeara una multitud enardecida de entusiasmo... Aquella empresa que me costó sinsabores sin cuento, amarguras crueles, angustias mortales y hasta la muerte de uno de mis hijos, ha tenido consolador remate en esta íntima satisfacción, vivísima y profunda, que me produce la comprobación de mis cálculos. Una oración por los muertos, un saludo cariñoso para aquellos que aún viven, perdón para los que me hicieron traición y me olvidaron, y la paz para los enemigos que me combatieron sin piedad y me abrumaron de injurias. En estos veinte años se ha olvidado todo. Y vosotros, los que vinisteis después y os encontrasteis los caminos abiertos, ¡ahí tenéis la libertad! Pero no olvidéis que los hombres y los pueblos que no saben ser libres vuelven a ser esclavos. Todos traemos una misión al venir al mundo. Yo creo haber cumplido la mía, y puedo morir tranquilo”.

Sinesio era fumador impenitente, y el asma le mantuvo aislado durante los últimos meses, de la vida social que tanto amaba; en enero de 1928 murió, dejando tras él una importante labor realizada.

El periódico local “El Día de Palencia” destacaba así la noticia de su muerte:

“La implacable hoz acaba de segar otra cabeza en el campo de las Letras, la de Sinesio Delgado. Destacó nuestro paisano por dos notas características y poco frecuentes: la independencia y la ecuanimidad... Descanse en paz el limpio escritor cómico que siempre tuvo absoluto respeto a las personas objeto de sus ironías.”

En cuanto a su obra, Sinesio Delgado se sentía sobre todo periodista y al periodismo destacó buena parte de su vida. También escribió numerosas obras teatrales (casi un centenar), muchas de ellas pertenecientes al género lírico, en colaboración con los compositores más importantes de su tiempo: Ligerita de cascos, La moral en peligro, Mano de santo, Mangas verdes, El diablo con faldas (comedia con música en un acto, escrita en colaboración con Chapí), etc.

La poesía fue otro género cultivado por Sinesio, si bien se trata de una poesía de rima fácil y no excesivamente profunda, influida por el Realismo imperante y por algunos ecos grandilocuentes de la poesía de José Zorrilla.

La dispersión fue una de las causas por las que Sinesio desperdició su capacidad para escribir poesía, pues sus dotes de improvisación eran realmente portentosas: en algún caso puso letra a la partitura en el mismo momento en que se la llevaban, volviéndose el joven que hacía el encargo con la pieza escrita.

Pero es en la poesía de corte épico donde brilla su pluma más que en ninguna otra; puso letra a un himno del maestro Serrano que fue galardonado por el Gobierno con la Gran Cruz del Mérito Militar, y durante el desastre colonial coincide con los autores del 98 en su defensa a ultranza de España, dejando páginas memorables de un gran patriotismo.

Su Canto a la Bandera creo que es suficientemente elocuente:

“¡Salve, bandera de mi patria, salve!
Y en alto siempre desafía al viento.
...Cubres el templo en que mi madre reza,
las chozas de los míseros labriegos,
la tierra en que descansan mis abuelos.

...¡Salve, bandera de mi Patria, salve!
Y en alto siempre desafía al viento
manchada por el polvo de las tumbas
teñida con las sangre de los muertos...”


Su prosa íntima (Mi Teatro, Medio siglo en Madrid, Memorias de un escritor público de tercera fila), es la página más lírica que escribió: cuando desnuda su alma es cuando mayor belleza alcanza su obra. Con su muerte se cerraba una página apasionante de la vida literaria contemporánea. En más de una ocasión había manifestado su deseo de no ser olvidado:

“Lógico es suponer que al cabo de los siglos no quede ni rastro de los artistas más eminentes de esta época, pero las generaciones venideras no tendrán más remedio que acordarse de mí, mientras haya autores dramáticos que cobren derechos, y mientras se representen comedias en el mundo”.

Imágenes:
Firma de Sinesio Delgado, De Asqueladd, Madrid cómico: periódico festivo ilustrado, commons.wikimedia.
Sinesio Delgado, caricatura De Ramón Cilla - El Arte del teatro : revista quincenal ilustrada.




Sección para "Curiosón"
de Beatriz Quintana Jato.

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