Emilia Pardo Bazán
una feminista de excepción
Recuerdo de la primera escritora naturalista en el 150 aniversario de su nacimiento.
Me ha parecido oportuno dedicar unas líneas al recuerdo de esta mujer admirable que revolucionó y escandalizó a sus contemporáneos.
Fueron muchas sus cualidades, y muchas también las dificultades con las que tuvo que luchar por su condición femenina. Sin embargo, a ella no la amilanó nunca la dificultad, y se lanzó al mundo de la cultura con avidez, con la curiosidad y la humildad del que desea saberlo todo y empieza desde el principio. Su mente científica y rigurosa, la impulsaba a informarse bien antes de hablar sobre un tema (leyó por igual libros de Botánica, Astronomía, Física, Historia, Teatro, Poesía...; en su afán de comprender la Filosofía, leyó a Kant, Spinoza, Shopenhauer, Aristóteles; y también aprendió inglés para poder disfrutar el teatro de Shakespeare, y alemán para captar los matices de la obra de Heine).
Al estar vetada la Universidad para ella, como para todas las mujeres de su época, la lectura y el estudio fueron su fuente de saber, por lo que su autodidactismo es aún más admirable. Su temperamento vivo, arrollador y entusiasta, sorbía a grandes tragos la vida, y todo le parecía bien para aprender. También fue siempre una excelente pedagoga que quería que sus conocimientos llegasen a los demás, y a esto dedicó muchas de sus páginas. Por eso cuando se creó para ella la primera cátedra femenina en la Universidad de Madrid, vio realizada una de sus mayores aspiraciones.
Su persona nunca pasaba desapercibida, por lo que tuvo grandes amigos y grandes enemigos. Muy especial tenía que ser esta mujer, que contó por igual con la amistad de Giner de los Ríos, Unamuno y Galdós, Menéndez y Pelayo y Juan Valera, siendo además admirada por políticos como Castelar y Canalejas.
Doña Emilia tuvo en realidad pocos enemigos y sí muchos envidiosos e hipócritas que no soportaban que una mujer innovase el campo de la literatura y se introdujese en terrenos reservados secularmente al varón.
Su defensa del Naturalismo primero, su encendida y constante defensa de los derechos de la mujer luego (sobre todo la necesidad de que ésta fuese educada y no domada), su descripción de los aspectos más sórdidos y terribles de la vida en el campo gallego (claro precedente del “esperpento” de Valle-Inclán), o la inmensa tristeza que siente cuando pierde España las últimas colonias y ella escribe artículos de profundo patriotismo que conectan con los autores del 98, así como el hecho de que nunca pedía perdón por hacerlo, rodearon su figura de una aureola de polémica.
Siempre fue tolerante y abierta: incluso en sus últimos años, cuando era una anciana venerable rodeada –como siempre- de elegancia y refinamiento, su título aristocrático nunca constituyó un obstáculo para que los más jóvenes se acercaran tímidamente a aquella señora “de saber oceánico”, liberal y hasta revolucionaria que había defendido lo indefendible y “que no se asustaba de nada porque todo le parecía bien”.
Viajera infatigable, cuyo conocimiento de otros países la hacía reflexionar sobre el suyo, era también muy sensible a la belleza, y muy vulnerable a la magia y el embrujo de la naturaleza gallega que la envolvía durante los veranos. Allí nació en 1851, en La Coruña; hija única de familia noble, contó siempre con una vida agradable y fácil que tal vez influyó en su carácter afable y comunicativo.
Desde pequeña fue lectora incansable, primero de los románticos y luego de los autores realistas. Casada a los diecisiete años, sacrificó su matrimonio al tener que elegir entre ser ella misma o una esposa obediente. Tuvo dos hijos que la adoraban.
“Gozadora de la vida”, buscó siempre el trato de escritores y poetas por parecerle que aprendía de ellos. Escribió novelas (“Los pazos de Ulloa”, “La madre naturaleza”, “La sirena negra”, “La tribuna”, etc), cuentos, artículos, conferencias, páginas magistrales en defensa de la mujer...
Sus importantes logros (Cátedra de Literatura, Presidencia de la Sección de Literatura en el Ateneo, Consejero de Instrucción Pública, así como el prestigio y el respeto que consiguió como escritora) ella los disfrutaba como logros de todas las mujeres. Por ello, la Pardo Bazán es, a mi entender, orgullo para todas las mujeres, y todas deberíamos estarle agradecidas. Sirva este recuerdo como muestra de ello.
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