En las culturas donde las mujeres han plantado cara a la desvaloración, la invisibilidad y las exigencias machistas de sumisión, los hombres atiborrados de mensajes de supremacía, dominio y prepotencia no entienden que el funcionamiento de la familia no se basa en el ordeno y mando mientras todos escuchan y obedecen. Cuanto más obtusa es la mente del individuo más problemas tiene para comprender el valor del bienestar afectivo y emocional de su entorno. Lo que hagas hoy gozarás o sufrirás mañana.
Cada día se ve más en los juzgados el pleito por el reparto de deberes familiares, dinero y bienes materiales. Por desgracia para nosotras y suerte para nuestros hijos, aún las mujeres-madres renunciamos al progreso profesional, laboral y personal para suplir las deficiencias del compañero-marido-padre irresponsable con sus compromisos en el seno familiar y de pareja. Todavía es patente la miseria mental con la que padres de menores, por puro egoísmo materialista, afrontan una separación dejando a su prole en la indigencia, mermando su calidad de vida, llegando incluso a reducir su jornada laboral o a empequeñecer deliberada y fraudulentamente sus ingresos para que el juez no pueda sentenciar una asignación digna en concepto de pensión alimenticia.
Pasados los años los vemos ya ancianos sobreviviendo afectivamente solos, en residencias o en sus casas, sin apenas comunicación con los hijos que se preocuparían de su bienestar. Y, es entonces cuándo se preguntan qué pasó, qué hicieron mal, o les culpan por su ingratitud, -con lo que yo hice por ellos- se lamentan, tal vez no darán con la explicación, o sí, pero ya será demasiado tarde para componendas. El cine está plagado de escenas de padres sufrientes y arrepentidos de no haber estado con sus niños, de descuidar el amor de su pareja, de haber vivido solo para sus propios intereses, placeres, proyectos y ambiciones; el jardín se les llenó de cardos porque su agenda secreta no incluía dar para recibir, solo tomar todo a su paso y exigir, huir de las responsabilidades y que la otra parte, la madre, supliera las carencias, las ausencias y la falta de compromiso. ¿Qué habré hecho yo? dicen consternados algunos viejos desde su fría soledad, algunos esposos abandonados cuando el territorio se convirtió en un erial. La goma se soltó de sopetón de tanto estirar.
Historias para la prensa de Elisa Docio
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