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Con flores a María


Con qué pasión y emoción en nuestras voces, que transmitíamos a cada uno de los versos que declamábamos con inusitado desparpajo, llegado el mes de mayo, cantábamos en la iglesia de mi pueblo, Velillas del Duque, las loas a la Virgen los escolares de aquellos años.


Con flores a María en Velillas del Duque

Paqui González del Castillo

Y con cuánto entusiasmo, entonaba el pueblo en la misa mayor ese conjunto de estrofas del famoso “Con flores a María” que se iniciaba así:

Venid y vamos todos
con flores a porfía,
con flores a María,
que Madre nuestra es.../”.


Todo un conjunto sonoro de bonita armonía que trasladaba su eco por todo el templo, convertido así en perfecta caja de resonancia. Y es que el momento requería alguna dedicación extra por nuestra parte, pues aquellos poemas era menester aprenderlos de memoria a la hora de recitarlos; entre el nerviosismo y el orgullo por haber sido elegidos para ello.

Con flores a María en Velillas del Duque

Paqui González del Castillo

Entretanto, en el exterior, principalmente en las eras y los prados de los alrededores, se estrenaba con fuerza la primavera, haciendo que comenzasen a brotar infinidad de flores; entre ellas las margaritas, que poblaban estos espacios de una manera muy visible, y que eran el signo y señal que nosotros teníamos más a mano para advertir bien a las claras que la primavera estaba ya presente en nuestro pueblo.

Flores del campo que recolectábamos en grupo y que pasaban a formar parte, igualmente, de nuestro ofrecimiento a la Virgen, tras confeccionar un colorido ramo de flores que depositábamos a sus pies con todo el cariño del que éramos capaces.

Y como ya en mayo la temperatura exterior había subido unos cuantos grados con respecto al invierno, invitando a estar más tiempo en la calle y a salir al campo y admirar su belleza, los chavales aprovechábamos la ocasión y hacíamos grandes caminatas por los alrededores del pueblo. Pero como no era nuestro signo estar ociosos durante esos paseos, en el trayecto íbamos atentos a los pájaros que pudiesen salir volando de entre los ramajes, hierbas y zarzas del camino, pues sabíamos que tras ellos podíamos descubrir algún nido de estos pájaros, con sus crías ya salidas del cascarón; pues de sobra conocíamos que este llegar a la vida de las nuevas crías de las aves del campo se producía justo durante el mes de mayo.

Así que observábamos a los polluelos recién nacidos, teniendo la precaución de no tocarlos ni maniobrar en los alrededores del nido, pues se nos había dicho que si lo hacíamos y sus progenitores se daban cuenta de ello, podían hasta llegar a abandonarlos a su suerte cuando regresasen para alimentarlos. Por lo que, lo único que hacíamos entonces era observarlos durante unos instantes y localizar visualmente el lugar exacto para regresar días posteriores para ver su evolución.

El campo, entretanto, veíamos que gozaba ya de un verdor espectacular, lo que nosotros relacionábamos de una manera directa con un pronto final de curso en la escuela y todo un largo verano para nosotros, aunque también sabíamos que tendríamos que ayudar en casa en las faenas del campo y posteriormente en la era.

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May2025 | +000👀





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1 comentarios en el blog:

  1. Alfonso Santamaría Diez22 mayo, 2025 11:24

    De nuevo Javier nos traes recuerdos de la niñez. No he olvidado el verso de “con flores a María, que Madre nuestra es…”, de aquellos años de escuela e iglesia en los que apreciábamos la llegada de la primavera, ver las flores en las eras, brotar las rosas, nacer a los pajarillos en los nidos y crecer los días, después de sentir como si la vida se hubiera aletargado con el duro y largo invierno. Buen relato, adornado con las bellas rosas que pintó la pintora de Curiosón.

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