Y nos fuimos de excursión

Siendo chavales en la escuela del pueblo, si bien es cierto que nos habían hablado de la provincia de Palencia en términos generales; y, por ello, de la orografía de nuestro norte montañoso incluido, así como de localidades como Guardo o Cervera de Pisuerga en esencia; sin embargo, a aquella temprana edad no conocíamos mucho más que su existencia en nuestro norte provincial.


Sería más tarde, cuando nuestra maestra nos anunciara que uno de los próximos días nos llevaría de excursión al norte de la provincia para visitar, entre otros lugares, la localidad de Guardo y los enclaves de los dos pantanos que en sus proximidades se encuentran: Camporredondo y Compuerto, cuando realmente experimentamos la grandeza y hasta la magia de aquel paisaje. Acostumbrados como estábamos, en la práctica, a no salir de nuestro entorno rural, tan plano y tan rectilíneo casi en su orografía general; formada por las tierras de labor que nos rodeaban, donde las mayores alturas del terreno las habíamos visto en torno a las llamadas pequeñas “cuestas” o cárcavos en los entornos de la carretera desde el pueblo a Saldaña, encontrarnos de golpe al llegar al destino de nuestra excursión, con aquellas elevaciones montañosas tan pronunciadas y aquellos desniveles tan profundos junto a la carretera, supuso para nosotros estar en medio de un mundo totalmente distinto al que conocíamos. Incluso el viaje en autobús hasta allí, con aquellas pendientes tan pronunciadas del terreno junto a la propia carretera en sus últimos tramos, nos produjo en algún momento una cierta sensación de miedo.


Curavacas | @Estalayo

Espigüete y Curavacas | Imagen de José Luis Estalayo

Luego, ver aquellas grandes extensiones de agua, prácticamente inabarcables con la vista, que componían la grandeza de aquellos dos pantanos, nos impactaría fuertemente nuestra retina; hasta el punto de estar hablando de ello varios días, tanto en la escuela como luego con el grupo de amigos.

Y como, curiosamente, nuestra excursión coincidiría en el tiempo con las fiestas de la localidad de Guardo, fuimos testigos del desfile que protagonizaban en aquellos momentos por las calles del pueblo los populares y famosos Gigantes y Cabezudos. Y aquí, a fuer de ser sinceros, hay que reconocer que muchos de nosotros volvimos a sentir un cierto miedo en nuestros cuerpos cuando alguno de estos cabezudos, con aquella cara tan rara y tan espectacular se acercaba demasiado a nosotros, e incluso intentaba tocarnos o acariciarnos con aquella pequeña escoba que portaba en sus manos. Y fue entonces también cuando rememoramos por algunos minutos aquel otro miedo que sentíamos también con aquel “toro de fuego” que en Saldaña protagonizaba aquellas carreras interminables en torno a la plaza y sus aledaños en sus fiestas del Valle. De regreso a casa, la excursión resultaría ser para nosotros una mezcla de espectacularidad y asombro por los paisajes tan extraordinarios en torno a los pantanos, con algunos momentos de un cierto miedo personal. Y es que, ¡éramos tan chiquillos todavía en todos los sentidos, y nos faltaba tanto que conocer y madurar en la vida!, que cualquier cosa nimia que no conociésemos nos podía llegar a asustar de pronto. Algún tiempo después, aprenderíamos cantando aquello de: ¡“qué buenos son los padres alemanes…, qué buenos son, que nos llevan de excursión…”!.

Pero esa sería otra historia.


SOBRE ESTA BITÁCORA

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9 comentarios en el blog:

CURIOSON dijo...

Buenos días, Javier:
Buena idea la de compartir por aquí las impresiones recibidas de aquella excursión a la montaña. Algo parecido me sucedía a mi, cuando bajaba al mercado de Saldaña, para mi una novedad y el conocimiento de una historia cercana y de unos pueblos con su encanto también.
Cientos de artículos, reportajes, entrevistas e historias en la prensa regional y no es bastante para que todo el mundo sepa que hay un lugar con un encanto especial que se llama montaña palentina. En febrero vuelve Estalayo, (estos días estoy sopesando una nueva serie dominical para el Diario Palentino) y si todo va bien tendremos tiempo para recorrer de nuevo la montaña. Te invitaremos para que un día puedas ver amanecer desde el Peñalabra, que es una de las sensaciones más placenteras que puede darte un paseo por la montaña palentina.

Antonio Riaza (wassap) dijo...

Buenos días Javier:
Es verdad que cuando entras por primera vez en la montaña palentina te sorprende con sus altas montañas, su agua, sus valles. Al principio, te asustan sus altas cumbres, pero en seguida te entra el gusanillo de alcanzarlas. Y qué alegría cuando desde lo más alto ves la meseta en toda su extensión, los nacimientos de sus rios o los Picos de Europa que te están invitando a que los visites. Y así, ahora, te vienen los recuerdos de cuando eras montañero, con tu mochila, las cuerdas, el sufrimiento y... la expansión del espíritu.

Herminio Revilla (Museo-Casa Taller) dijo...

Como nacido y residente en nuestra Montaña Palentina, hoy me han llegado a emocionar vuestros escritos queridos amigos, lo mismo que siento al amanecer de cada día la soledad y tristeza que la zona nos transmite. Ya ni las golondrinas vienen como siempre lo hicieron en la primavera. Yo con frecuencia suelo soñar de aquel paraíso que conocimos en nuestra niñez repleto de todo. Pero claro los sueños, sueños son.

Carmen Arroyo dijo...

Buenos maestros tuviste querido Javier. Como veo que eres capaz de recordar detalles mínimos, pues tienes buena memoria, te invito a recordar a tus buenos maestros, que los has tenido...Es más, incluso puedes deleitarnos y contarnos si conoces a personas mayores que puedan recordar a los suyos...Si lo haces, seguro que sí, te prometo hacerlo yo. Tendríamos un dueto, no musical, pero quizá, interesante. Un cordial saludo.

Alfonso Santamaría dijo...

Y nos fuimos de excursión con el maestro, o el cura. Cuántos recuerdos, parecidos a los tuyos, de cuando éramos criaturas y disfrutábamos tanto cuando salíamos del pueblo para ver otros pueblos, monumentos y paisajes. Era como salir del cascarón, o abandonar el nido para ver lo que estaba cerca, o lo que estaba un poco más lejos, todo eran sorpresas que no se olvidan.

Jose Luis Estalayo dijo...

Buenos días Javier. Mira lo que has provocado en mi con tus recuerdos tan bellamente narrados. Nací en un pueblo diminuto, apenas 19 casas desperdigadas entre los pliegues de la Montaña Palentina. Durante años, aquel rincón rodeado de montes y silencio fue todo mi mundo. Cada sendero, cada roca y cada árbol formaban parte de un paisaje que conocía como la palma de mi mano. Los días pasaban al ritmo de las estaciones, marcados por el canto de los pájaros y el rumor de los arroyos.

Cuando finalmente llegó el día de salir, lo hice en un viejo autobús de la empresa Duque. Sus asientos desgastados y el rugido del motor parecían anunciar un viaje épico. Nos llevó por una serpenteante carretera a un lugar cuyo nombre yo apenas comprendía pero que sonaba tan exótico como lejano. A cada curva, los montes parecían despedirse, y yo los miraba por la ventana como si temiera no volver a verlos.

El destino era Cervera de Pisuerga, una ciudad que, en mis ojos de aquel entonces, era tan deslumbrante como Nueva York. Allí había luces que brillaban incluso de noche, calles asfaltadas que parecían tan lisas y perfectas como un río congelado, tiendas con vitrinas llenas de cosas que yo ni sabía que existían, y restaurantes donde el olor de la comida era un festín para los sentidos. Era un mundo distinto, ajeno y fascinante, pero también intimidante.

Aquel día entendí lo inmenso que podía ser el mundo y lo pequeño que era mi pueblo en comparación. Sin embargo, al regresar a casa, sentí que, en su sencillez, mi pueblo tenía algo que ninguna ciudad podría igualar: el latido de las montañas y el calor de un lugar donde el tiempo parecía detenerse.

J. Javier Terán dijo...

Qué bonitos recuerdos, amigos, han trascendido de vuestras cabezas al leer mi relato de cuando chavales en el pueblo, tras una excursión al corazón mismo de nuestra Montaña Palentina, que nuestra maestra nos regaló a los escolares del pueblo, y que resultó ser un verdadero goce para los sentidos y toda una fiesta para nosotros. Aprendiendo, también, que tras los límites de nuestro pueblo, había otro mundo que no conocíamos y que intuimos maravilloso a la contemplación de una muy pequeña parte.
Así lo he apreciando también en vuestros comentarios con el alma puesta en aquel entonces: Froilán, Antonio, Herminio, Carmen, Alfonso y José Luis; porque habéis transmitido con vuestras palabras todo un mundo que aún subyace muy adentro de vosotros, como también me ocurre a mí.
Me alegro que os haya gustado, como a mí me han gustado vuestros comentarios; en especial el de José Luis, que con sus palabras nos ha trasladado materialmente a ese lugar de nuestra Montaña Palentina donde él comenzó a amar a la tierra que tenía más a la vista. Y claro, que Froilán corrobora recordando la ingente cantidad de textos escritos sobre el particular. Que no será porque no se haya mostrado al mundo entero por activa y por pasiva. Y me alegra también esa nueva idea que os ronda en la mente, Froilán y Estalayo, de lanzar al aire a través de las páginas de Diario Palentino una nueva serie de reportajes sobre este particular. ¡Adelante!. Saludos.



FGC dijo...

Las primeras excursiones de cuando éramos niños no se olvidan, impresionan además porque aunque se trataba de la misma provincia, era un paisaje desconocido y además tan impresionante como la Montaña Palentina. Para las personas que somos de la campiña se nos queda más en la retina la impresión de esas montañas, ríos y valles tan espectaculares. Bonitos recuerdos que no se olvidan, a mí me pasó, como supongo que a la mayoría, esas primeras salidas hacía un mundo desconocido, nosotros íbamos a la Sierra de Francia aquí en Salamanca, para mí otro mundo distinto al mío. Qué curioso que en una misma provincia haya tanta variedad de paisajes y que muchos sean tan poco conocidos.

J. Javier Terán dijo...

Agradezco también tus palabras, Paqui, que has dedicado a mi relato relativo a esa excursión por la provincia cuando escolar. En él reflejas, en efecto, aquellas sensaciones que sentíamos cuando escolares al acudir a las primeras excursiones que nos sacaban de nuestro entorno tan reducido y nos mostraban que, en realidad, había otro mundo más allá del nuestro. Era una pura emoción a borbotones aquellas excursiones. Saludos.

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