Si me atrevo a bautizarlo así es porque, en esas paredes conventuales y época contemporánea, se fraguó y logró que Fray Escoba fuera santo. Y que dos de sus frailes, José Merino y José Luis Gago, que vivieron plenamente su vocación, estén en el inicio de su proceso de canonización. Ya fue cuna frailuna, allá por el siglo XII, de Fray Pedro González Telmo, nacido en Fromista y sobrino de Dom Tello Téllez de Meneses, que ha llegado a Beato y es considerado como patrono de marineros y pescadores. Y de otro santo más reciente, aunque del siglo XVII, Fray Francisco Fernández de Capillas, natural de Baquerín de Campos mártir en tierras orientales, que hace muy poco ha sido canonizado.
Sobradamente conocido es San Martín de Porres, Fray Escoba, pero no lo es tanto fray Benigno de la Cruz, buen fraile y mi segundo padre, con gran parecido a Max von Sidow, recordado en Palencia por su presencia en la multitudinaria procesión del Corpus, incensándole de espaldas durante su recorrido. Vocación tardía, con una intensa biografía anterior, apasionado por la figura del humilde mulatito, desde su Secretariado Pro Canonización del Beato Martín de Porres se entregó, hasta el final de sus días, a difundir su devoción por todo el mundo y promover su canonización, aportando uno de los necesarios milagros. De todo ello, como su Secre, fui testigo y partícipe muy directo durante 16 años de mi vida. Los tres primeros, compartidos con mis estudios de Magisterio en la vieja Escuela Normal, marcados por el sonido del Cimbalillo catedralicio.
Y, desde que fue hecho fraile, con cara de monaguillo grande, siempre estuvo a nuestro lado el Padre José Luis Gago, nacido y criado a la vera del convento. Enamorado de fray Martín, cuando ya era importante en el mundo de la Comunicación, creó la revista de los Amigos de Fray Martín, que aún se difunde.
El Padre Gago, el apóstol de la radio, será santo por su alegre testimonio vital, que emanaba equilibrio y paz. Querido y admirado, a través de las emisoras de Radio Popular, que fundó, ayudó a fundar y después fusionó en la Cope, quiso hacer realidad el ideal dominicano de la transmisión de la Veritas de Cristo, que nos hará libres, reflejada en su predicación, en sus extraordinarias Miniaturas y en su testamentario “Última Palabra”.
Conociendo mi apasionamiento, cuando me entrego a alguno de mis devaneos, como él daba mucha importancia a la vida matrimonial, una vez me dijo, en presencia de mi esposa:
-Sabes que me gusta todo en lo que te metes pero “no olvides el coro”, expresión frailuna sobre los que, poco a poco, dejan de asistir a los actos comunitarios y terminan dejándolo todo. Mila me lo recuerda, cuando es preciso, en los momentos oportunos.
También en esas paredes, el Padre José Merino fue Maestro de Novicios durante muchos años -antes había sido misionero y gran predicador-. Apoyado en sus singulares simpatía y santidad, y en la Madre Maestra, inició en la vida religiosa a varias generaciones de dominicos, sus Banderas.
Una vez le pregunté:
-¿Cómo enseña y logra que sus novicios se mantengan en castidad?
-Con mucha ora y mucha agua (orando y aguantando mucho).
También merece el reconocimiento de santo mi recordado Padre Andrés Hernández, que vivió varios años ayudando a los jóvenes palentinos. Después fue Maestro de los novicios dominicos en la casa natal de Santo Domingo en Caleruega, Burgos, y finalizó misionando en Perú, de donde dicen de él cosas con tinte de milagros, como le ocurriera a fray Martín.
Recuerdo dos preciosos momentos de nuestra relación:
-Cuando, desaparecida la nieve en 1957, nos llevó a un grupo de jóvenes, acompañados del legendario Alejandro Díez Riol, a colocar una cruz en el Curavacas y celebrar la Misa en el lugar donde se habían despeñado tres montañeros. Uno de ellos era Jesús Redondo, compartidor conmigo de nuestra afición futbolera en las Eras del Manicomio.
-Y de cuando, viendo que me encontraba muy cansado, por el duro trabajo con las cosas de Fray Martín, me invitó a acompañarle para descansar unos días en el santuario de la Peña de Francia, donde iba a dar Ejercicios a unas monjitas y me dijo:
-Vas a dormir en la misma cama que lo hacía D. Miguel de Unamuno -gran amigo de los Dominicos de San Esteban de Salamanca-, cuando venía a descansar y departir con los frailes.
También fue cuna de otros frailes, que no han llegado a santos, y espero que dentro de esas paredes se siga fraguando la santidad en sus moradores y ayuden a otros a conseguirla.
Me siento agradecido a Dios por haberme permitido conocer allí a tanta buena gente y haber contado con su afecto y buenos consejos.
5 comentarios:
Descubrimos hoy al Julián González auténtico, que no necesita perderse en los archivos en busca de documentación para contarnos historias de su propia cosecha.
Nos cuenta el “Maestro del Tren Burra”, y descubridor del “Viejo Camino”, sus vivencias en la Palencia de su juventud, en el convento de San Pablo, cuna de buenos frailes, que algunos llegaron a santos, permitieron a Julián conocerlos y recibir sabios consejos, durante 16 años, en esta cuna de “santos y sabios”, entre ellos el padre Gago, el “apóstol de la radio”, el padre Merino, maestro de novicios, y el padre Andrés, que ayudó a muchos jóvenes palentinos, y les inició al montañismo con Alejandro Diez Riol como maestro, colocaron una cruz en Curavacas, donde murieron “Los Faquires”, entre ellos Jesús Redondo, amigo personal de Julián. A destacar también el privilegio de Julián al visitar la Peña Francia, y dormir en la cama que dormía Unamuno.
Historias que tuve ocasión de conocer en mi encuentro con Julián y Froilán, en Palencia a mediados de febrero, y que al leerlos en el blog me vuelven a interesar.
Amigo Alfonso: Siempre tan amable conmigo y mis recuerdos, como estos de hoy, te agradezco y me agrada mucho que te interesen tanto. Un abrazón
Hola, Julián. Me ha sorprendido tu escrito sobre los santos del convento de S. Pablo. Ya veo que tuviste buena relación con algunos frailes. Mi nombre es Carlos Martínez y estuve muchos años con los dominicos. Pasé un año en Palencia y tuve contacto con fray Benigno y Fray Daniel. Además, soy pariente del P. Merino, a quien traté y conocí, pues pasó alguinos días en Camporredondo en casa de mi abuela. Además traté al P. Gago el cual fue compañéro de mi padre en Corias. Por esa razón he disftutado que los hayas recordado. Recibe un saludo afectuoso.
Hola, Carlos: Es agradable recibir mensajes como éste, a propósito de mi trabajo, que te ha traído el recuerdo de tan buenas personas. Las redes sociales también sirven para esto. Sería muy grato para mí, si lo deseas, poder contactar contigo, a través de Curiosón.
Buenas tardes, Julián : Si he accedido a tu escrito, se debe a que tengo relación con Froilán, debido a mi interés sobre temas atnográficos de La Montaña Palentina sobre la cual tengo algunas sencillas aportaciones. De vez en cuando me gusta leer algún escrito interesante, pero es la primera vez que participo. Desde luego, seguiré con interés tus escritos y participaré cuando crea aportar algún elemento de interés. Te confesaré que no estoy muy puesto en estos sistemas de comunicación. Recibe un saludo.
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