Regreso a la escuela
Retazos de una vida
Desde la Dirección Provincial de Educación y Ciencia me invitaron a participar en la III edición de Dibujando la palabra, una iniciativa estupenda para el fomento de la lectura. Es un proyecto «participativo y cooperativo en el que la literatura e imagen toman forma a través del cual nueve centros de Castilla y León podrán ver, a partir del trabajo conjunto de sus alumnos, mejorar la propia imagen del Centro». El objetivo: poner en contacto a un escritor que, además, haya sido maestro de escuela o profesor. En esta tercera convocatoria era preciso ser mujer. Acepté encantada porque me pareció una oportunidad única: Volver a estar en un aula con alumnos, en un colegio del mismo nombre al de Palencia, en el que me había jubilado: Modesto Lafuente, y, por si fuera poco, a 14 Kms. de un pueblo, Cubillo de Ojeda, donde yo había comenzado a ejercer mi trabajo de maestra, palabra mágica que encierra mil connotaciones y tiempo inolvidable porque allí encontré el amor que, aún nos dura.
Desde Educación y ciencia de Palencia, Valle Peláez Vega, fue la persona que desde el primer momento se puso en contacto conmigo e, incluso, nos acompañó en su coche hasta Cervera, digo nos acompañó, porque mi marido, Marcelino García Velasco, se unió también.
Los niños y niñas mayores del Colegio Modesto Lafuente de Cervera escucharon atentos y fueron colaboradores. Los profesores acompañaron a sus alumnos y quiero agradecer sinceramente su interés y acogida. Como DIBUJANDO LA PALABRA iba dirigido expresamente a los alumnos, quise contarles, casi como un cuento, pero historia real para mí misma, quién era y por qué elegí su colegio:
-Me llamo Carmen Arroyo Rodriguez. Ejercí mi profesión de maestra durante 40 años, seis meses y 11 días y, también, escribo cuentos y narraciones. Tengo una columna semanal en Diario Palentino que se titula La Quinta. Colaboro en una revista juvenil: Free y en varios blogs. En uno de ellos, titulado El Curiosón, y que dirige con acierto Froilán de Lózar, encontraréis “el Cuaderno de Carmen Arroyo” y podréis leer alguno de mis cuentos. Me presenté a Concursos Literarios y gané premios y publicaciones de los mismos. He venido a vuestro colegio que lleva el nombre de un gran historiador palentino: Modesto Lafuente, porque…
¿Sabéis? Hace apenas unos minutos, al venir hacia aquí, pasé por Cubillo de Ojeda, un pueblo que hoy está habitado solamente por una familia. Son cinco personas: Daniel Fraile, el hijo más pequeño de José Luis y de María que estudia tercer curso en vuestro colegio, y espero poder verle antes de marcharme. Tiene dos hermanas. Guadalupe, la mayor, acabó la carrera de Biología, pero le gusta trabajar con niños, y ahora estudia Educación Infantil en la Universidad de Guadalajara, y, por si fuera poco, saca tiempo para trabajar en una tienda de ropa para niños.
La otra hermana, Lara, también quiere ser maestra y estudia en Zaragoza. Daniel, el pequeño de la familia, es un chico inteligente, bueno y trabajador, que ayuda a su padre con las ovejas cuando van a nacer los corderillos y podría hablarnos de cosas muy interesantes… Os cuento esto para que os deis cuenta de que las oportunidades son bastante parecidas viviendo en un pueblo o en una ciudad. Lo verdaderamente importante es ser responsable y trabajador.
Bueno, pues al ver en la carretera el indicador con el nombre de Cubillo de Ojeda, el corazón me latía con tanta fuerza, que tuve la sensación de que se me escapaba del pecho.
¿Adivináis por qué?... Os cuento.
Precisamente, Cubillo de Ojeda, fue el primer lugar donde ejercí mi profesión. La escuela era mixta, quiero decir, que a ella iban niños y niñas, desde los cinco hasta los 12 años. Eran muchos y, sin embargo, el silencio cuando se dedicaban con esfuerzo a aprender, era compartido. Recuerdo a la más chiquitina, se llamaba Regina pero siempre la llamábamos Gina. Y el mayorcito era Norberto. Yo tenía 19 años. Casi podíamos ser hermanos. En medio de la clase había una estufa que ellos me ayudaban a encender cada mañana, aunque algunos días se iban turnando con los otros niños para hacerlo. El humo era un alumno más en mi escuela y poco agradable desde luego. Harta de él, aproveché las vacaciones de Semana Santa en que me fui a Coruña para estar con mi familia y pedí al señor alcalde que intentase solucionar el problema. En los pueblos había, estoy hablando del año 1.963, la solidaridad de los vecinos, y era, afortunadamente, normal y existía una costumbre importante: “La huebra”. Todos colaboraban cuando era necesario ayudar. Y ¡vaya si lo hicieron bien! A mi vuelta, la estufa había desaparecido y, en su lugar, había “gloria” bajo un suelo brillante y bonito. Yo no tuve necesidad de encenderla porque mayo llegó y el tiempo era muy agradable. Gracias a José Luis, que me dio los teléfonos de ambos, mantengo comunicación con dos de mis primeros alumnos: Gina y Norberto. La verdad es que esto me hace muy feliz.
Llegué al pueblo el 23 de febrero del año 1.963. Era un invierno de mucha nieve que se apilaba a ambos lados de la carretera para que pudiesen circular carros, coches o camiones. Y recuerdo que subí a Cervera para comprarme unas botas negras, de un material que ya casi no se usa, creo que se llamaba hule, y que muy pronto se me rompieron. Las personas que conocí aquí, entre ellas la mejor fotógrafa palentina, Piedad Isla, me parecieron realmente únicas. Recuerdo la imprenta pues era lugar obligado para adquirir material escolar. Los Leones, donde bailaba los domingos, al panadero de Perazancas, Honorino, y a Jesús, el Pitusa, en cuya furgoneta nos desplazábamos para ir a pasarlo bien los domingos… A dos kilómetros de Cubillo, en Perazancas de Ojeda, ejercía de maestro Marcelino García Velasco. Poeta de los buenos. Éramos jóvenes y nos enamoramos. Ha venido conmigo para recordar tiempos felices. Nos casamos al año siguiente y llevamos juntos solamente 57 años. Esta es una historia personal que, también, podría haberse convertido en una de las narraciones que escribo. Sin embargo es una parte de mi vida lo que acabo de narraros y, si pensamos un poco, la diferencia entre realidad e imaginación -al escribir un cuento- es una delgada línea roja que en muchos casos no existe. El cuento podría haber empezado así:
“Hace ya mucho, muchísimo tiempo, a un pueblecito de la montaña palentina, llegó una joven de pelo corto, pequeñita, delgada y de rostro agradable. El señor alcalde salió a recibirla pues sabía que la nueva maestra iba a llegar ese día en el coche de línea y la llevó a casa del señor Hipólito quien tenía dos hijas jóvenes: Encarnita y Pilar que se alegraron de que la nueva maestra se alojase en su casa. Las tres eran casi de la misma edad y, pronto, se hicieron tan amigas que, en las frías noches de aquel largo invierno palentino, se quedaban durmiendo encima de la trébede las tres juntas para sentirse más calentitas, encima de un colchón de lana que Hipólito cogía de una de las camas. Las dejaba bien abrigadas con dos mantas y se despedía de ellas deseándoles las buenas noches”
Ahora, al cuento, que ya tiene sus personajes y el lugar en el que se desarrolla, se le van añadiendo los detalles que cada uno de vosotros pueda o quiera imaginar. Aquí entra en juego esa cualidad que distingue a las personas creativas de las que son más prácticas y prefieren ver las cosas tal y como son en la realidad. Pero, volvamos a la historia auténtica, a la de la maestra que se llama Carmen, que se entusiasmó con el Espigüete y el Curavacas, y el más cercano a vosotros, el pico Almonga, que le parecieron hermosísimos con su manto de nieve helada. Y como no quiso olvidar nunca su primera experiencia como maestra de Cubillo, escribió este cuento que quise titular La Gotita de lluvia, y que voy a leer para vosotros…
SOLAMENTE LEÍ LA PRIMERA HOJA…
-¿Puedo revelaros un secreto?
A mí me gusta mucho escribir cuentos, pero hay otra cosa que me gusta aún más… ¿La adivináis? ¿No? Os lo digo… Escuchar esos cuentos en las voces limpias y cantarinas de niñas y niños. ¿Alguien quiere regalarnos su hermosa voz y leer un poquito para todos nosotros?
Salieron tres alumnos y la verdad es que fue un verdadero placer escucharlos. Y seguí contando:
Estuve en Cubillo hasta las vacaciones de verano. En el mes de septiembre me dieron plaza en un colegio que se inauguró en Palencia, en el Barrio del Cristo, cerca del Cristo que esculpió Victorio Macho y que tenía el nombre del, entonces, alcalde de la ciudad: Juan Mena de la Cruz. Era un colegio estupendo, pero me quedaba muy lejos de donde yo vivía, y cada cierto tiempo fui cambiando de plaza hasta que entré en el Colegio Modesto Lafuente, situado frente a un hermoso y concurrido parque El Salón de Isabel II.
Esa fue la otra razón por la que quise venir a visitaros. Me jubilé en el colegio que lleva el nombre del vuestro en Palencia y me hizo ilusión conocer cómo era el de Cervera. Imagino que sabéis quien era Modesto Lafuente. Nada más y nada menos que un palentino ilustre, historiador que nos ha dejado una gran obra.
En aquel tiempo la calefacción era de carbón, y de las carboneras, el lugar donde se guardaba, y que estaba situado en los sótanos del colegio, solía escaparse algún ratoncito y, si estábamos en el recreo, se armaba un alboroto enorme y divertido porque al oír la palabra ratón los niños corrían en distintas direcciones tratando de ser los primeros en descubrir al pequeño mamífero. Jamás lo conseguimos porque siempre, en aquel momento, el timbre anunciaba el final del recreo y hasta he llegado a pensar que aquel ratón se reía de todos nosotros. Pero uno de mis alumnos, Edgar, que tenía tres años, en cuanto oía esa palabra, ratón, se agarraba de mi bata como si fuese una tabla de salvamento. Sentía auténtico pavor.
Fue entonces cuando decidí escribir este cuento que titulé: Un ratón en el cole, para conseguir que los niños viesen el ratón como un bichejo simpático y listo que sabe buscar su comida sin que tengamos que alimentarlos como a los gatos o a los perros, las mascotas que más abundan en los domicilios de quienes los tienen como animales de compañía. Algunas veces me encuentro con Edgar, que ya es un chico grande, y nos reímos de aquel miedo que sentía al oír la palabra ratón.
Os voy a leer un poquito porque creo que hay otro cuento que os va a interesar también, y me gustaría que participéis leyendo algunas de sus hojas.
ELSA Y LAS GOLONDRINAS:
LEO la primera hoja e invito a participar…
Acabo leyendo yo la última página.
Vamos a comentar un poco este cuento. Yo os voy a ir preguntando, y quien lo desee contesta, seguro que lo haréis muy bien:
¿Quién es la protagonista del cuento?
¿Solo ella?
Sí. Abuela y nieta son las protagonistas. Son los personajes importantes, los principales, y alrededor de ellos van o ocurrir las cosas que se narran en el cuento.
¿Qué observa Elsa desde esa ventana con visillos transparentes que tanto le gustan?
¿O parece importante que una niña se interese por lo que les está pasando a las golondrinas?
¿Qué demuestra Elsa con ese modo de reaccionar?
Sí… Que tiene buen corazón. Que sus sentimientos son nobles.
¿Por qué decide llamar a la abuela?
Está claro: porque habíamos leído que abuela y nieta se entendían a las mil maravillas y Elsa confiaba en su abuela.
¿Os parece importante y necesario confiar en una persona?
¿Por qué? Porque es bueno, y necesitamos comunicar nuestros sentimientos a alguien a quien queremos.
Si queréis contarnos algo que os ha ocurrido, os escuchamos.
De lo contrario pasamos a hablar de Las aventuras de Lola.
Os voy a leer un pedacito, y luego nos dividimos en cuatro grupos, como queráis vosotros, y partiendo de este cuento, vamos a imaginar que necesitamos buscar más aventuras, y un final para acabar el cuento. Luego, elegís a un representante del grupo que os va a contar ese cuento que ellos han elaborado en su mente…
Estoy segura de que todos van a ser bonitos y distintos así que…
¡Manos a la obra!
Voy a terminar este retazo de mi vida comentando que los niños, divididos en grupos, crearon unos cuentos estupendos donde creatividad, imaginación, coherencia en el relato y final lógico hicieron acto de presencia. Luego vino la rueda de preguntas sobre lo que ellos querían saber, cómo y por qué comencé a escribir… Les animé a que leyesen porque no solo hay que dedicar tiempo a móviles y tabletas…
Volví a casa feliz. La experiencia fue enriquecedora y espero, ilusionada, el resultado pues los dibujos de los alumnos sobre lo que escucharon se verán plasmados en una gran mural que realizará una artista en un espacio elegido por el Claustro de profesores y su directora. Por las condiciones atmosféricas, será dentro del colegio para que dure más.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Gracias a los lectores de El Curiosón si llegaron hasta el final y, también, si solo leyeron el título. Carmen Arroyo
4 comentarios:
Como de costumbre, amiga Carmen, tu encendido relato toca esa fibra que nos devuelve a los lugares y a las gentes. Yo he llegado al final de tu presentación dos veces, y no será la última. Gracias.
Gracias amigo. Sabes por experiencia que compartir la palabra es la mejor gratificación que obtiene quien escribe. Volver al lugar en el que ese mágico duende del amor entró en vida ha sido, además, volver a un pasado inolvidable
Un abrazo y cordiales saludos a todos los lectores de tu magnífico y completo blog. Carmen
"Entrañable colega y genial cuentista, Carmen:
No había tenido el gusto de conocerte, ahora sí, a través de tus colaboraciones en el Curiosón de nuestro querido Froilán, como la que hoy me ha llegado muy hondo.
Creo compartí con Marcelino, tu esposo, la recordada Escuela Normal del viejo caserón en la plaza de la Catedral y también en alguna ocasión más, que no termino de concretar.
Te doy gracias por haber despertado mis primeros recuerdos profesionales y también, como tú, el recuerdo cariñoso de nuestros alumnos que nos tuvieron, y siguen teniendo, tanto aprecio. Es nuestra mejor recompensa.
Y te felicito de corazón, es lo más importante, por la preciosa narración, que nos haces, de esta experiencia, que tanto te ha calado".
La maestrilla de Cubillo.
Hoy, de madrugada, he leído con calma y tiempo debido el cuento de la maestra de Cubillo, un relato para leer sin prisa, y con pausas, que te permitan reflexionar y transformarte en niño. Me imagino a los alumnos escuchar boquiabiertos las palabras llenas de magia de la maestra extremeña, en un cuento real, adornado de vivencias. Me imagino a los niños escuchar muy atentos a la docente jubilada, relatar su vida laboral, siempre dedicada a la enseñanza. Percibo en sus palabras la sapiencia y experiencia ahora que Carmen es veterana de la vida y de las letras. Me hubiera gustado ser un niño de esos y tener una maestra como tú.
Creo que en la escuela de Cubillo de Ojeda debía figurar: Aquí estuvo de maestra una tal Carmen Arroyo, que siempre amó y nunca olvidó este pueblo.
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