El feminismo de frontera siempre se ha planteado como una lucha contra…, contra el machismo, contra el patriarcado, contra una sociedad dominada por los hombres, contra toda una in-cultura discriminatoria con un origen ancestral basado en la fuerza bruta, el músculo y la crueldad que fueron considerados las virtudes valoradas para defender la supervivencia.

Se habla, se habla,… Los jeques políticos hablan ¡Qué casualidad!, todos machos. PSOE, PP, PODEMOS, IU, Cd´s,…, hombres que hablan por boca de hombres, educados para ser machos alfa y hacerse obedecer por cualquier medio. Ellos prometen, pero sin comprometer su estatus, bonitas palabras que atusan los oídos de las mujeres, ofertas para embaucar y conseguir un voto que consideran veleidoso. Palabras que se plasman en textos legales que nunca se hacen efectivos porque nadie obliga y a nadie se sanciona.
Explotar nuestra faceta reproductora, a la par que fuente de placer, es el fin último. Controlando la primera tienen a disposición la segunda, y demuestran su fertilidad varonil. Una mujer con hijos se convierte en un ser vulnerable que agacha la cabeza y se somete a fin de evitar males mayores a su prole. El macho, arcaico, primario y, llegado el caso, violento, se aprovecha porque así lo vio en su entorno. Porque vio a su madre aguantar, tal vez incluso, llorar, porque vio a su padre hacerse obedecer a base de gritos, castigos u otras técnicas de terror.
La pedagogía compara a los niños con cemento fresco, cualquier huella deja en ellos efectos irreparables. En la madurez ya no hay remedio. Por eso, una y otra vez, volvemos a la escuela, a la familia, a lo que graba la mente humana “tan cuan tabula rasa” desde que nace, incluso antes. Es responsabilidad de madres no consentir, de los padres respetar, de los maestros controlar a ultranza las conductas micromachistas observadas a diario, y de los gobiernos y jueces proveer los medios y hacer cumplir las leyes, que no están de adorno…
Historias para la prensa de Elisa Docio
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