La Cigarra, después de cantar todo el verano, se halló sin vituallas cuando comenzó a soplar el cierzo: ¡ni una ración fiambre de mosca o de gusanillo!
Hambrienta, fue a lloriquear en la vecindad, a casa de la Hormiga, pidiéndole que le prestase algo de grano para mantenerse hasta la cosecha.
—Os lo pagaré con las setenas, -le decía-, antes de que venga el mes de agosto.
La Hormiga no es prestamista: ese es su menor defecto.
—¿Que hacías en el buen tiempo?” -preguntó a la pedigüeña-.
—No quisiera enojaros -le contestó-, pero la verdad es que pasaba cantando día y noche...
—¡Bien me parece! Pues, mira, así como entonces cantabas, baila ahora.
1 comentario:
Qué mala gente la hormiga, yo no podría negarle alimento aunque hubiese estado cantando, ya se que la hormiga se la pasa recolectando alimento para el invierno pero la cigarra hacía lo suyo, cantar!!!
Besazo Froi y buen fin de semana TQM,
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