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Más de un millón de muertos


Y lo más lamentable, sanguinario y criminal fue que se siguió matando a tiro de fusil después de acabada la guerra. Era la ordenanza del exterminio.



Marcelino García Velasco 
Transcribo (de mi marido)  para El Curiosón. Carmen Arroyo, Palencia, 29 julio 2025

Esta guerra fue especialmente sangrienta y causó un millón de muertos_Marcelino-García-Velasco

Yo nací en un entresuelo de la calle de Rizarzuela, número 3, un día en que por el calendario santoral era la festividad del nombre que me iban a poner si era niño, pues sería el primer nieto de la familia de mi padre, y como el suyo, después de venir de Cuba, se había muerto, velay que había que recordarle con su nombre en mí. Total que, como de todas las maneras de él no me podía librar nadie, decidí salir a ver el aire desde el vientre de mi madre el día del santo. Fue el partero un practicante amigo de mi padre que se llamaba -mirad qué ironía- Abilio Sangrador, en un tiempo en el que, todavía, se llevaban en Medicina las sangrías como un remedio, en algunos casos, eficaz, si no mediante cortes, sí con la aplicación de sanguijuelas. Sobre todo en el medio rural. A mi abuelo Antonio, padre de mi madre, se las aplicaron en Astudillo prescritas por un médico, don Luis Velo, porque sufrió una congestión cerebral. Caían gordas sobre la blancura de las sábanas. Cuando se necesitaban se iba a la farmacia y los mancebos las cogían en La Colagua, que era uno de los aliviaderos de las aguas sucias del pueblo.

Y como estábamos en el año 1936, y mi nacimiento ocurrió en abril, pronto llegó julio y con él los salvadores de la patria se alzaron contra el régimen político, la II República, que gobernaba el país y estalló la guerra “incivil”, una de tantas de las que asolaron el suelo español, que duró casi tres años, hasta el 1º de abril de 1939. Suele ocurrir en este país ultracatólico y fanático y egoísta cuando la derecha, heredera de Dios y su escenario, es apartada del poder. ¿Con qué derecho? ¿Dios no entregó el poder de su mano a los cristianos, puros defensores de la derecha? Ya el siglo XIX había sido testigo de las guerras carlistas, de la lucha entre conservadores -hijos de Dios- y los liberales -engendros de Satanás- aún cuando entre éstos también se encontraban hijos de Dios, aunque, eso sí, de menor categoría, fingida y sin valor.

Fueron guerras, sobre todo esta última ya en el siglo XX, que dejaron miles de muertos sin razón y exiliados, fruto de la envidia o del malquerer antiguo y atávico heredado de los viejos vicios de la Inquisición en esta tierra que reza y mata con la misma devoción y bajo el mismo nombre. Esta guerra fue especialmente sangrienta y causó un millón de muertos antes y después de la victoria, es decir, cuando llegó ésta y no la paz, se continuaba matando desde juicios de papel. Hubo muchos muertos en cada provincia, en unas más que en otras, que quedaron ocultos en lugares apartados, lejanos, provisionales cementerios extraños, o en cunetas de las carreteras y de los caminos. Y lo más lamentable, sanguinario y criminal fue que se siguió matando a tiro de fusil después de acabada la guerra. Era la ordenanza del exterminio. A veces se creyó que matar en nombre de Dios era un servicio eclesial e identificaban Dios con la Iglesia, y la Iglesia lo aceptaba y bendecía. Todavía quedan miles de muertos perdidos en las tierras, anónimos. Hablo desde 2016 y no hay modo de sacarlos a la luz, llevarlos a un cementerio donde ponerles unas flores. Dicen los vencedores o sus herederos, que hay que respetar la Historia. Qué crueldad. Lo peor es que fueron dados no como muertos, sino como desaparecidos. Y las mujeres no estaban excluidas del servicio al sacrificio. Se era tradicional, ante la traición no había separación de sexos.

Uno de los colectivos que más padeció este comportamiento fue el de los maestros de escuela. ¡Qué peligroso es enseñar a leer y comprender a los niños que serán futuros hombres con razones para rebelarse en un pueblo educado en el resquemor, la envidia y el chivateo! Fueron asesinados 23 maestros de ambos sexos, y expedientados un 31 %, expulsados muchos de ellos del cuerpo, suspendidos de empleo y sueldo o trasladados de provincia. Fui compañero en Becerril de dos maestros represaliados: David Conde, 13 años de expulsión del Magisterio y Felisa Montero obligada a ir a Vizcaya. El delito fue su afiliación a la UGT. Hasta que fue movilizado mi padre, vivíamos en Palencia y los domingos se juntaban las familias, concretamente los hermanos casados. El día 18 de julio era domingo y estaban en casa de Carmen, hermana de mi padre, y Mariano, su marido. De noche, vivían cercanos al palacio episcopal, notaron situaciones extrañas y vieron sacar de allí armas -era prelado don Manuel González, después obispo de Málaga y más tarde San Manuel González- que, decían, habían llegado a un tal Conceso de la Pisa, industrial, en unos vagones de mercancías por ferrocarril. Oí contar a mi padre que como el Ayuntamiento era republicano, estaba prisionero en su edificio, le mandaron llevar la comida a un hermano de su cuñado Mariano, que era concejal. A mi padre no se le ocurrió más que sacar de una cómoda un brazalete de la FAI, que pertenecía a su hermano Ángel. Decidido se lo sujetó a un brazo con alfileres y lució los colores rojo y negro, como los de Falange, que eran los que ahora, después de la revuelta, mandaban en la ciudad. Se echó a la calle con el cestillo de comida. Ya en la plaza Mayor le asaltó un vecino amigo, falangista, llamado, también, Mariano, Retuerto de apellido, que, al verlo, se acercó a él, le arrancó el brazalete de la FAI y, cabrón, dónde vas con eso, ¿quieres que te maten? ¿Qué pasa?, contestó sorprendido y airado mi padre. No es más que un distintivo de vuestra Falange. Qué voy a hacer, desgraciado, guárdate ese trapajo, ¿no ves que llevas el emblema de los anarquistas? Mi padre, agradecido, comprendió y vio que no todos los falangistas eran iguales. Voy a llevar comida a Victoriano de Vena, hermano de mi cuñado Mariano. Anda, entra y no tardes. Se dieron un abrazo, aunque de ideas contrarias, y fueron siempre amigos.

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3 comentarios en el blog:

  1. Siempre que se cuentan historias de este tipo, como esta que nos describes, Carmen, escrita por tu marido y rescatada de su recuerdo, a uno se le ponen los pelos de punta, porque todas resultan horrorosas vengan del bando que vengan de aquella guerra “incivil” como la llamaba tu marido. Y es que, por más vueltas que le demos al tema, siempre habrá razones para unos y para otros. Difícil sanar la herida, en cualquier caso. Saludos.

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  2. Estupendo artículo, lleno de obviedades. Acabo de leer La Península de las Islas vacías y me parece en la misma línea que el artículo de Marcelino, escrito desde las entrañas. Me recuerda también a un personaje anarquista de Baroja, el cual se preguntaba "¿Qué país es este en que unos ejecutan a otros por ser ateos y otros asesinan a unos por ser creyentes?

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  3. Alfonso Santamaría Diez31 julio, 2025 22:57

    La mítica fotografía de Robert Capa de la Guerra Civil Española sirve de presentación para este interesante artículo “Más de un millón de muertos” que escribió Marcelino García Velasco sobre nuestra contienda. El escritor, que nació en el 36, desgrana recuerdos de su niñez. Cuando habla de los “maestros de escuela” me viene a la memoria escenas de la película “La lengua de las mariposas”, magníficamente interpretada por Fernando Fernán Gómez en su papel de maestro republicano.
    El artículo de Marcelino transmite una profunda reflexión sobre aquella batalla tan cruenta e innecesaria que dividió a España, con tantos muertos durante casi tres largos años, y miles de exiliados, y me viene a la memoria Antonio Machado.

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