Calles de Cervera de Pisuerga
Paseando un día de estos al azar por las calles más céntricas de la sin par villa de Cervera de Pisuerga, haciéndole de paso un pequeño guiño al pasado para quien habitó estos sitios tiempo atrás, es como si la historia de pronto saliese de su escondite del tiempo y se nos mostrase por momentos de nuevo presente a nuestro alrededor.
Eso sí, con circunstancias del ahora muy diferentes; porque, por ejemplo, miras el empedrado sobre el que te vas moviendo y, claro, sientes que no es el mismo, evidentemente; todo ha evolucionado progresivamente a los tiempos con los que tratas de compararlo.
No obstante, si elevas la vista a una mediana altura sobre las fachadas de las casas y notas que algunas de ellas, pese a la modernidad que te rodea, no han cambiado todavía, que siguen ahí tras todos estos años, pavoneándose incluso de seguir manteniéndose en pie, tu mente te hace un “recordaris ad hoc” y te traslada a aquel entonces como si tal cosa.
Y así, puede que de pronto veas desfilar por delante de ti en tu mente, al repartidor de pan o de leche de aquel entonces, de puerta a puerta con su viejo carromato tirado por una mula; o al fresquero, o al frutero; o al carbonero, o al buhonero de turno. O a aquel grupo de chavales que jugaban al fútbol en plena calle, ocupándola casi en su totalidad.
En tanto que en una zona próxima otro grupo, en este caso de chavalas, se entretenían en otros juegos infantiles de diferente matiz. Y de pronto, la imagen te trae al presente a aquel grupo de colegiales de “los alemanes”, en fila casi interminable de a tres en fondo que, tras doblar la esquina, atraviesan la calle principal con un pasar sonoro de diferentes voces, en su paseo del fin de semana camino del campo de fútbol de la Bárcena o de cualquier otro paraje de los alrededores.
Y uno, que fuera protagonista de esta última escena en infinidad de paseos de este tipo, saliendo de nuestros aposentos residenciales nos maravillábamos siempre de cómo era posible que, existiendo también en la localidad un Colegio de monjas con chicas internas, jamás de los jamases en estas salidas nos cruzásemos con ellas; todo un misterio que nunca logramos desentrañar en aquel entonces. Y claro, la pregunta caía por su propio peso en nuestras mentes aún de pre adolescentes: Dónde hacían sus paseos y sus excursiones las chicas de este otro Colegio, que nunca hubo ningún tipo de coincidencia en el tiempo y en el lugar con ellas; ni siquiera por aproximación o avistamiento próximo. Y aún hoy es el día que, si aquello tal vez era un misterio que obedecía a la intervención divina por aquello de tratar de preservar la vocación religiosa en su estricta definición, la magia de ese misterio todavía sigue presente en nosotros. Entretanto, cuando nuestro paseo se adentra ya en calles de nuevo trazado y edificios de clara modernidad constructiva, nuestra memoria imaginativa deja de operar automáticamente y nos devuelve a la realidad del hoy. Es entonces cuando, indefectiblemente, nos viene a colación aquello de “cualquier tiempo pasado…”.
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Paseando un día por Cervera, con recuerdos de tu época estudiantil, tiempos de nostalgia al comprobar cómo ha cambiado el pueblo, aunque te topas con edificios que perduran en el tiempo, pero tu pensamiento es un traslado nostálgico, se te agolpan los recuerdos de tu niñez y lo que veías entonces al transitar por esas calles.
ResponderEliminarAsí es, Alfonso, un recuerdo de aquella niñez como interno en un Colegio de Cervera, con 12, 13 años y toda la vida por delante, que me dejó una profunda huella en sus múltiples vivencias. Y que hoy lo he puesto en relación con aquellos años. Saludos.
EliminarYo recuerdo, sobre todo, la calle de los labradores, donde vivían mis primos. Pero también hay una calle de Castillería, una de Daniel Fernández, párroco y estudioso de la historia de la villa; Barbacana, Carracedo, Cantarranas, Espigüete, Ubaldo Merino, Dionisio Barreda, algunas que no existían cuando tu paseabas por ella. Tu alusión es más genérica, pero el título me ha llevado a recordar estas. Los recuerdos nos devuelven un poco de aquello que vivimos. Un abrazo, Javier y bien día.
ResponderEliminarPues sí, se trata de un recuerdo general, sin saber el nombre de ninguna de las calles en aquellos años (es que no salíamos solos por Cervera en ningún momento), pero sí que recuerdo todavía nuestro paso por algunas de esas calles camino de algún destino en el exterior. Por cierto, uno de los profesores del exterior, no fraile, se apellidaba Barreda, pero el nombre no era Dionisio, (ahora que mientas a Dionisio Barreda). Me quedan todavía esos recuerdos de Cervera y sus calles, que ahora me han inspirado estas líneas. Saludos.
EliminarMe he dedicado a repasar el articulo de José Javier Terán sobre Cervera de Pisuerga. Y es que sólo un veterano como él puede contar la vida cotidiana de entonces, con los juegos infantiles en la calle y destacando como algo irrepetible el paso de las chicas de "los alemanes" en larga y numerosas fila y la anécdota de las invisibles monjas.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz jueves.
Me alegra te haya gustado mi artículo, Antonio, y esa anécdota que relato de que los chicos que estábamos internos en el Colegio de los alemanes, nunca coincidimos, en ningún momento ni situación, con las chicas que estaban internas en el colegio de monjas; misterio que no pudimos resolver nunca. Eso sí, una tarde visitaron ellas nuestro colegio con motivo de una representación de teatro que nosotros hacíamos; pero nosotros -bajo estrictas órdenes impartidas al respecto, casi de ser excomulgados en el acto-, ni dirigirlas la palabra podíamos..., ni mirarlas tan siquiera.... Saludos.
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