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Edén en Lárrede, Huesca

GRAN GUÍA TEMPLOS ROMÁNICOS

LÁRREDE
HUESCA

Templo de San Pedro y Torre defensiva




Este pueblo del serrablo oscense que aparece documentado en 920 en la carta del monasterio de San Martín de Cercito, denominándose “ Cuello de Larede”, hasta que, tras el sometimiento a la noble familia Dato, en 1153 pasara a denominarse villa Larrete, conserva el más perfecto templo de una arquitectura única y singular que ha dado origen a el conocido estilo serrablense, mezcla de mozárabe y románico, que enzarza a unos y otros en su datación, pues mientras para unos sería construido entre 960 al 1000, los segundos entienden que no se levantó hasta el año 1050-1060. Sea como fuere, merece la pena conocer el trabajo de un maestro desconocido que fue capaz de diseñar un edificio arquitectónicamente perfecto.


Al exterior, ábside semicircular con parte superior en friso de treinta y siete baquetones verticales recogidos en cornisas y sustentados por siete arcos ciegos inferiores apoyados en lesenas.


Arquerías, siete, de medio punto que reposan en impostas sobre seis lesenas y vano central en aspillera, cegado.


El friso superior, con baquetones y dos hiladas que actúan de cornisa para soportar el tejado.


La torre, la más elevada y graciosa, es tronco piramidal, abierta a los aires mediante ventanas triforas que se adornan con alfiz, medias columnas adosadas a jambas y carentes de basa.


Carecen de capiteles que se sustituyen por molduras biseladas haciendo de cornisa del tejado a cuatro vertientes.


Y a cuya torre se accede, hoy día por escalera del muro septentrional de la nave y, de antiguo, por la parte superior de la capilla lateral izquierda interior.

La portada principal se abre al muro meridional. Es de falsa herradura


pero presenta en su clave restos de pinturas de crismón oscense.


Sobre su parte superior, tres vanos aspillerados de doble derrame y arco dovelado en falso alfiz.


A la derecha, otra ventana geminada de mayor envergadura que descansa sobre una de las capillas laterales, rebajadas, añadidas en el siglo XVII


El interior, nave con cinco tramos cubierta con bóveda de cañón sostenida por tres arcos fajones apoyados en columnas adosadas a los muros.


Son rodajas y losas de piedra que configuran aspecto de base y capitel.


Se ilumina por cinco vanos: cuatro en el muro meridional y el quinto, a los pies.


Presbiterio terminado en ábside semicircular cubierto con bóveda de cañón.


En la parte central, saetera de doble derrame.


A los pies del templo, su muro alberga un elegante vano geminado formado por arco de herradura


En la restauración, se añaden dos capillas laterales dando forma de nave en cruz latina.


En la del lado de la torre, desde donde originariamente se accedía a ella, se entra por arcos de medio punto con dovelas en falsa herradura.


Y ya, en lo alto de la loma, la fortaleza de 992 como torre defensiva de lo que fue un antiguo castillo.


Construida en sillarejo y de planta rectangular de cinco pisos con aspilleras y rematada por almenas y accesible desde el primero en su cara meridional.


Y así os lo cuento, porque fue así como a mí me lo contaron.


2 comentarios:

Froilán De Lózar dijo...

No importa donde nos lleves, Mongui. De camino siempre encontramos un lugar que esconde uno de esos templos románicos que muy poca gente conoce. No se trata de una guía al uso, de lugares que aparecen en todas partes. Tu guía es auténtica y novedosa, como lo determina el número de amantes de este arte que viajan con nosotros.
Gracias por este edén, Mongui. Hasta el martes que viene.

Mongui dijo...

Gracias, querido socio. Estos templos del serrablo oscense son de una curiosidad excepcional. Aunque hay gente para todo, que quiere ver el simbolismo de la tierra (la planta) y el árbol (torre) que aspira al cielo, no creo que haya simbología en este tipo de templos, sino una solución constructiva revolucionaria y excepcional: la decisión sobre la forma de la edificación se adopta en función de una base sociocultural (modo de vida, valores del grupo, ambiente «ideal» deseado) y de condicionantes físicos (climáticos y del propio asentamiento). Al contrario de la construcción actual (que considera la influencia del clima como un agente externo ante el que hay que defenderse, y el paso del tiempo como un factor de degradación), el constructor tradicional aceptaba las limitaciones que estos factores le imponían y los utilizaba a su favor a través de la adecuada elección y uso de los materiales constructivos. Por eso merecen ser visitados. Lametones, Froi.

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