Tendencia de nuestra época, del individualismo de masa, ser hijo sin hijo. Encontramos sujetos que han decidido vivir su vida bajo ese axioma: ser hijos y no tener hijos. No confundir con quienes han tomado la decisión de no tener hijos propios, o con quienes decidieron hacer de la soltería su rumbo. Quiero referirme al subtipo de los hijos que ejerciendo poderosamente de tales, a su vez nunca tendrán hijos.
Hay una novela de Enrique Vila-Matas, que precisamente tiene un título así, Hijos sin hijos. Allí menciona a unos personajes que tienen todos en común el alejarse de la sociedad, pero sobre todo que “sólo se alimentan de sí mismos, de forma que no se les puede ayudar sin hacerles daño”.
Y aunque sean personajes de ficción, no se alejan de lo que encontramos realmente cada vez con más frecuencia. La debilidad del lazo social, del lazo amoroso, del lazo profesional es tal en los sujetos contemporáneos, que las fracturas y desconexiones del lazo social lejos de ser episódicas, son la norma.
Como le sucediera a Kafka, (“y es que todo lo veía como una injerencia en su vida”, paradigma para Vila-Matas), los hijos sin hijos viven los acontecimientos históricos sin involucrarse lo más mínimo, es decir, se van a nadar por la tarde, o si se quiere, siguen jugando a la Play.
Sin embargo, sus padres, a su misma edad, sudaban la gota gorda para sacarlos adelante y entraban con madurez resuelta y aceptación de la edad en la cuarentena, e incluso en la veintena.
Los nuevos hijos sin hijos no comprenden que sus padres se vayan de casa para no seguir manteniéndoles; ni consideran que hayan de dejar de mirar y cuidar su cuerpo para sostener en sus brazos a un bebé; ni comprenden cómo es que han de abandonar su carrera profesional para cuidar a un mocoso; ni justifican un enamoramiento sino como una debilidad y un contratiempo inesperado que les va a hacer sufrir; en resumen que no pueden llegar a entender que para sus padres exista algo mejor que contemplarles a ellos, y estar ahí siempre, al pie del cañón, para cuando ellos, sus hijos queridos, lo precisen.
Lo peor de todo no es que no vayan a cambiar, sino que pienso como Vila-Matas que es imposible ayudarles a cambiar sin herirles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario