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Memoria del profesor Millán Bravo

Millan Bravo Lozano, El Camino de Santiago
Una guía para peregrinos, León España 1999

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En una mañana lluviosa y triste de noviembre, murió en Valladolid Millán Bravo Lozano. Después de una prolongada y titánica lucha, al fin fue vencido este hombre al que yo, como muchos otros, admiraba y quería profundamente.


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Con él transcurrieron muchos y muy importantes trechos en el camino de mi vida, y ahora, al hacer un recuento, a duras penas puedo asimilar el enorme vacío que deja su ausencia.



Beatriz Quintana Jato
Catedrática de Literatura, Miembro de la Institución Tello Téllez de Meneses.

Al morir, todas las personas dejan una gran soledad alrededor, que se concentra en ese sentimiento de impotencia que nos invade al ver cómo su cuerpo queda bajo tierra ya, definitivamente, y evocamos con desesperación todo lo que todavía teníamos proyectado vivir junto a ellos. Pero algunas personas, a mi modo de ver, dejan un vacío mayor que otras, y Millán fue de estos últimos porque rebosaba vitalidad, porque ponía entusiasmo en todo lo que hacía, y porque poseía un dinamismo especial que le hacía estar siempre a la hora y en el lugar en que sus amigos necesitaban que estuviese; él era el que siempre se acordaba de llamar, de arreglar las cosas o de dar la palmadita cariñosa en el hombro, cuando veía que decaían los que le rodeaban ( y esto lo demostró prácticamente hasta los últimos días de su vida, como si quisiese dejar “las tareas” bien rematadas).

Millán Bravo fue un hombre importante en el mejor de los sentidos, singular e irrepetible. Fue también un verdadero luchador que me recordaba a los caballeros medievales “esforzados e valientes” luchando siempre por ideales imposibles. Millán luchó contra la incultura y contra la ramplonería primero, y contra la muerte desesperadamente, después.

Por eso, y aunque yo sabía la gravedad de su enfermedad, me agarraba a la esperanza última de que él, a pesar de todo, conseguiría salvarse; y por eso también, los momentos en que asistí a su funeral fueron de los más tristes y sombríos de mi vida, porque pensaba que se habían acabado para siempre aquellas charlas geniales y cálidas con el maestro (que eso es lo que fue Millán Bravo, un admirable “magister” al que le gustaba siempre extraer la moraleja de las cosas, la enseñanza o aplicación de cada idea, y que intentaba asimismo, inculcar en cuantos le escuchaban el valor exacto de las palabras y la inevitable fuente latina de muchas de ellas).

Millán había nacido en 1932 en Las Grañeras, un pueblecito leonés cercano a Sahagún y situado en el Camino de Santiago, ese camino centenario que acapararía gran parte de sus investigaciones y de su vida, y con el que siempre se sintió profundamente unido.

Defendió siempre la importancia de Sahagún en el Camino de Santiago, dirigiendo en 1993 un Congreso Internacional, precisamente allí, sobre Cluny y el Camino de Santiago en España en los siglos XI-XII, y manifestando la necesidad de excavar las ruinas de la abadía de San Benito, “cuna del cluniacense español” en su opinión.

Se licenció en Filosofía en la Universidad de Madrid, y en Filología Clásica en la Universidad de Salamanca. Completó su formación en las Universidades de Roma y Friburgo, especializándose en Filología Latina medieval. Fue profesor de la Universidad de Salamanca y en la Universidad Complutense de Madrid hasta que en 1970 obtuvo la cátedra de Filología Latina en la Universidad de Valladolid.

Perteneció a la Comisión Nacional de Liturgia de España de 1968 a 1973, siendo el responsable de la traducción de la Liturgia latina al castellano.

Fue Presidente de la Asociación “Amigos del Camino de Santiago en Sahagún”, y en 1989 fundó el “Centro de Estudios del Camino de Santiago”, dedicado a la investigación científica de lo jacobeo y con una de las bibliotecas más importantes sobre el tema.

Entre sus últimas iniciativas figura la fundación del patronato “Sahagún, villa arqueológica”, que pretende rescatar las ruinas del convento benedictino.

Formó parte del grupo de intelectuales que dieron forma ideológica a uno de los movimientos de la Transición española con el pseudónimo de “Tácito” , y fruto de sus profundas convicciones demócratas y del amor a su tierra fue la fundación del PANCAL (Partido Nacionalista de Castilla y León), dejándose llevar durante un breve tiempo por la tentación de la política, aunque la abandonó pronto para seguir dedicándose a la investigación y a la docencia (en este aspecto, manifestó siempre la necesidad de desterrar de la universidad toda politiquería).

Por otro lado, y aunque era un castellano convencido y leonés a ultranza, soñaba con un regionalismo más amplio y sensato, como el que está implantado en otros países de Europa.

Su biografía tiene un vínculo importante con Galicia, concretamente con la ciudad de Lugo, en la que vivió sus años de infancia y mocedad, y fruto de lo cual le quedó para siempre esa fina ironía tan típicamente galaica que lo caracterizaba.

Con Palencia le unieron también estrechos lazos de amistad y de trabajo, habiendo realizado una catalogación impecable de la “Biblioteca del Canónigo” (como él la denominó) de la catedral palentina, y mostrando tanto entusiasmo en los riquísimos fondos que contiene, así como en la grandeza de su artífice Don Pedro Fernández de Pulgar, que yo realicé mi tesis doctoral sobre esa figura precisamente siguiendo su consejo.

Entre sus obras destaca la traducción que realizó del Codex Calixtinus, atribuido a un clérigo francés del siglo XII y también al Papa Calixto II, y que se considera la guía medieval más importante para los peregrinos. Escribió también Guía del peregrino medieval, Guía práctica del peregrino (traducida a varias lenguas), así como también dirigió la edición del facsímil del Codex Calixtinus y fundó la revista de estudios medievales “Jacobvs” en 1996.

Sus trabajos se centraron principalmente en temas medievales y renacentistas, siendo uno de los más importantes investigadores del mundo jacobeo en España.

De él se ha dicho que era una gran persona, un caballero en todos los sentidos, amigo de sus amigos, hombre de convicciones humanísticas y religiosas, demócrata visceral, amante de la sabiduría antigua y de la modernidad bien entendida, poseedor de una cultura exquisita y una inteligencia cargada de ironía. De todas ellas, yo resaltaría su faceta de humanista, cuya talla era excesiva para estos tiempos tan pobres y estrechos culturalmente.

Millán Bravo era profesor de latín, y como tal, afirmaba que las lenguas clásicas y las Humanidades en general son la horma cultural de Occidente, por lo que su conocimiento será inevitable para valorar el desarrollo de la cultura occidental.

También estaba convencido de que la sociedad moderna debe alcanzar el progreso sin abandonar el cultivo de los valores que siempre fueron esenciales a la condición humana: 

“El peso de la historia es el lastre que hace que el ser humano se tenga de pie y no vuele como una pluma; sin conocer el pasado, no es posible proyectar algo bueno para el futuro”.

Esta frase suya todavía me impresiona.

La esquela que le dedicaron los Amigos del Camino de Santiago de Sahagún rezaba así:

“Tus pasos firmes / te han llevado / a la gloria”.

Y es verdad, esa gloria es la que ha ido consiguiendo paso a paso con su vida; en estos momentos comprendo mejor el mensaje de Jorge Manrique, cuando deseaba que la muerte de su padre no implicase el fin absoluto, el olvido de todo lo grande que se ha hecho en vida: que aquella otra vida “más larga, de la fama, que aquí se deja”, sea la que nos consuele de su muerte, pues “aunque la vida perdió / dexónos harto consuelo su memoria”.

No puedo evitar, para finalizar, repetir las palabras con que Lorca concluye su Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, su amigo, y hacerlas mías:

“…Yo canto su elegancia con palabras que gimen
Y recuerdo una brisa triste entre los olivos”.




Sección para "Curiosón"
de Beatriz Quintana Jato.

4 comentarios:

Alfonso Santamaría Diez dijo...

Cariñoso y espléndido recuerdo de Beatriz Quintana Jato a Millán Bravo Lozano, a quien tuve el honor de conocer con motivo de los diferentes Congresos de Historia de Palencia, organizados por el Departamento de Cultura de la Diputación de Palencia, un hombre muy entusiasta y dinámico, simpático y entrañable. Me encontré con Millán un día por algún lugar del Camino de Santiago, me saludó con especial simpatía, aquella que no dejaba indiferente, daba gusto hablar con él por ser tan cercano y sencillo.
Supe de su enfermedad y de su muerte. Una gran pérdida.

CGGuadilla dijo...

Precioso texto. Como si hubiera conocido a Millán Bravo, pues estos recuerdos se quedan en mi memoria, como los de Jorge Manrique.
Un abrazo a Beatriz Quintana.
Carmengarciaguadilla.academia.edu

Caracas, 25 Mayo, 2023

Unknown dijo...

Muchas gracias por tu comentario elogioso sobre el artículo de Millán Bravo, me alegra mucho lo que me comentas de que al leer el artículo te has entido cerca del gran maestro que fue Millán Bravo.

He tenido noticias de tu último libro, muy interesante, gracias a Carmen Arroyo.
Un fuerte abrazo y mi complicidad siempre...

BQJ dijo...

Alfonso, muchas gracias por tus palabras y la lectura del artículo.

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