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Doña Carmen, mi maestra | Curiosón

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Doña Carmen, mi maestra

El coche de color negro que trasladaba por primera vez hasta mi pueblo –Velillas del Duque-, a la nueva maestra, avanzaba lentamente por la calle principal justo cuando el reloj de la torre, que se mostraba flanqueado por decenas de vencejos que no cesaban de revolotear en su derredor, marcaba las doce en punto del mediodía. En el tiempo, corría el año 1.960. Tras detenerse en la plaza, alguien desde su interior preguntó al grupo de chavales que en ella jugábamos, por la casa del alcalde. Algunos señalamos en la dirección requerida sin dar más importancia al asunto.


Escuelas de Velillas del Duque, hoy Teleclub | @De Kizar, commons

Sin embargo, alguien del grupo de ancianos que a aquella hora de la mañana frecuentaban la solana del pueblo, masculló algunas palabras en voz alta para llamar la atención del resto:

-¡Pues parece que se confirman los pronósticos…! (intuyendo que la persona que acababa de preguntar por la casa del alcalde era la nueva maestra que, según había oído comentar, iba a llegar al pueblo para el nuevo curso).

Y añadió: -¡Lo que le faltaba ahora a este pueblo, que llegase una maestra tan joven!. ¡No sé qué clase de autoridad va a conseguir imponer en la escuela…!

-Aquí, lo que hacía falta es que viniese un maestro como los de antes, con mucho salero y curtido en años para que educase en condiciones a la chiquillería; a ver si así dejan de hacer las salvajadas que urden por las calles cada día; que ya ni a los propios padres les hacen caso…

Era el último día de vacación escolar y los chiquillos andábamos como apresurados de acá para allá, ultimando en completa libertad los últimos juegos y las últimas carreras alrededor del pueblo. Al día siguiente, comenzaría el nuevo curso escolar, gozando su inicio de una extraordinaria expectación, porque ya la noticia se había extendido como una exhalación por todo el pueblo. Y es que representaba una auténtica novedad para todos los habitantes del lugar el hecho de que una mujer –tan joven, además-, y no un hombre, fuese a hacerse cargo de la escuela: Los chavales porque quizá pensábamos que al ser maestra iba a ser menos estricta; y el grupo de ancianos, erre que erre y recelando de ella, porque sus principios les hacían pensar en otra dirección para la escuela.

Y todo ello, enmarcado en aquellos años 60 de nuestro país y en un ambiente rural cien por cien, donde la escuela era una institución muy respetada por todos los vecinos. Tras lo cual, los posteriores días transcurrirían en un ambiente de completa normalidad: nosotros acudiendo contentos a la escuela y ejecutando nuestros diferentes juegos al salir de clase; el grupo de ancianos llegándose cada día hasta la solana con sus mismos miedos e interrogando con fruición a sus respectivos nietos sobre las actividades que realizaban cada día en la escuela, por si lograban encontrar algún resquicio para abundar en su desconfianza; y el común de los habitantes del pueblo, metidos cada jornada en el desarrollo de las actividades agrícolas que les eran propias.

Entretanto Doña Carmen, la maestra, a la que quizás nadie le había manifestado abiertamente la pretendida oposición que contra ella existía por parte de algún sector de los vecinos, pero que seguro algún que otro comentario más o menos intencionado le habría llegado, continuaba con absoluta normalidad su actividad en la escuela. Si bien, queriendo dar una mayor proyección exterior al tema de la enseñanza con la creación de una clase para adultos.

Con la llegada del mes de diciembre, la vida en el pueblo parecía sufrir una especie de letargo, en el que tenía mucho que ver el cambio climático que propiciaba el invierno. Y quizás en parte debido a este motivo, lo cierto es que la clase de adultos se vio totalmente concurrida. Acudiendo a ella incluso el grupo de ancianos reacios de entrada a la presencia de la maestra en su pueblo; que lo harían un poco también por curiosidad ante la novedad que se les ofrecía. Pero muy pronto, más pronto aún de lo que, sin duda, ellos mismos imaginaron nunca, se vieron obligados a dar marcha atrás en sus apreciaciones y juicios de valor hasta entonces vertidos con manifiesta gratuidad en los diferentes ambientes del pueblo, solo por su cortedad de miras. Así que a la primera oportunidad que tuvieron, los ancianos que así pensaban se presentaron ante la maestra para pedirle humildemente perdón, por una postura tan primaria y sin ningún tipo de justificación, que habían mantenido frente a ella. Ésta, conforme a sus principios, les manifestaría que en ningún momento se había sentido especialmente observada; ni por ello le habían faltado las fuerzas para seguir cumpliendo con su deber. Comentarios en contra que, de alguna manera, ella entendería en los primeros momentos; dada la tradición habida en el pueblo de un maestro varón. Que hacía que no se viera con buenos ojos que una mujer tan joven fuese a ser capaz de ponerse al frente de una clase formada por chavales y chavalas de diferentes edades y transmitirles las oportunas enseñanzas de una manera efectiva.

Pero bien pronto el pueblo entero valoró en su justa medida a Doña Carmen y sus esmeradas enseñanzas, siendo objeto de innumerables muestras de cariño y de agradecimiento durante todo el tiempo restante que permaneció al frente de nuestra escuela. Y al grupo de ancianos, a los que ella había tomado un especial cariño, les hizo un ruego muy particular; que en prueba de conformidad, no perdiesen ni una sola de las clases de adultos, porque eso representaría para ella la mejor prueba de reconocimiento de su valía como maestra en la localidad. Andando los años, muchos, hay que decir con la voz muy alta que el buen hacer de Doña Carmen, nuestra maestra, y el cariño de todo un pueblo para con ella, se pondría de manifiesto una vez más en un sentido y emotivo homenaje que le fue tributado con motivo de su jubilación en la profesión. En honor a la verdad, hay que reconocer que Doña Carmen, o Carmina como gustaba le llamasen los vecinos del pueblo y, a la sazón, maestra de todos nosotros, los chavales del lugar en aquellos irrepetibles años 60 y 70 del siglo pasado, dejó una muy profunda huella en positivo en todos y cada uno de nosotros, tanto por sus extraordinarias y exquisitas enseñanzas, adelantadas a su tiempo en gran medida; como por su bonhomía como mujer.





Historias cercanas
Una idea de Javier para Curiosón

9 comentarios:

Julián González Prieto dijo...

A bote pronto, pues acabo de leer el precioso homenaje a tu querida maestra, como viejo maestro que soy -mi primer destino fue Castrillo de Villavega en el año 1958, he notado en mi algo especial al echar la vista atrás y recordar mis primeros momentos profesionales y otros posteriores, cargados de vivencias y anécdotas.
Gracias por el afecto que muestras a vuestra Carmina, pues en él está reflejado el que yo sentí, y sigo sintiendo, de muchos de mis últimos alumnos y sus padres. Sigue adelante con tus colaboraciones en Curiosón. que sirven y hacen bien

Froilán De Lózar dijo...

Amigo Javier, acertamos con el título de la sección: "Historias cercanas". Como esta que hoy nos planteas, seguro que una buena parte de nuestros lectores tienen la suya. Buena semana.

Antonio Riaza (wassap) dijo...

Buenas tardes: Hoy el reconocimiento al magisterio, sobretodo femenino, representado en doña Carmen, y a quien muchos, muchísimos, debemos tanto.
Un abrazo y a seguir adelante.

Alfonso Santamaría Diez dijo...

Bonita historia la que nos trae hoy Terán, que recuerda a su maestra, que al llegar a su pueblo provocó tantos recelos, pero se implicó tanto en la enseñanza, que no solo enseñó a los niños, sino a los adultos, y dejó una profunda huella en todos sus alumnos y en Velillas del Duque, curioso nombre para un pueblo que se quedó sin niños, pero ahí sigue la vieja escuela cuyo edificio no se perdió y se convirtió en Teleclub.

J. Javier Terán dijo...

Muy agradecido por vuestras palabras hacia mi relato, queridos amigos que por aquí nos encontramos a diario en esta propuesta que nos hace Froilán de mantener vivo su “Curiosón” con nuestras historias y nuestras ocurrencias diarias.
Agradezco a Julián sus palabras hacia mi relato, que le ha trasladado a su etapa como maestro aquí en nuestra provincia, y de la que guarda todavía un especial y feliz recuerdo tanto de sus alumnos como de sus familias.
También a Froilán, que le parece muy acertado el título de la sección, habida cuenta de las historias que vengo plasmando en la misma.
Igualmente a Antonio, que pone en valor con sus palabras la gran labor que llevan a cabo los maestros en la formación primera de los alumnos de sus escuelas.
Y, para cerrar los comentarios, agradezco asimismo las palabras que me dedica Alfonso, buceando en los entresijos del relato y, tras pasar por los momentos en los que tuvo lugar la historia, hacer mención a que aquella escuela de mi niñez sigue todavía en pie con otro cometido ya, porque en el pueblo ya no hay niños que acudan a ella. Saludos.

FGC dijo...

Un buen recuerdo de los profesores de antes, que incluso se quedaban a vivir en el pueblo. El maestro, junto con el médico, el boticario y el cura eran a priori las personas más respetadas. Tú relato me ha traído buenos recuerdos.

Carmen Arroyo dijo...

Leo con agrado este especialísimo modo de no haber olvidado a tu Maestra. El corazón y mente son dos buenos aliados en este largo camino de la vida, aunque, a veces, no es tan larga. Demasiado breve en el caso de un amigo de mi hijo Álvaro, Mariano de la Fuente, dieron sepultura ayer. En estos casos el sentimiento de dolor aflora sin buscarlo. No ocurre así muchas veces cuando el recuerdo llega transcurrido largo tiempo. No haber olvidado a tu maestra, demuestra que le guardaste en toda tu vida ese rinconcito tan tierno que se reserva para quien fue para nosotros casi canción de cuna, plácida, serena y dulce. De ahí nace el deseo de no olvidar que gratifica de algún modo nuestro vivir. Creo, con sinceridad, más bien certeza, que eres una persona agradecida y, amigo, eso define tu carácter. Enhorabuena por ese y otros tantos detalles tuyos. 

J. Javier Terán dijo...

Es cierto lo que dices, Paqui, al respecto de la residencia de los maestros en el mismo pueblo donde ejercía; y junto con esas otras personas que citas, eran, en efecto, las más respetadas del lugar. Gracias por tu comentario. Saludos.

J. Javier Terán dijo...

Y Carmen, qué comentario más entrañable y cariñoso el tuyo al respecto del relato sobre mi maestra. Claro que viniendo de otra maestra, todo resulta mucho más sentido y agradable. Y sí, en efecto, guardo un muy grato recuerdo, con agradecimiento incluido, hacia mi maestra. Tal es así que hace unos años, jubilada ya, le hicimos un pequeño homenaje en el pueblo aquellos que fuimos sus primeros alumnos en su primer destino; y resultó enormemente entrañable y bonito. Gracias, además, por tus elogios siempre para mis crónicas y relatos. Ya sabes que yo también te sigo. Saludos.

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