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Peñalba de Santiago

Al regreso del último viaje por Galicia me detuve en el Bierzo. Cuando entré en Ponferrada el último miércoles de junio, lucía un día espléndido. El navegador se había vuelto loco y me hizo dar dos vueltas que no estaban en el trayecto. Me detuve y le pregunté a un lugareño por Peñalba de Santiago. Me imagino que eso era lo que hacía la gente viajera antes de que existieran estos aparatejos que te traen y te llevan y te meten a veces por lugares inhóspitos. El hombre me señaló los montes y me aseguró que estaba cerca.



No hizo alusión a la estrecha carretera ni al último kilómetro con una rampa que impone, la misma que los anacoretas decidieron seguir para montar allí su monasterio.

El viaje a Peñalba de Santiago es una auténtica invitación a un lugar que solo habita en la memoria, en las leyendas, en los cuentos. Historiadores y etnógrafos que los presentan al mundo, hacen alusión a los montes Aquilianos, considerados ya sagrados desde tiempos remotos. Con toda esa carga de predicciones y bonanzas, lo miras todo con otros ojos, no sé, esperando un milagro, algo que te confirme las excelencias que con tanto énfasis pregonan los lugareños y visitantes. Investigadores de la Universidad de León llevan años trabajando en aquella zona, declarada ahora por las autoridades mundiales de Biología, kilómetro cero mundial de varias especies de flora endémica, es decir, especies exclusivas que solo viven en este paraje y en ningún otro lugar del mundo.

Mientras me dirijo a Peñalba, voy mirando los valles, a lo lejos, pequeñas aldeas por el camino que ya te dan idea de otra historia que nada tiene que ver con lo que has visto hasta la fecha. Pero la curiosidad es lo que mueve a la gente, de manera que los que viven allí se sienten cada vez más agobiados con la llegada de los turistas que vienen a remover aquel silencio. Cuenta un diario de León el tremendo caos que se produjo hace unos días cuando llegaron al pueblo más de 1000 personas con lo que aquello implica: la dificultad por la pendiente y nadie que regule el tráfico. Es la parte que no vemos, el ruido, la invasión de un espacio donde el protagonista es el silencio. Pero es uno de esos lugares que tienes que ver una vez en la vida.

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LA MADEJA

Cada viernes en la tercera de Diario Palentino

6 comentarios:

Alfonso Santamaría Diez dijo...

Desenrolla hoy su Madeja Froilán y nos deja en el Bierzo, impresionante comarca natural con encantos varios, para que descubramos una aldea que nos suena, Peñalba de Santiago, pero que la mayoría nunca estuvimos allí, puede que vayamos cruzando montes perdidos por esa estrecha carretera, que sorprende en su último kilómetro con un rampón que más bien parece una muralla, paso de anacoretas que descubre un lugar de ensueño y leyenda, además del “kilómetro cero mundial de varias especies de flora endémica que solo viven en Peñalba, un lugar al que debemos ir “al menos una vez en la vida”. Trataremos que así sea Froilán.

Herminio Revilla dijo...

Conozco un poco esa zona por haber visitado Las Médulas, pero lo más importante para mí fue cuando estuve por primera vez, hará ya mas de 30 años, sacando fotografías y cogiendo datos y medidas a la Herrería de Compludo para hacer después en el taller su reproducción, visible y en funcionamiento como otras en nuestro Museo. Dicha Herrería data del siglo Vll y está declarada Monumento Nacional. Lo llaman El Valle del Silencio, y como insinúa Froilán es una zona muy diferente y como misteriosa, te engancha, bien merece la pena visitarla

Antonio Riaza dijo...

Buenos días Froilán
Cuantas lecturas y cuantas lecciones para aprender de ello con "La Madeja" de hoy. Describir belleza que tenemos cerca y que no valoramos, entre otras. Pero también hay un algo negativo. Hace poco ví la película "Los últimos guerreros", y estaba leyendo La Madeja, y parecía que estaba volviendo a ver la película. Un lugar privilegiado, virgen, casi desconocido, descubierto en un momento puntual, por una alma serena que se siente deslumbrada. En su generosidad, lo difunde para que otras personas disfruten, de tanta belleza y con tantos matices. Pero no se da cuenta que ha abierto la puerta a unos depredadores que, al final, van a cambiar el encanto de la zona y la vida de sus moradores.
Gracias Froilán

Javier Terán dijo...

En efecto, Froilán, hay lugares bellos por naturaleza donde se puede hasta escuchar el silencio. Y la localidad de Peñalba de Santiago, que recién has visitado, parece ser uno de ellos. Y de él, aparte de impactarte muy gratamente, nos cuentas alguna anécdota, sobre todo esa que habla de que en una ocasión accedieron de golpe al lugar un exagerado número de personas, con las dificultades que ello ocasionó, pues el lugar no estaba preparado para ello. Pero claro, por otro lado, nos cuentas también que este lugar se le debe visitar al menos una vez en la vida. Contrasta pues una y otra cosa, que habría que tratar de recomponer de alguna forma para que ni unos ni otros fueran los perdedores, y el lugar pudiera seguir siendo admirado y conservándose a su vez. Saludos.

FGC dijo...

Hay lugares que solo se conciben tal cual son, sin ruido, salvajes, si no, pierden su esencia, este es uno de ellos, un lugar mágico, me recuerdo al valle de Las Batuecas en Salamanca.

Julián González Prieto dijo...

Amigo Froilán: Con retraso deseo comentar tu evocadora reseña sobre este lugar del hermoso Bierzo leonés, más en concreto del emblemático Valle del Silencio, pleno de paz, belleza natural y arquitectónica, además de por la santidad de sus antiguos pobladores eremitas, en especial Fructuoso, Valerio y Genadio. Quien lo visita, como me ocurrió, se enamora de él. Gracias por recordarlo

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