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Paco "Maquetas", por amor al arte

Lo suyo ha sido mimar, trabajar la madre madera, para sacarle sus secretos con el arte transferido por sus pacientes manos, hasta darle nueva vida. Genial autodidacta, modesto enamorado y apasionado de sus raíces y por su trabajo, los que conocemos la insólita grandeza de sus obras -labor de más de sesenta años- sabemos que contienen esencia de arte.


Por Julián González Prieto
Autor del "Vexu Kamin" y "El Tren burra"


El autor con la maqueta de la Catedral de León | @Paul González

QUIEN desea nuestro bien quiso que me encontrara con Francisco González Ferreras, “Paco Maquetas”, en el mirador del embalse del Porma, contemplando el gran libro de Dios -la Naturaleza-. Hablamos de árboles y de nuestras raíces ferroviarias. Quedamos en vernos y pasado un breve tiempo nos unió un gran afecto. A la vera del Camino de Santiago en el alfoz de León vivieron Paco y Pura rodeados por las maravillas en miniatura de los monumentos que, por sendas peregrinas, sirven de faro para cuantos van a Santiago y al Salvador de Oviedo. Carpintero de ribera, Paco aprendió a ser ebanista en Vizcaya pero, con 6 años en Mataporquera, gustaba de trabajar, a golpe de navaja y azuela, la madera de roble antes cocida hasta doblarla en la caldera de la cocina de su madre que, paciente, contemplaba sus devaneos madereros. De ahí lo de “una madre no se cansa de esperar”, que aún campea en su íntimo taller. El invierno era el tiempo de sus esquíes y los veranos se entretenía haciendo canoas, a prueba de naufragio, calafateadas con grasa consistente de los vagones del ferrocarril, que depositaba en el Camesa de Mataporquera o en el Esla de su Cistierna natal. A sus 16 años el “arquitecto” Paco reprodujo, por primera vez, su querida catedral de León pero, su gran obra, la comenzó con ilusión y pasión, allá por 1978, con los tablones de nogal que comprara, por 800 pesetas, al señor José y las astillas, también de nogal, de la sierra de su amigo el Piroca.

Paco trabajando en su taller | @ Paul González

Si nos produce asombro contemplar las casas de Dios prerrománicas, mudéjares, románicas, góticas y demás maravillas arquitectónicas, que jalonan los Viejos Reinos, y pensamos en el genio y cuidadoso trabajo de sus constructores, idéntica admiración sentimos al contemplarlas, renacidas por el arte apasionado de Paco, gracias a los miles de precisos y mimosos golpes de gubia, bramil y formón dados en el sancta santorum de su taller, inspirado siempre su trabajo por el preferido de sus lemas “el orden es lo primero”. Tras el previo y siempre necesario enamoramiento del monumento, los minuciosos trabajos de campo y la investigación del estilo arquitectónico al que pertenecen, se ponía a ello con evidente reconcomio y lo culminaba, valorando su trabajo por las horas empleadas en su realización.

Iglesia de San Tirso, de Sahagún | @ Paul González

Si aprender arte en un libro es magnífico, descubrirlo a través de arbotantes, cúpulas, capiteles, bóvedas de cañón o arcos fajones y que Paco nos explicara su nacimiento, fue un privilegio impagable. Al verlas ya no es preciso viajar a su lugar, para admirarlas en sus más nimios detalles. Algunas, realizadas por fuera y por dentro, son un alarde de perfección. Con su entusiasmo contagioso, Paco disfrutaba detallando a niños y mayores los pormenores de sus obras, adobándolo todo con las anécdotas atesoradas y provocando nuestra sonrisa al concluir, siempre en su boca el “eso no tiene importancia”, fruto de su modestia, al elogiarle algo. Gocé mucho viéndole inclinado sobre su mesa de trabajo y, cual miniaturista medieval dar forma, por ejemplo, a una sencilla teja. Algo que, cuando lo presenció el gran maestro del periodismo Tico Medina, realizando un reportaje televisivo, hizo que reclamara silencio total a sus colaboradores para mejor contemplar el momento mágico, según él, de ver cómo nacía una catedral, puede que la de Santiago, quien sabe si la vieja de Salamanca o la de León.

Maqueta de la catedral de Santiago | @ Paul González

Las cuarenta y tantas obras de su museo corresponden a grandes monumentos, como dichas catedrales, San Isidoro, San Marcos y a otros, pequeños pero inmensos en su valor artístico, como San Martín de Fromista, Santa María del Naranco, San Tirso de Sahagún o su última obra, la románica de San Clemente de Tahull -Lérida-, terminada en el 2011.

Un día me preguntó con cuál me quedaba y le dije que con “el cajón”, por la magia y arte que contiene el interior de la Pulchra Leonina, que él conocía tan profundamente. Podemos estar horas admirándola, hasta sentir su armonía y la atmósfera singular emanada del incomparable color, filtrado por sus vidrieras, que la distingue de otras catedrales y comprobar la verdad de los hermosos versos que le dedicara otro genio de la montaña oriental leonesa, don Antonio Valbuena:

Sublime, etérea, ideal 
Te elevas sin pedestal 
En el viento como un ave  
Quien no te ha visto, no sabe
Lo que es una catedral.

Doy muchas gracias a Dios por haber sido amigo de este aprendiz de filósofo, que tan buen uso hizo de los talentos recibidos con el arte innato de sus geniales manos. Y que tanta huella dejó en León. Hace unos años se nos fueron Paco y Pura. Por sus grandes pruebas de amor, seguro que estarán gozando de la paz del Señor. Sí que hay un pero. Es para las instituciones y quienes dicen defender la cultura. Que no quieran sumar sus fuerzas al empeño de quienes, tan bellamente, la interpretan con sus obras. Falta encontrar un lugar para contemplar, de forma permanente y digna, el gran legado de este humilde genio “Renacedor por amor al arte”, como se me ocurrió rebautizarle. Que todo no se reduzca al boca a boca y termine por decirse: ¿”Para qué ha servido tanto y tan hermoso trabajo?”.

Paco nunca se quedó en “algo habrá que hacer” o “lo dejamos para mañana”.

El Video

 


7 comentarios:

Alfonso Santamaría Diez dijo...

Qué bello e interesante relato, Julián, nos cuentas sobre ese amigo tuyo, un artista en toda su magnitud que sorprende por la belleza, exactitud, delicadeza y precisión con las que enmaquetó sus magistrales obras, dignas de admiración porque son verdaderas joyas en madera, pero hay que saber contar la historia como tu la cuentas de esa forma entrañable, perfecta que atrae y nos lleva a valorar a este hombre con esas facultades propias de un maestro de la madera. Ver los trabajos por dentro es admirar la belleza imposible que consigue con toda precisión el gran Paco "Maquetas". Enhorabuena Peregrino de Honor.

Antonio Riaza dijo...

Es de admirar la gente tan extraordinaria que hay en el mundo, y tan sencilla que, tanto ellos como sus obras, pasan desapercibidas y se pierden en el tiempo.Otro museo como el de Herminio Revilla para vivir juntos en el futuro.

Julius Revolution dijo...

Que bonita historia, salvando las distancias, me ha recordado a nuestro querido Herminio.

FGC dijo...

Maravillada me ha dejado mi tocayo de nombre y apellido. Y más aún sabiendo que fue autodidacta ya desde pequeñito. Cuánta sabiduría en sus manos para crear obras tan bellas como las catedrales y sabiduría para entender su riqueza artística y saberla plasmar. Me parecería una aberración si no se habilitara un museo para contemplar dichas obras dignas de admiración salidas de tan sabias manos.

Julián González Prieto dijo...

Queridos amigos por Curiosón: Alfonso, Antonio, Julius y FGC. Me agradan mucho y os agradezco de corazón vuestros cariñosos comentarios en homenaje a Paco y su grandiosa obra que, como bien decís, merece ser conocida y disfrutada por el gran público. Ojalá pueda ser una realidad algún día. Un abrazo

María Pilar (Blogger) dijo...

¡Qué maravilla! Me ha recordado a Madurodan, la ciudad más pequeña de Holanda. En su recorrido solo encontramos maquetas hechas perfectamente.Un saludo, Froi.

jose de VIAJANTES dijo...

Impresionante! Vaya arte y que trabajo!! Lástima que no sea más conocido, en otros lugares sería lugar de visita.

Saludos!

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