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A quien Dios quiere bien, la casa se sabe



Así es como escribe Cervantes este refrán, y de la misma manera aparece escrito en las colecciones del Marqués de Santillana, de Juan de Malara, de Blasco de Garay, de Hernán Nuñez, y en el Tesoro de Covarrubias. El Diccionario de Autoridades dice:
—A quien Dios quiere, la casa le sabe.

Por lo tanto, la lección la casa le sube que se halla en las últimas ediciones del Diccionario de la Academia, aun cuando no altere profundamente el sentido, es de presumir que contenga una errata. En los Refranes glosados se lee:
—Al que Dios quiere bien, la casa le sabe.

En la Colección de Pedro Valles:
—A quien Dios quiere bien, la casa le sabe, y a quien mal, la casa y el hogar.

Con este refrán se da a entender (dice el citado Diccionariode Autoridades) «que el que es afortunado no necesita de hacer diligencias, pues las conveniencias se le vienen sin buscarlas.» Nada bueno puede hacer el hombre sin contar con la gracia de Dios; pero en cambio Dios lo puede todo, sin contar para nada con la voluntad del hombre, y a pesar de la voluntad del
hombre, y a pesar de la misma voluntad nacional, llamada por licencia parlamentaria y antipoética, omnipotente.

Una sola vez cita Sancho este adagio. Véase el pasaje citado en el n.° 208. Pero el refrán, tratándose de materia tan importante, había de quedarse corto; así que, dando mil vueltas a una misma verdad, nos dice también:
—A quien Dios quiere bien, la hormiga le va a buscar.
—A quien Dios quiere bien, la perra le yare lechones.
—Quien está en ventura, hasta la hormiga le ayuda.
—Cuando Dios quiere, con todos aires llueve.
—Cuando Dios quiere, en sereno llueve.

Y luego remacha el clavo diciendo:
—Cuando Dios no quiere, los santos no pueden.

Nacemos tan desamparados, que por muchos y muy grandes que sean los humos de nuestra autonomía, sucede que a cada paso necesitamos del favor y auxilio de nuestros semejantes, sin excluir a los que más humildes nos parecen; porque, como advierte un refrán del libro de Avellaneda:
—Un ánima sola, ni canta ni llora.
—Piedra sin agua, no aguza en la fragua.

Contra los que creen bastarse a sí mismos, verbigracia, los que sólo quieren la república para los republicanos (buen provecho les haga), se inventó aquel adagio:
—El herrero de Irganda él se lo suena y él se lo macha, y él se lo saca a tender en la plaza.

A los egoístas que niegan su favor o ayuda a los demás, les coge de lleno aquello de:
—El que solo come su gallo, solo ensilla su caballo.

Pero como Dios quiere que por nuestra parte pongamos los medios, hay un refrán que dice:
—Ayúdate, y ayudarte ha Dios.

Contra los negligentes y descuidados hablan los refranes:
—Cuerpo, cuerpo, que Dios dará paño.
—Fíate en la Virgen y no corras.

Este último no le parecía muy católico a Fígaro; pero lo es, y muchísimo; pues que Dios exige nuestra buena voluntad y eficaz cooperación, y  no abonó nunca, ni por asomo, el descuido ni la holgazanería. No sería justo tampoco echarnos á dormir, fiando en el cuidado y trabajo ajeno, y por eso se dice también:
—Ayúdate, y ayudarte he.
—Alábate cesto, que venderte quiero.

El adagio "Hazme la barba, hacerte he el copete", nos enseña que los favores deben ser mutuos.



IMAGEN: EL COMERCIO
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