Jacinto Prada | Bilbao
Revista Pernía | Nueva Época
Dos gotas de sudor,
un olor a música de picas,
el dolor de un hachazo…
Después toda la tarde se hizo senda
y la vereda, un jadeo.
Siempre los mismos pasos:
la piedra negra y dormida del arroyo,
los espinos del atajo,
las ranas allá en el Soto…
Todas las cosas iguales y sin tiempo en los relojes:
solo las penas amanecen con el alba
y muere la esperanza
al chirriar el clavijo en el postigo.
Y la rueda girará y girará como antaño,
como ayer y como hoy:
desflorarán la mañana todas las puertas del pueblo,
habrá besos recientes en los morrales de siempre,
y una alegría muy grande en cada bota.
Y una vez más los pasos,
y las risas,
y los sueños,
y las dudas y los miedos
buscarán al sol tras la majada.
Cuando ardan los troncos primeros en la hornilla
y las viejas chimeneas descorchen la madrugada,
anidarán los presagios en las tocas,
las mozas ceñirán sus sienes con temores
y estrujará la congoja los pechos de la esposa.
Y habrá mañana y tarde,
más gozo, más angustia y más espera,
cada día más arrugas en la frente
y las rodillas más flacas.
Tal vez una tarde
se borren todas las sendas
y una puerta no salude a la mañana:
en el pozo se amasaron
sangre, sudor y lodo.
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