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Una ruta milenaria (y II)

Los peregrinos jacobeos que iniciaron su itinerario (“iter Sancti Jacobi”) en el siglo IX por mayor seguridad siguieron esta ruta protegida, que por otra parte no suponía excesiva dificultad ni se veía castigada por los rigores de la alta montaña. Las tierras llanas ocupadas por los musulmanes, o las “tierras de nadie” eran altamente peligrosas. El Terror Sarraceno las evitaba en la medida de lo posible (3). Esta situación político-social hacía que esta ruta fuera la más segura, viable y, dentro de lo posible, menos dificultosa. Varias leyendas testimonian el paso de peregrinos por este itinerario: “Las Sirenas de San Martín de Valdetuéjar” o “El lago Isoba” (4).



El desplazamiento de la frontera cristiana al sur del río Duero, crea una nueva situación. La persistencia e incremento de las peregrinaciones llevan al papa Calixto a institucionalizar el Camino de Santiago, prácticamente con los mismos criterios con los que se había consolidado el Viejo Camino: una ruta segura, lo más fácil y directa posible y que contara con el apoyo político. Así nace el Camino francés que consagra el “Código Calixtino”. La ruta de la Montaña por razones obvias va perdiendo peregrinos y los monjes que le servían de soporte abandonan la montaña para reubicarse en la meseta donde la repoblación y la mejora de condiciones de vida (agricultura, donaciones y fundaciones) les son favorables. El Viejo Camino entra en eclipse total convirtiéndose en un “Camino Olvidado” si bien el P.Mariana y Garibay (S. XVII) recogen su existencia.

Pero la historia sigue. Nos encontramos ya en el siglo XIX. La revolución industrial basada en el desarrollo de la siderurgia y consecuentemente en el aprovisionamiento de carbón, abre unas nuevas perspectivas en las que el ferrocarril se configura como el sistema circulatorio del nuevo cuerpo socioeconómico. Los altos hornos de Bilbao plantean un reto ferroviario: nace el “Hullero” Bilbao-La Robla (inicialmente Balmaseda-La Robla). El  ingeniero vasco Mariano Zuanzavar proyecta y ejecuta la obra (finalizada en 1894) con un trazado que coincide prácticamente en su totalidad con el Viejo Camino: Bilbao, Balmaseda, Espinosa de los Monteros, Arija, Mataporquera, Salinas de Pisuerga, Cervera de Pisuerga, Guardo, Cistierna, Boñar, La Robla. Reaparece el Camino Histórico.


TODO esto constituye la historia del Viejo Camino. Si queremos ser rigurosos hemos de recoger en nuestro proyecto toda la vida, la riqueza cultural y artística, el patrimonio acumulado a lo largo de la historia. Y toda esta riqueza no puede ser cimentada  en una UNICA fuente. Por otra parte ninguna de las fuentes existentes  tiene la contundencia histórica suficiente como para constituirse en una especie de Biblia o Código Calixtino.  Dice el historiador  J. M. Luengo  por muchos citado:“De esta antiquísima vía montañera poco se sabe aún, tanto por haberse ido perdiendo la tradición de su paso por los pueblos, como por la escasez de fidedignas fuentes documentales uniéndose a esto también la carencia de restos materiales que testimonien la dirección de la calzada, aunque es de suponer que ésta no sería obra de cierta importancia, sino simples senderos abiertos al tránsito” Creo que en estas condiciones no es razonable ser “purista” planteando una única ruta auténtica.
Además esta pretensión contradice, a mi entender, el espíritu de esta Ruta de la Montaña que no debería seguir el modelo “francés”. No se trata en nuestro caso de un Camino de diseño, con guía de obligado cumplimiento, institucional, tendente, desde arriba, a favorecer intereses político-comerciales. Creo más en un Camino reconstruido desde la base, desde la participación, desde la pluralidad y la globalidad. Ofertemos al peregrino o caminante desde un eje troncal definido por la coincidencia de los procesos históricos, del patrimonio artístico cultural y  de las tradiciones orales y escritas, todas las opciones posibles con sus incentivos y dificultades, con sus pros y sus contras. Y como en los tiempos primeros que cada cual elija de acuerdo con sus intereses, de su visión del Camino, de sus posibilidades de tiempo, de sus fuerzas, de su necesidad de servicios, de su concepto de la seguridad…Este Viejo Camino desde sus orígenes fue más que una “ruta” una red de caminos porque cada cual iniciaba el itinerario desde su casa, no se organizaba únicamente pensando en la meta final, sino contando con todas las oportunidades que el entorno le brindaba: santos y lugares de su devoción, reliquias y rituales milagrosos, visita a familiares, amigos, referentes personales…La propia orografía del territorio con sus valles transversales que servían de comunicación norte-sur favorecía y a veces exigía alternativas. Las propias condiciones climáticas de la montaña demandaban  también rutas variables.


A todos estos considerandos se ha de añadir la necesidad de adaptación a los momentos actuales. Algunos de aquellos caminos reales hoy se han convertido en carreteras que en la medida de lo posible intentamos sustituir por viejos caminos de servidumbre, cosa no siempre posible porque el abandono rural los ha hecho intransitables o totalmente borrados del mapa. Los rigores del clima de montaña hacen replantear que una ruta que durante casi medio año es intransitable, sea establecida como ruta principal. Por otra parte determinados itinerarios factibles en una excursión o plan de fin de semana sin apenas equipaje son de dudosa aplicación cuando se va cargado con la mochila para un largo recorrido. Lo mismo ocurre con el kilometraje: los lujos que uno se puede permitir en jornada única por motivos diferentes (evitar carretera, visitar lugares históricos, disfrutar de paisajes  singulares, cumplir con determinadas tradiciones, participar en algún evento, etc…) pueden significar un exceso no fácilmente asumible cuando se hace una larga distancia debido a los consiguientes efectos de acumulación del cansancio o premura del tiempo.

Estas rutas de peregrinación contaban con una logística de hospedaje y servicios que generalmente estaba constituida por monasterios o instituciones religiosas hoy desaparecidos y por tanto la planificación ha de ser diferente. En muchos aspectos los referentes religiosos y culturales han cambiado y si queremos ser fieles al espíritu originario es preciso una reconversión a los nuevos tiempos. Hoy en día también hay un mayor interés por la cultura popular, por las peculiaridades territoriales incluida la gastronomía. Todos estos elementos forman parte del patrimonio que significa el Viejo Camino.

Es hora pues de unir fuerzas, de enriquecer proyectos, de aportar iniciativas sin personalismos, sin afán de protagonismo, sin intereses espurios de sentar cátedras o repartir certificados  de ortodoxia.  Creo que no es bueno ni oportuno hacer tabla rasa de cuanto se ha hecho y conseguido pretendiendo que hoy y con nosotros comienza el gran proyecto del Viejo Camino. Un duro y silencioso trabajo realizado a lo largo de bastantes años nos ha traído hasta el punto donde estamos hoy. Ahora todos tenemos una gran responsabilidad histórica. Si el Viejo Camino vuelve a ser “El Camino Olvidado” será por  nuestra desidia, cortedad de miras, malsano deseo de notoriedad o exceso de orgullo. La historia se lo contará a las generaciones futuras.

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(3) Recordemos los servicios “alternativos” de las mesnadas del Cid Campeador (segunda mitad del S. XI), Almanzor en su 45ª campaña (finales del S. X) conquista Santa María de Carrión (Carrión de los Condes). La “batalla por León” dura hasta bien entrado el siglo XI. Astorga es tomada por Almanzor en 995.

(4) viejocaminodesantiago.com/leyendas/





EL CAMINO OLVIDADO
Una serie para Curiosón de Jacinto Prada

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