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Anarquismo frente a la crisis mundial: Densidad y desarrollo

John P. Clark


Publicado en "Testimonio", suplemento de Tierra y Libertad, México, Abril de 1984.

 

Traducido por Ismael Viadiu



La cuestión de la población plantea diversos problemas para la posición anarquista. Uno de los más importantes es examinar si las formas anarquistas de organización social son todavía posibles en sociedades con poblaciones cuantitativamente elevadas o de alto nivel de densidad. Según un punto de vista crítico las sociedades altamente pobladas requieren de ordenamientos jurídicos y por esta razón, la anarquía, que postula la ausencia de un sistema legislativo, no podría funcionar en tales sociedades.

Es importante destacar que los anarquistas reconocen la necesidad de la adopción de reglas en toda sociedad. La consideración importante no es tanto si deben existir reglas sino, sobre todo, el modo en que las reglas vayan a ser creadas; los procesos a utilizarse para determinarlas, y la naturaleza y extensión de las mismas reglas. Los anarquistas arguyen que de ser posible debería emplearse la elaboración voluntaria de reglas a través de procesos arbitrales y de consenso. Pero dado que con frecuencia ello no es posible, el paso sucesivo consiste en el desarrollo de sistemas productores de reglas a través de procesos democráticos a nivel comunal (si bien muchas decisiones deberían sin duda ser dejadas a grupos aún más pequeños y a los individuos, si las comunidades quieren mantener su carácter libertario). Esta democracia comunitaria puede ser interpretada como si requiriesen sistemas formales de derecho a nivel local que pueden, en tanto las comunidades estén de acuerdo, ser ampliados en sus objetivos a través de la federación.

Existe, sin embargo, una fuerte tendencia a favor de considerar caso por caso a través de asambleas locales y cuerpos judiciales populares, basados más en ciertos aspectos del modelo de la polis griega y en algunos procesos de toma de decisiones tribales. No parecen existir razones válidas para que tales sistemas productivos de reglas descentralizadas y federativas no puedan ser desarrollados en sociedades altamente pobladas.

¿Pero, aun siendo ello posible, tal descentralización para la toma de decisiones puede ser utilizada eficazmente en semejantes sociedades?

Existen evidencias de que las relativas ventajas pueden ser ampliadas en sociedades más complejas y altamente pobladas. Dado que los valores y los conflictos de intereses se multiplican con el crecimiento de la población y de la urbanización, el aparato estatal centralizado se hace manifiestamente más inepto como instrumento para enfrentar situaciones de crisis que proliferan rápidamente.

La típica táctica del Estado consiste en ampliar la burocratización y la planificación centralizada, que da por resultado la ulterior disociación entre el mecanismo planificador y la realidad social.

Problemas cada vez más particularizados son confrontados de una manera siempre más generalizada. La toma de decisiones descentralizada y federativa, por otro lado, es intrínsecamente más adecuada a enfrentar situaciones complejas, dado que por sí misma es compleja y diversificada. La multiplicación de los problemas demanda la correspondiente multiplicación para la recolección de información, de discusión y de toma de decisiones.

La cuestión del planteamiento anarquista al problema de los elevados niveles de población en relación a las exigencias ecológicas será investigada brevemente. Ello es necesario ya que la estrategia anarquista pecaría obviamente de no realista si requiriera una densidad global de población más baja de la que en la actualidad existe, o que no pudiera afrontar la alta tasa de crecimiento que será inevitable por algún período.

Sin embargo, en primer lugar, deberíamos señalar que la descentralización de la población no demanda una baja densidad global de población. Muchos países del Tercer Mundo, en los que la población se halla fundamentalmente dispersa en pueblecito, tienen una más alta densidad de población nacional que muchos otros países en los cuales la población se halla concentrada en centros urbanos. En realidad, existe una evidencia antropológica de que las sociedades con sistemas económicos y políticos organizados más libremente que aquellos denunciados por los anarquistas contemporáneos han señalado una alta densidad de población. La política descentralizadora aumenta el nivel de población que puede mantenerse en determinada zona, como resultado de la disminución de la presión ecológica que resulta de la dispersión de la población y la industria, así como la escasez de producción, etcétera.

Esto no significa que los anarquistas contemplen con indiferencia los niveles de crecimiento demográfico que amenazan con superar rápidamente los límites de la capacidad de nuestro planeta para soportar la vida humana, o que tan sólo depositen sus esperanzas en incrementar esta capacidad a través de la descentralización. Surge así una segunda y más importante cuestión: ¿existen estrategias anarquistas para limitar el crecimiento demográfico al punto de estabilizar la población a un nivel más apropiado al bienestar humano y al óptimo equilibrio ecológico? Como afirma Wertheimer: mientras nosotros predicamos el control de la natalidad, el campesino hindú continúa procreando niños con el fin de recibir una ayuda en las labores agrícolas y que alguno logre sobrevivir para recibir sus cuidados cuando sea demasiado viejo y enfermo para valerse por sí mismo".

Aunque fuera capaz de comprender las desastrosas consecuencias sociales de su acción, ¿podemos esperar distinto comportamiento que no sea el de procurar mitigar sus propios sufrimientos? En consecuencia, prosigue argumentando, es necesaria una política demográfica racional basada en la coerción por parte de los poderes estatales.

Este argumento se basa en un falso dilema. Las aparentes alternativas son la reproducción anárquica (que de hecho no es anárquica" en sentido anarquista, sino más bien controlada por el jerárquico e in equitativo sistema socio-económico existente) y la natalidad controlada (que está sujeta al control adicional del aparato coercitivo del Estado). Pero éstas están lejos de ser las únicas alternativas ni tampoco las invocadas por los anarquistas. Estos abogan, por lo contrario, que en sociedades como la de la India, el sistema social y económico debe ser profundamente transformado, de manera que sea más compatible con la distribución de la población en pueblecitos y los métodos tradicionales de producción centralizados por la política gubernamental. Es más, ellos afirman que la política estatal tiende a la preservación del sistema económico existente, a la vez que instituye un control obligatorio de la natalidad (tanto promoviendo la urbanización y la alta tecnología, como bajo el régimen de Indira Gandhi) que tan sólo perpetúa el presente nivel de miseria y explotación, en tanto que agudiza los desastrosos efectos ecológicos de la sobrepoblación.

E1 planteamiento anarquista en cuanto a las sociedades campesinas en que predomina la tenencia de la pequeña propiedad requiere la sustitución de tales formas por el cultivo cooperativo del suelo mediante asociaciones de productores. Con tal sistema, los miembros de las asociaciones están en posición de resolver su previamente bastante inteligible interés por maximizar el recurso laborable.

Así podrán proveer para su vejez y adoptar otras medidas de bienestar social mediante la regulación cooperativa de su producción excedente, presumiendo que la tecnología para una adecuada producción cooperativa sea efectiva (presunción que discutiremos brevemente) y que si el excedente, ahora desviado a las clases dirigentes nativas y extranjeras, se queda en manos de los productores, entonces las necesidades de éstos pueden ser mejor satisfechas. El punto esencial es que el planteamiento anarquista a los problemas de la sobrepoblación implica una reorganización social consciente y que no puede ser parangonado con la inactividad libertaria" o con un simple incentivo moralista.

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Jhon Clark (Isla de Nueva Orleans) es profesor emérito de la Universidad de Loyola. Fue profesor distinguido de Cartas humanas y profesiones, profesor de filosofía y miembro del programa de medio ambiente Gregory F. Curtin.

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