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Benito Pérez Galdós

Benito Pérez Galdós


(Las Palmas de Gran Canaria, 10 de mayo de 1843-Madrid, 4 de enero de 1920)



Galdós está considerado como uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX, hasta el punto de ser propuesto por estudiosos de este género como el mayor novelista español después de Cervantes. Desde 1897 fue académico de la Real Academia Española y llegó a estar nominado al Premio Nobel de Literatura en 1912.

De tal modo ha influído y perdurado su obra que en 1993 Pedro Ortiz-Armengol, diplomático y Presidente de la Asociación Internacional de Galdosistas, viaja a Estocolmo para intentar aclarar la negativa de la Academia sueca a admitirle como aspirante al premio. El Secretario Permanente de la misma,  Erik Axel Karlfeldt argumentó en su día  los "supuestos miles de telegramas" recibidos para impedir la entrada en la misma de este español de oro.

Como de su vida y obra hay numerosas entradas en la web y no es nuestra intención volver a mencionarlo aquí, vamos a recoger un compendio de opiniones y relatos diversos que nos acercan desde otra dimensión a este autor tan recordado y acaso vilipendiado por el éxito de Electra a primeros del siglo XIX, lo que vino a ser un alegato contra los poderes de la Iglesia y contra las órdenes religiosas que la servían" en un momento histórico en el que en España, tras los avances liberales del periodo 1868-1873, crecía de nuevo la influencia de los intereses políticos del Vaticano. Ello parece ser el impedimento principal para que este gran autor fuera reconocido como Nobel por la academia sueca.

Notas, escritos y opiniones

El Correo de Zamora se hace eco en 1929 de la quema de los Episodios Nacionales de Pérez Galdós en auto de fe por el alcalde del pueblo a instigación del párroco, cuando en realidad los ejemplares se encuentran en la Biblioteca de aquel ayuntamiento de Villarrín. El redactor del Día de Palencia, se muestra sorprendido porque no ve la rectificación a la falsa noticia  en ninguno de los periódicos que se hicieron eco de ello.
Sólo La Luz de Astorga habla con el párroco de Villarrín de Campos para aclarar que todo se trataba de una invención malévola. Una invención malévola, recogido en las hemerotecas de prensa.


    • Sobre Galdós y su obra
    "La primera idea de Galdós fue contar para todos las historias de la Historia".

    Ricardo Gullón, en uno de sus estudios (Galdós, novelista moderno), define así la intención del escritor canario.

    "Mi amor es secreto, misterioso y oculto, como las perlas, que además de estar dentro de una concha están en el fondo del mar. [...] No tengo celos más que de mi publicidad; odio de muerte a todo el que descubra y propale mi secreto."

    Así se expresa el personaje de lord Gray, en el Episodio Nacional Cádiz. Una vez más parece que los personajes hablan por su autor, según observación del galdosista Manuel Herrera Hernández, de la Asociación Internacional de Hispanistas).

    • Escritores y Académicos sobre Galdós y su obra
    Cuando empezó a escribir la segunda serie de los Episodios -el primero de ellos está fechado entre junio y julio de 1875- Galdós era un novelista joven dedicado a la tarea de imaginar apasionadamente un tiempo muy anterior a su propia vida. Lo que para Goya había sido experiencia inmediata, para Galdós exigía un esfuerzo no solo de documentación, sino de una empatía que saltara por encima de las fronteras del tiempo.

    Antonio Muñoz Molina, El país de Galdós, "El País", 10 sep 2011

    Una novela inédita de Galdós, Rosalía -según el título que le ha dado su descubridor-, fue presentada en sus dos terceras partes en el Coloquio Internacional de Literatura Hispánica, que ayer finalizó sus trabajos en Santander, por el propio autor del hallazgo, el profesor noteamericano Alan E. Smith, de la Universidad de New Jersey.

    Descubierta una novela inédita de Pérez Galdós, "Rosalía", Juan G. Bedoya, "El País", 6 sep de 1981

    Galdós, 'santo de la paciencia madrileña', retrató una ciudad 'imposible de reducir a tópicos', hecha de 'mujeres invencibles' que viven 'el acertijo humano de Madrid'. Como Fortunata y como Benigna, un 'ángel de cornisa' que 'vence a la vejez y la miseria en los vertederos con su gran poder onírico'.

    Carlos Fuentes elogia el Madrid de las mujeres de Galdós y Reyes, por Miguel Mora, "El País", 23 Oct 2001.

    ¿Fue el autor de los Episodios Nacionales un escritor nacional? O sea, al intento más o menos consciente de revelar a la «nación española» su propia historia, ¿correspondió la imagen social de «escritor nacional», esto es, la de un escritor de una comunidad histórica e institucionalmente definida por encima de las contradicciones sociales, profundas o superficiales que, en su utilización más corriente, el concepto de nación oculta?

    Jean François Botrel, Biblioteca Cervantes

    La España oficial, fría, seca y protocolaria, ha estado ausente en la unánime demostración de pena provocada por la muerte de Galdós. La visita del ministro de Instrucción Pública no basta. El pueblo, con su fina y certera perspicacia, ha advertido esa ausencia en la casa del glorioso maestro, en las listas de pésame donde han firmado ya los hijos espirituales de D Benito, los legítimos descendientes de la duquesa Amaranta, de Gabrielillo Araceli, de Sólita, de Misericordia y del doctor Centeno. Estos hombres y estas mujeres de España no podían faltar en el homenaje al patriarca. Son los otros los que han faltado. Y, ya a última hora, se ha querida remediar el olvido con un decreto lamentable, espuma de la frivolidad oficial, ejemplo doloroso de cómo pueden cegarse, en las esferas del Poder, los manantiales de la sensibilidad.

    La muerte de Galdós (1920) de José Ortega y Gasset

    En el aspecto sentimental, Galdós nunca quiso contraer matrimonio, si bien se le atribuyen multitud de romances, como el que vivió con la escritora Emilia Pardo Bazán. Ésta llegó a ser una de sus más sinceras confidentes y colaboradoras. A finales del XIX, pasó largas temporadas en Santander, ciudad en la que organizó interesantes tertulias frecuentadas por lo más granado de la cultura. De ese modo, transcurrieron sus años más gozosos hasta que, en 1912, abandonó la política y sus escritos, aquejado de arteriosclerosis y de una ceguera progresiva. Arruinado y víctima de la enfermedad, falleció el 4 de enero de 1920. Más de 20.000 madrileños acompañaron su féretro hasta el cementerio de La Almudena, en homenaje a este inmenso escritor de la literatura universal.

    Juan Antonio Cebrián "Magazin del Mundo".

    • Amores, amoríos y rumores en la vida de Galdós
    Una hipótesis conocida de Freud atribuye al seductor crónico la búsqueda desesperada del personaje materno y el intento de recuperar a la madre en cada mujer. Por otro lado, se ha insinuado que Galdós fue un Don Juan. El verdadero Don Juan no es el hombre que hace el amor a las mujeres, sino el hombre a quien las mujeres hacen el amor. Pero Galdós no fue un Don Juan. Fue un mujeriego y también un hombre interesante, es decir, un hombre de quien las mujeres se enamoraban por su atractivo físico, su afabilidad y su fama que despertaba atracción en las mujeres. En aquella sociedad machista del siglo XIX, Galdós no era el hombre fascinador, el Don Juan, que atrae a las mujeres, que las seduce, las abandona y las sustituye por otras en una incansable experiencia de amor.

    Manuel Herrera Hernández, Miembro de Número de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife, Asociación Internacional de Hispanistas, Biblioteca Cervantes.

    • Pensamientos y obras de Benito Pérez Galdós
    Presencié, confundido con la turba estudiantil, el escandaloso motín de la noche de San Daniel —10 de abril del 65—, y en la Puerta del Sol me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana, y en el año siguiente, el 22 de junio, memorable por la sublevación de los sargentos en el cuartel de San Gil, desde la casa de huéspedes, calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, pude apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada.  Los cañonazos atronaban el aire... Madrid era un infierno.

    B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II. 1865. 

    Entré en la Universidad, donde me distinguí por los frecuentes novillos que hacía, como he referido en otro lugar. Escapándome de las cátedras, ganduleaba por las calles, plazas y callejuelas, gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital. Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en "flanear" por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba el Teatro Real y un café de la Puerta del Sol, donde se reunía buen golpe de mis paisanos.

    B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II. ... 

    Imagen de la vida es la Novela, y el arte de componerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades, lo grande y lo pequeño, las almas y las fisonomías, todo lo espiritual y lo físico que nos constituye y nos rodea, y el lenguaje, que es la marca de raza, y las viviendas, que son el signo de familia, y la vestidura, que diseña los últimos trazos externos de la personalidad: todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud y la belleza de la reproducción...

    Benito Pérez Galdós (1897): La sociedad presente como materia novelable. Discurso de entrada en la Real Academia Española.

    ...Siento cierta repugnancia a entregar al público la vida privada. Nunca me han gustado los interviews ni la intrusión de los reporters en el hogar doméstico. Me parece a mí que los escritores, valgan lo que valieren, deben poner entre su persona y el vulgo o público como una muralla de la China, honesta y respetuosa (…) Las confianzas con el público me revientan. No me puedo convencer de que le importe a nadie que yo prefiera la sopa de arroz a la de fideos".

    Carta de B Pérez Galdós a Leopoldo Alas, fechada el 8 de junio de 1888.

    • Benito Pérez Galdós - La Sombra (1871)
    Vivía en el cuarto piso de un endiablado caserón, de donde nunca salía, a no ser que asuntos urgentes le llamaran fuera de la casa. Esta era de tal condición, que, en otro siglo menos preocupado, la fantasía popular hubiera puesto en ella todas las brujas de un aquelarre.
    En la época presente no había más bruja que una tal doña Mónica, ama de llaves, criada e intendente. La habitación del doctor parecía laboratorio de esos que hemos visto en más de una novela, y que han servido para fondo de multitud de cuadros holandeses. Alumbrábala la misma lámpara melancólica con que en teatros y pinturas vemos iluminada la faz cadavérica del doctor Fausto, del maestro Klaes, de los sopladores de la Edad Media, del buen marqués de Villena y de los fabricantes de venenos y drogas en las Repúblicas italianas.


    Imagen: Mundo Gráfico, 1915

    Fuentes Consultadas:
    Wikipedia
    Hemeroteca Diario El País
    Hemeroteca Diario El Mundo
    Real Academia Española
    Biblioteca Cervantes

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