Dos palabras respecto del clero. Los sacerdotes constituían entre los visigodos antes de verificarse la invasión, no una casta, sino una clase social, rodeada de gran prestigio, tanto, que era la única a quien se atribuía poder bastante para imponer castigos, salvo la jurisdicción propia de los caudillos, respecto de los asuntos militares.
Idólatras en un principio, los visigodos se habían convertido al arrianismo antes de su venida a España, dentro de cuya herejía tenían una jurisdicción eclesiástica completa. Al lado del clero arriano, existía el católico, mucho más ilustrado que aquél, aun cuando por estar formado de hispano-romanos, y por tanto, de vencidos, no ejerció influencia alguna en los negocios públicos hasta después de la conversión de Recaredo.
Existían dentro de la monarquía visigoda dos pueblos, el vencedor y el vencido; el conquistador y el hispano-romano, los cuales durante mucho tiempo vivieron totalmente separados y con absoluta independencia el uno del otro.
Dentro del primero, la clase noble ejercía gran influencia en los asuntos públicos, saliendo de ella los monarcas y los altos funcionarios de la corte y de la administración toda. El hispano era el más ilustrado, pero no ejercía influencia alguna, cosa natural dado el carácter de vencido que tenía, y sobre él y sus tierras pasaban todos los impuestos, como hemos dicho.
En todo Estado se impone la necesidad de una división territorial, innecesaria por completo en aquellos pueblos primitivos, organizados por tribus, y aun en las primitivas ciudades, porque tanto en unos como en otras,los ciudadanos se hallaban agrupados, bien en derredor del jefe, bien en derredor de la ciudad.
Mientras el Imperio de Roma estuvo reducido a los límites de la Ciudad Eterna, no existió, ni era preciso división de ninguna clase, pero desde el momento que fue agrandándose su poder, fue necesario establecer una división territorial, y de aquí que se fueran creando provincias con cada una de las comarcas de que sucesivamente se fue haciendo dueña. Esto que decimos de Roma, podemos afirmarlo también respecto de los visigodos. Mientras hicieron una vida nómada y errante, la división territorial fue innecesaria; pero cuando asentados definitivamente en nuestro suelo, dominaron no sólo en todo él, excepción hecha de la pequeña región ocupada por los suevos, sino en el norte de África y en el mediodía de Francia, en la llamada Galia Narbonense, se impuso el establecimiento de una división territorial, que sirviera de base a la organización política y administrativa del reino.
Aceptaron los visigodos la división de España en provincias, que encontraron establecida a su llegada a nuestro suelo, y por tanto, continuó la Península dividida en varias de ellas: Lusitania, Bética, Cartaginense, Gallecia y Tarraconense, si bien con el tiempo se crearon algunas otras, como la Celtibérica, la Cantábrica y la Astúrica, y aun en cierto modo la Vasconia, por más que el carácter de ésta, como provincia, no aparezca muy determinado, según lo acredita e hecho de ser conde y no duque Paulo, el jefe de la insurrección contra Wamba.
Matías Barrio y Mier (Verdeña, 1844 – Madrid, 1909)
De la serie, "Historia General del Derecho Español".
Es propiedad del Autor.
Queda hecho el depósito que marca la Ley.
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