
El hecho de que Delibes haya narrado historias campesinas, pintado vida y personajes campesinos y descrito la naturaleza con minuciosidad topográfica y un lirismo ahogado en su mismo brote, unido al otro hecho de que Delibes -hombre sustancialmente urbano- cace, pasee, monte en bicicleta y sea alguien que se encuentra a gusto al aire libre han oscurecido o engañado el ojo de muchos lectores y aun de bastantes críticos; y de ahí han nacido glosas sociológicas, imaginaciones camperas o campesinas, y complacencias o extrañezas sobre castellanismos. Precisamente ahí donde, como en el resto de la obra delibiana, sólo hay y sólo importa el bisturí del novelista aplicándose a la carne y al alma misma de los seres humanos, desmontando y dejando en cueros vivos la trama del poder. U ofreciéndonos parábolas éticas allí donde sólo la narración y no el discurso puede enseñarmos donde estamos o hacia donde nos encaminamos. Y todo ello en un lenguaje que es agua clara de montaña.
No hay comentarios:
Publicar un comentario