Cada vez se está poniendo más difícil el hecho de viajar para el mortal corriente. La gasolina apenas nos da un respiro, los viajes en avión hay que programarlos con mucha antelación si queremos precios interesantes y la estancia: casas rurales, hoteles y comida, se han puesto por las nubes.
Pero creo que viajar seguirá siendo una necesidad para quienes disfrutamos y aprendemos tanto de lugares, a veces cercanos, que nos brindan la oportunidad de ahondar en nuestro patrimonio, en nuestro folklore, en la gastronomía. Recuerdo algunos. El lunes, día 7 de julio de 2024, en un viaje relámpago a León, mi amigo José Antonio reservó en el restaurante Ezequiel, cerca de la catedral. Un plato de patatas con carne y una tajada de merluza, pan y agua, 25€. Pues lleno a las 2, cuando hemos entrado, y esperando la gente a las 3 y cuarto cuando hemos salido. Ya no digo nada si elegimos la carta o tomamos un vaso de vino. El día 8, cuando regresaba a Bilbao, me detuve en Reinosa. Me puse en contacto con José Ignacio, seguidor y amigo de nuestros años de estudiantes en Valladolid y nos fuimos a comer a Argüeso, localidad del municipio de la Hermandad de Campo de Suso, en el valle de Hijar, a pocos kilómetros del nacimiento del Ebro. Allí, un martes corriente y moliente, no había menú del día Un cocido montañés, (diferente al cocido lebaniego y al cocido castellano), un filete, pan y agua, 35€ por barba. Hace unos días, que hemos vuelto a encontrarnos en el campo de golf de Nestares (Reinosa), me ha dicho que aquel restaurante había cerrado y no sé por qué no me ha extrañado a pesar de estar adornado con todo lujo de detalles. En las bodegas de Valdevimbre (León), rincón que elegimos para comer a mi regreso de Galicia en octubre de 2024 tampoco había menú del día y la factura pasó de los 130e. Recuerdo con nostalgia el descanso que hicimos para comer en un bar muy coqueto, cerca de los miradores del Sil. También me da nostalgia el cocido al revés de la maragatería que degustamos en Castrillo de los Polvazares o el bacalao tan excelente que nos han servido varias veces en Boiro (A Coruña). El último bacalao lo comí hace dos meses en Vitoria, donde Mario, mi amigo y colaborador uruguayo. me llevó a comer a un portugués a las afueras de la ciudad.
Haciendo un recorrido por el románico palentino, recalamos en Alar del Rey hace unos días, donde el menú, de lo más normalito, ya se nos quedó en cuarenta euros por barba con una carta cerrada a lo bárbaro, lo que no invita a volver. Yo creo que un menú normal, un fin de semana, con 21€ ya va bien servido. Lo demás es espantar poco a poco a turistas y parroquianos.
Actualización Jun2025 | 176👀
LA MADEJA
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Así es, Froi, tal y como lo cuentas. Viajar y comer, dos elementos que van unidos en esos lugares que se visitan, pero que a veces, con respecto a lo segundo te llevas más de una sorpresa hondamente desagradable, que no debiera ser así. Pero aún así, todo está lleno y como no reserves deberás esperar al segundo turno. Claro que a veces ocurre que, como tú refieres, algunos locales cierran al año siguiente, y uno se pregunta si no habrá influido eso de inflar los precios... Saludos.
ResponderEliminarBuenas tardes Froilán
ResponderEliminarViajar, cualquiera que sea el motivo, se ha puesto por las nubes. Se puede decir que a precio europeo, pero con nuestros sueldos, de los más bajos de Europa. Hay que buscar amigos que te orienten o dar mil vueltas por Internet buscando reseñas. Siguiendo tus pasos, Argüeso es caro, pero hay dos restaurantes bajando Alto Campoo, cerca de Villar, en la carretera, que se come bastante bien. Al menos cuando yo iba por allí.
Tus viajes son más completos, pues luego nos los cuentas en Curiosón y es como si viajáramos nosotros también.
@Javier, son muchos los lugares visitados. Y uno valora y aprende en cada puerto. Antes había una tregua, durante un año se mantenían los precios; ahora es un abismo, de un día para otro cambia la calidad, el trato, el precio. Tendrá que ser así pero me temo que no es bueno para nadie.
ResponderEliminar@Antonio, siempre me acompañas en los viajes y en todo. Tu amistad me ayuda a enfrentarme a todos esos demonios que surgen cuando llegas a estas edades. Estoy deseando volver pronto a Palencia para encontrarnos de nuevo y pasar un buen día en tu compañía. Un abrazo, Antonio y buena tarde.