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Desde el cerro del Otero: La mirada del amor

Mirándome a los ojos con ilimitada ternura de amor, me dijiste que aquella noche, por encima de todo, querías ver las estrellas con mayor cercanía; que ascendiésemos por unas horas al punto más elevado de la ciudad. 


Desde el cerro del Otero: La mirada del amor

Porque desde allí las podríamos contemplar con mucha mayor precisión. Y, abstrayéndonos y embelesándonos con ellas, casi casi hasta las podríamos tocar con la punta de nuestros dedos, me insistías…

Pero, sobre todo –me dijiste llena de amor-, porque con ellas de testigo, querías hacerme una confidencia que, a la postre, era una confesión… Y recordé de pronto un pequeño cerro en los alrededores de la ciudad donde en el pasado solíamos acercarnos con una cierta regularidad; porque desde aquella posición tan única la ciudad se nos mostraba espectacular en toda su extensión, tendida sobre la llanura, serena y silenciosa a nuestros pies. Y hasta casi dominarla podíamos, con tan sólo observarla desde nuestra privilegiada situación allí arriba; si no fuera porque, bajando minutos después hasta cualquiera de sus calles, volveríamos a sentir que ella nos engullía de manera imperceptible y pasábamos a formar parte inseparable de sus invisibles redes, necesitando todos y cada uno de los servicios que, gustosamente, la ciudad nos proporciona para vivir el día a día. Sólo mirándola desde esta otra perspectiva, desde esta elevación del terreno, nos hacía encumbrarnos por momentos sobre ella y sentir erróneamente que la dominábamos.

Por eso, adiviné en tu mirada, que te pareció acertada mi propuesta y la aplaudiste al instante sin ningún tipo de reparo. Así que situados aquella noche en la cumbre del cerro, con el cielo poblado de estrellas, cual a cual más resplandeciente entre sí, que titilaban incansables allá arriba; y cobijándonos bajo su manto protector, se nos ocurrió pensar que nada podíamos temer en aquel mágico lugar. Y, de pronto, quisimos contar todas y cada de aquellas luminosas estrellas que nuestra vista pudiera dominar allá en lo alto. Pero al instante perdimos la cuenta, porque eran infinidad de ellas las que aquella noche poblaban el cielo sobre nosotros. Así que, en su lugar, tomados de la mano y con ellas brillando con una increíble fuerza allá arriba, me prometiste amor eterno, al igual que yo a ti; como dos adolescentes que recién hubiesen iniciado su relación “tocados” mágicamente por las flechas de Cupido.

Mas, de pronto, sentimos que no estábamos solos en aquel altozano… Porque como testigo silencioso de nuestro encuentro, teníamos detrás de nosotros a una magistral escultura en piedra de Cristo Rey; nuestro querido y popular “Cristo del Otero”, referente máximo de la ciudad de Palencia; que seguro sonrió ante nuestras confidencias allí en medio de aquella noche estrellada. Aunque tras volver nuestros ojos hacia él y cruzarse nuestras miradas, intuimos que, a buen seguro, sabría guardar nuestro secreto…

Actualización Jul2025 | +312👀





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2 comentarios en el blog:

  1. Alfonso Santamaría Diez24 julio, 2025 16:41

    Amigo Javier: Tu “Mirada del amor” me ha hecho imaginar un encuentro íntimo, deseos y amores en el Cerro del Otero, se imponen a la observación de las estrellas, algo natural cuando estás con la persona que amas:

    Amores en el Cerro del Otero, querías ver las estrellas que producen nuestros besos, en el momento en que nuestros labios se encuentran y persiguen el deseo, cuerpos abrazados que propagan el amor a oscuras, promesas de amor eterno ante el calor de nuestros cuerpos y con el Cristo del Otero como único testigo.

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  2. Alfonso, me ha gustado tu comentario al respecto, con ese sentimiento que le has puesto, sabiendo que el Cristo es algo nuestro y que valoramos enormemente como señal y guía de nuestra Palencia. Y que hace que nos conozcan allende los mares. Además, dada su privilegiada situación sobre la ciudad, hace que puedan surgir historias como esta. Saludos.

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