Cerrato Insólito, de Fernando Pastor
He de aclarar antes de cualquier otra consideración que el libro que tienen en sus manos no es más que un fragmento de lo que, sin caer en la hipérbole, bien podríamos calificar de una obra monumental. Y no sólo por su extensión —que también—, sino por la ambición, el rigor y la sutileza con que Fernando Pastor ha tratado cada uno de los temas de los que da cuenta.
Por las páginas de Cerrato Insólito no pasean héroes montados en corceles blancos ni grandes damas atrincheradas en sus palacios de cristal; pasean hombres y mujeres de carne y hueso, cercanos, familiares. Hombres y mujeres del común, como usted, como yo, llanos a la vez que complejos, transparentes y laberínticos, ingenuos y perspicaces; personajes reconocibles y por lo tanto entrañables y verosímiles, porque al oírlos detectamos un eco conocido, una melodía que compartimos porque leemos el mismo pentagrama y escuchándola nos escuchamos.
¿Qué hace Fernando Pastor con el ingente e interesantísimo material que ha ido recopilando con la paciencia y la tenacidad de un antropólogo? Lo expone, nada más…, y nada menos. El protagonista no es él, no quiere serlo. Pastor es un documentalista veraz, no un cineasta amante del almíbar y el sensacionalismo. Coloca la cámara delante de la escena que pretende retratar y deja que sean sus interlocutores los que hablen y cuenten y digan; sin maquillar a los actores, sin forzar la iluminación de la secuencia, sin hacer trucos con el encuadre o el punto focal. Por eso lo que cuenta nos resulta tan próximo y verosímil, tan nuestro. No hay artificiosidad, no hay mentira por tanto; no hay “película”, luego no hay simulación ni montaje.
Lean pues esta selección de artículos como lo que son: instantáneas, fotogramas de una realidad que probablemente ya conocíamos, pero que, tras la lectura, se nos hará más diáfana, más asequible, más divertida y a la vez más densa y cargada de sentido y significación.
Alfredo Baranda Calleja | Prólogo
![]() |
Hornillos de Cerrato |
INTRODUCCIÓN
Dice el refrán que “muchos pocos hacen un mucho”. Y muchas son las razones que poco a poco me animaron a juntar estas letras. El hilo vertebrador de todas esas razones es, como no podía ser de otra forma, mi relación con El Cerrato. Esta relación viene de la cuna. Mi abuelo materno, Cándido Valdeolmillos, era de Hornillos de Cerrato. Algunos veranos de mi infancia los pasé en Hornillos, con mis tíos Félix Espina y Elvira Valdeolmillos y sus hijos. Allí entré en contacto con algo a lo que los niños de ciudad generalmente no teníamos acceso: las labores del campo, con los medios existentes en la década de los 60. Subí en un trillo mientras se trillaba, monté en burro para ir a por agua a la fuente con mi prima Rosa Mari. Otro asno nos tiró a todos los niños que siendo más burros que el pobre animal nos montamos en tropel en su grupa sin ser conscientes de que no podía con todos a la vez. De adolescente acudía de vez en cuando a Hornillos con mis padres, Fernando y Carmina, y mi hermano, Luis Ángel. Como ya no éramos niños, íbamos al bar de Lucre, o a merendar a las bodegas de mi tío Félix o de mi tío Florencio. También vi en Hornillos por primera vez jugar a la tanga, lo que a la larga forjó mi afición por los juegos autóctonos. En San Blas íbamos a comer las paellas que preparaba mi tía Elvira, y luego a las verbenas que se organizaban en lo que eran las escuelas, siendo allí donde por primera vez entré en contacto con el ambiente verbenero y lo que de especial significa para un joven adolescente. En estos viajes desde Palencia a Hornillos con nuestro Seat 600 siempre recordaré el tiempo que teníamos que estar parados en el paso a nivel que había entre Torquemada y Hornillos. Se decía que las barreras siempre estaban bajadas pese a que ningún tren estuviera próximo a llegar porque el guardabarreras se iba a la cantina y las dejaba cerradas para curarse en salud.
![]() |
Tariego de Cerrato |
También íbamos mucho a Tariego de Cerrato. En invierno los domingos, después de salir de La Balastera de ver jugar al Palencia (por cierto, el encargado de poner el marcador en la Balastera era el hornillero Cándido Valdeolmillos, mi abuelo), íbamos a “La Cueva” a merendar. En verano íbamos los domingos a bañarnos y a comer en la gran explanada que existe tras pasar el puente. Siempre recordaré un día, en esa explanada junto al río, que se nos ocurrió a mi hermano y a mí orinar en un bote de melocotón vacío, para ver de cuantas meadas lo llenaríamos. Teníamos todo el día por delante. Cada vez que teníamos ganas de orinar íbamos al bote, y le dejábamos bajo el puente. Orinamos una primera vez; orinamos una segunda y nos decíamos que qué poco había subido; orinamos una tercera y nos extrañaba que apenas se notara subir el volumen del líquido en el bote. El mosqueo por ello iba creciendo meada tras meada. Hasta que adivinamos que el calor sofocante del verano hacía que nuestro líquido amarillo se fuera evaporando casi al mismo ritmo con que nosotros lo reponíamos. Esos días de verano en Tariego también lo aprovechábamos para dar paseos con mi madre hasta la fuente, e incluso alguna vez subimos a la torre del telégrafo.
![]() |
Puente de Torquemada |
En otras ocasiones el destino para el baño era Torquemada, a la vera de su majestuoso puente romano, o la “playa” de Reinoso. También íbamos en familia a Venta de Baños, donde vivían mis tíos Domingo y Paz. Mi primo Alfredo regentó por un tiempo la discoteca Rosumar. Por aquella época íbamos también con cántaros a por agua de manantial a la fuente de Baños de Cerrato.
![]() |
Dueñas |
Con Dueñas la relación ha sido gastronómica y deportiva. Por un lado la fama de sus pasteles hacía que cuando con mis padres pasábamos por allí parásemos a comprar una docenita. Por otro lado muchos domingos varios compañeros del Club de Montaña “Fuentes Carrionas” íbamos desde Palencia monte a través hasta Dueñas; almorzábamos en “La Farola” y regresábamos a Palencia en tren. También deportiva era la relación con otros pueblos cerrateños. Cuántas veces llegábamos a Cevico de la Torre extenuados tras subir el Murallón en bicicleta. O cualquiera de los muchos cerros que dan nombre a la comarca en las tres provincias que abarca.
A Astudillo iba con frecuencia a almorzar con mi padre y sus amigos, y algunas veces a las fiestas.
A Villalaco, íbamos a pescar cangrejos. Recuerdo el gran nublado con aparato eléctrico que nos pilló en una ocasión, pero que a la vez propició que salieran los cangrejos más grandes que he visto en mi vida. Solamente eran seis, pero enormes, para estupefacción de mi tío Félix Espina, el de Hornillos, que nos había acompañado.
A la finca de la Espinosilla, en la carretera de Astudillo, íbamos con más frecuencia ya que una buena amistad nos unía con sus administradores, Marciano Tovar y su mujer Luzdivina, ya fallecidos. Allí viví experiencias que no estaban al alcance de los niños de ciudad: ver lagunas de berros, jugar con un precioso caballo, meterme entre el polvo que levantaban centenares de ovejas y sentir mucho miedo ante la aparición repentina de jabalíes.
En el instituto Jorge Manrique de Palencia conocí a muchos compañeros cerrateños con los que hice buena amistad: de Magaz (Juan Luis González Infante, con quien mantengo gran relación, con él y con su familia; ¡¡cómo cocinaba su madre!!), de Soto de Cerrato (Ignacio Ortega), de Villaviudas, (Rafa Ruipérez, Rafa Ibáñez, Olatz Matía, Auxiliadora Marín), de Vertavillo (Nieves Pérez, Felisa Moras, Yolanda Mínguez…), de Castrillo de Onielo (Ana María Mínguez), de Castrillo de Don Juan (María Jesús Mozo), de Hérmedes (Fernando Larrén), de Tabanera (Pilar Castrillejo), de Hornillos (Jaime Valdeolmillos, que luego se casaría con mi prima), de Espinosa de Cerrato (Miguel Ángel Barrios, con el que compartí también aula en la Facultad de Derecho de Valladolid y cuyo fallecimiento me impactó muchísimo), de Antigüedad (Alfonso Román), de Dueñas (Esther Varas), de Cevico Navero (Paula Asensio), y sobre todo de Baltanás (Alfredo Baranda, Pili Mari Diago, los hermanos Tello y Miguel Ángel Mañueco –hijos del médico-, Conchi Santamaría, María Antonia Antón, Pilar Calleja, Isabel Cabezudo, Teresa Calleja, Teresa Carranza, Olvido Gil, Jesús Fombellida, etc).
![]() |
Baltanás |
La cantidad (y calidad) de amigos de Baltanás hizo que una fecha se marcara en mi calendario: 8 de Septiembre. Era obligado ir a las fiestas de Baltanás. Y ciertamente resultaron inolvidables todos los años que acudí. Las comidas en las bodegas, y sobre todo la gente nueva con que amplié el círculo de amistades baltanasiegas y que tras tantos años aún recuerdo: Carri, las hermanas Isabel y Teresa del Río (con quien iba a la discoteca Baranda), José (el panadero), Felipe (el ascensorista). Sobre todo recuerdo con gran agradecimiento la hospitalidad de la familia Baranda.
Por si era poco la relación con los amigos baltanasiegos, compartí juergas en Pamplona los Sanfermines de 1981 con Alfredo, Tello y Felipe. Por aquella época conocí a los hermanos Tina y Gustavo, de Soto, lo que hizo aumentar las visitas a este pueblecito. Desde jovencito me tiraba el oficio de escribir, y el hecho de que mi tío, Ángel Miguel Pardo, trabajase en el Diario Palentino como tipógrafo, corrector y linotipista me permitió hacer los primeros pinitos periodísticos, aunque muy esporádicos, en este periódico. Ello, unido a mi interés ya desde entonces por el Cerrato me permitió entrar en contacto con Gonzalo Ortega Aragón, redactor jefe de El Diario Palentino y cerrateño de Cubillas. Él me prestó libros sobre esta comarca que leí con mucha atención, y a raíz de ello me propuse recopilar datos históricos y antropológicos sobre Vertavillo (idea que me surgió tras una visita en bicicleta a este pueblo, a visitar a mis compañeras de instituto. Para ello comencé a acudir con asiduidad a la Casa de la Cultura, a consultar libros históricos, pero lo arduo de la tarea me llevó a ir desistiendo poco a poco, hasta abandonar la idea. Ya en la facultad, y por tanto afincado en Valladolid, la relación con algunos compañeros me vuelve a llevar al Cerrato. Noches de San Juan en Baños de Cerrato con Ramón, cuya familia tenía en Venta de Baños el bar Orense, y con Juan Manuel Pérez Rioja (cerrateño de Valdeolmillos). La amistad con otro compañero de facultad, José Ignacio Rodríguez Vaca (el entrañable “Chache”), me permitió revivir aquellos veranos de Hornillos en las labores del campo, ya que alguna vez fui con él hacer pacas de paja en su pueblo, Castronuevo de Esgueva, del Cerrato vallisoletano. No todos los recuerdos cerrateños de esa época son buenos. En 1984 Suny y yo comenzamos nuestra relación. Un día que la llevaba en el Seat 600 desde Palencia a su pueblo, Aranda de Duero, al pasar por Villaviudas la lluvia, la gravilla de la carreta y el susto de ver a unas niñas en bicicleta acercarse a la calzada hicieron que perdiera el control del coche, empotrándonos de frente contra la tapia de una casa. El cinturón amortiguó el golpe, pero no evitó que a Suny se le quedara marcado de lado a lado en el pecho, y que yo tuviera rotura de unos cartílagos del esternón y de la funda de la tibia izquierda. Si miramos el lado positivo de las cosas, me sirve de por vida para predecir los cambios de tiempo. Mi compañero de instituto Rafa Ruipérez, que vivía y vive en el pueblo, nos recogió, nos llevó al médico en el mismo Villaviudas y luego nos trasladó a Palencia. Nosotros quedamos heridos leves, pero el Seat 600 quedó herido grave. Sin embargo una magnífica intervención mecánica le mantuvo con vida y aún hoy existe, refugiado en su residencia-cochera y hasta hace poco saliendo a pasear en San Antolín, en la festiva concentración de coches antiguos.
Siempre he oído que los segovianos están en todos los sitios. Pero he comprobado que los cerrateños no les van a la zaga. En el edificio en que vivimos en Valladolid había nada menos que cuatro: Eladio Ferrero (de Hérmedes de Cerrato), y Angelines Tejedor, Modesta Rueda y su marido, Emiliano Palomo, de Valoria la Buena. Digo había, ya que Angelines, Emiliano y Modesta han fallecido.
Dedicándome a la enseñanza de la contabilidad, múltiples alumnos que he tenido son del Cerrato, de cualquiera de las tres provincias que esta comarca abarca: Palencia, Valladolid y Burgos. Para culminar a lo grande la relación con El Cerrato, cuando nació nuestra hija Yolanda nos planteamos adquirir una casa en un pueblo, pues para una niña no es lo mismo disfrutar de un parque junto a los tubos de escape de los coches y con el cuidado de que no salga del recinto para no sufrir un atropello, que del aire puro y la ausencia de peligro, y sobre todo la libertad que un pueblo representa. Así, el azar nos llevó a Alba de Cerrato.
![]() |
Alba de Cerrato |
Desde entonces los veranos no son lo mismo. Allí nos sentimos sumamente a gusto.
Toda esta continua y más o menos intensa relación con El Cerrato no hubiese sido suficiente para escribir estas letras que siguen. Siempre hace falta un empujón final. Este empujón vino de la mano de mi gran amigo Rafa Castellano, Falete, que se inició como periodista en La Codorniz, publicación de la que su padre fue director, y después autor de numerosos libros. Uno de ellos similar a este en cuanto a temática y planteamiento, reflejando la sociología del paisanaje de su comarca.
Cuando me regaló su libro, me pareció sumamente hilarante. En él narra historias, muchas de ellas con protagonistas que frecuentaban un restaurante hoy ya desaparecido pero en el que tuve oportunidad de cenar en una ocasión uno de sus típicos chuletones imposibles de terminar, aunque mi verdadero interés era estar en el lugar en el que se habían gestado muchas de las historias narradas en el libro de Falete.
Entre las historias de ese libro recuerdo la de aquel paisano que se metía huevos en la boca y al final los amigos tuvieron que evitar que se asfixiara apretándole de tal forma la tripa que expulsaba los huevos a muchos metros de distancia.
O aquella de un ganadero cuya vaca movía continuamente el rabo y no se dejaba ordeñar. El ganadero buscó una cuerda para atarle el rabo a una pata y poderla ordeñar, pero como no la encontró decidió usar el cinturón de su pantalón. Se puso detrás del animal y al quitarse el cinto se le cayeron los pantalones. En ese momento entró gente en el establo y le vieron con los pantalones bajados, detrás de la vaca y apartándole el rabo. Antes de que los visitantes dijeran nada, el ganadero se adelantó a decir: “sí, es lo que pensáis; de nada me va a valer que os diga que no es lo que pensáis”. O aquella otra en que acude un veterinario a casa de un ganadero, le abre la puerta la mujer, y el veterinario le dice “vengo porque me ha avisado su marido, para lo de la inseminación artificial de la vaca”, y la mujer del ganadero le responde “ah, muy bien, mire ahí está el establo con la vaca, y ahí tiene usted una percha para colgar los pantalones”.
Y así multitud de historias desternillantes.
![]() |
Alba de Cerrato |
Falete, nos visitó en Alba el verano de 2008 y en una larga conversación que tuve con él y con su mujer, Fátima, durante una caminata monte a través hasta la ermita de la Virgen de Rasedo, ya en término de Cevico de la Torre, surgió el tema de la posibilidad de emular ese libro suyo pero ambientado en El Cerrato.
Pese a que en principio me parecía una locura, poco a poco le fui dando vueltas a la idea. Comencé a hablar con la gente, a recopilar anécdotas… hasta ver que la posibilidad de hacerlo era real. Comencé con artículos primero en el periódico Carrión y después en el Diario Palentino. Este libro que tienen en las manos es una selección de los mismos. Si la acogida es buena, si son de su gusto, prometo recopilar más en sucesivos volúmenes.
Con él he no pretendo contar la Historia, en singular y con mayúscula (que ya está escrita y además es competencia de los historiadores), sino contar historias, en plural y con minúscula. Retratar más que el paisaje el paisanaje (como diría el mencionado Gonzalo Ortega Aragón), buscando el alma en cada historia. Porque como dice Ramiro Pinto, “la historia de las personas que no salen en la Historia, es la historia”.
Haciéndolo, he aprendido muchísimas cosas de esta comarca. Y he llevado por bandera la máxima de que es propio de pueblos sanos reírse de/con uno mismo.
Para ello he torturado con miles de preguntas a los lugareños de todos los pueblos del Cerrato, tratando de aunar a las tres provincias en torno a la identidad comarcal. A todos los que he asaltado grabadora en mano, mil perdones y a la vez mil gracias.
Fernando Pastor | Introducción
NOTA
El próximo sábado por la tarde, el autor firmará ejemplares en el Salón.
El próximo sábado por la tarde, el autor firmará ejemplares en el Salón.